El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha fraguado un nuevo golpe en contra de la democracia venezolana en su intento por contrarrestar la turbulencia que vive el régimen.

El día de ayer, durante los festejos del día del trabajador, el mandatario convocó a una Asamblea Nacional Constituyente con el objetivo de reformar el Estado, modificar el ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución.

En medio de la crisis social y política que se vive en Venezuela, el régimen encabezado por Nicolás Maduro se va quedando sin apoyos del exterior. El presidente venezolano está arrinconado, víctima de sus propias acciones.

Orillado a salir de la Organización de Estados Americanos (OEA) por las presiones de los países miembros, el oficialismo también enfrenta una condena internacional, e incluso algunos países históricamente aliados le han dado la espalda.

Opositores y oficialistas se movilizaban el miércoles en las calles de Caracas, en las que se espera sean unas de las mayores manifestaciones en medio de la creciente tensión política en el país y los llamados internacionales al gobierno de Nicolás Maduro para que respete las instituciones democráticas.

Como en las más recientes protestas, guardias nacionales lanzaron gases lacrimógenos a opositores para tratar de dispersarlos en una de las principales avenidas del oeste de Caracas. Los manifestantes, sin embargo, se resistían a retirarse.

Tras una semana de protestas en contra del gobierno de Nicolás Maduro y el Tribunal Supremo de Justicia, las autoridades venezolanas han confirmado, hasta el momento, la muerte de dos jóvenes que se encontraban en el lugar de las protestas.

Daniel Queliz, un estudiante de 20 años de edad, es la segunda víctima mortal de esta semana de protestas, el joven recibió un balazo la noche del lunes en medio de una manifestación en la ciudad de Valencia en el centro del país.

Con los sucesos de los últimos días, Venezuela entró en una de las mayores crisis políticas institucionales de su historia: un gobierno debilitado y dividido al interior y una imagen exterior severamente deteriorada.

Tras el golpe de estado de facto y la posterior marcha atrás, pasando por los álgidos momentos de tensión, quedó en evidencia la fragilidad democrática en la nación sudamericana que se aproxima al final del sueño de la revolución bolivariana, iniciada por Hugo Chávez en la década de 1990.