La decisión de Jorge Mario Bergoglio de renunciar al suntuoso apartamento pontificio ubicado en el Palacio Apostólico del Vaticano, para vivir en una residencia más austera, sorprendió al mundo el 27 de marzo de 2013.
Aunque no era el primer gesto de sencillez del argentino, la noticia dio un respiro a la Iglesia Católica, que durante la gestión de Benedicto XVI se vio manchada por el escándalo de corrupción derivado de los llamados Vatileaks.
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