Los millennials y los miembros de la Generación X, nacidos entre 1961 y 1980, tienen una cosa en común: ambos recibieron críticas de los baby boomers, cada uno en su momento.

Joel Stein describió a los millennials como narcisistas, flojos y superficiales en un artículo de TIME en mayo del año pasado, mientras que la Generación X fue definida como superficial, poco ambiciosa y apolítica por la misma revista, en 1990.

El boicot sexual es un método de resolución de conflictos utilizado por siglos, desde la obra “Lisístrata” que el dramaturgo griego Aristófanes presentó en el 411 a.C, hasta la invitación que Josefina Vázquez Mota hizo a las mujeres mexicanas de negar el “cuchi cuchi” a los esposos que no votaran por su partido, en el 2012.

Las últimas en aplicarlo son un grupo de activistas y periodistas ucranianas, que exhortan a sus compatriotas a no tener sexo con hombres rusos como protesta por la anexión de la región de Crimea al país gobernado por Vladimir Putin.

Si Hillary Clinton fuera elegida presidenta de Estados Unidos en 2016, su mayor aportación al puesto sería el hecho de que es mujer. O por lo menos eso dicen los resultados de una encuesta de GALLUP Politics.

La consultora entrevistó a mil 024 adultos estadounidenses, y 18 por ciento de ellos afirmó que ser la primera presidenta del país sería “la mejor o más positiva característica de su gestión”. 

Independientemente de qué tan satanizado esté en la actualidad el concepto de hombre niñero (o “manny”, en inglés), y que esta labor sea dominada por mujeres, lo cierto es que incluso en el cuidado de niños, al sexo masculino le va mejor económicamente.

Al menos esta fue la conclusión de un extenso análisis realizado por el blog de datos, economía y negocios Priceonomics sobre el costo del servicio de cuidado de niños en Estados Unidos y la brecha de género que existe en esta actividad a nivel nacional. 

Hasta quienes no vieron la cinta de 1967 conocen la escena: la actriz Anne Bancroft sentada, fumando, con una pierna extendida y acompañada por un confundido Dustin Hoffman que se arma de valor para decirle: “Señora Robinson, está intentando seducirme… ¿o no?”. Y lo hace en un tono tan respetuoso, que contrasta con la agresividad sexual de la mujer.