Las palabras que escuchó aquel 4 de julio Carlos Alberto Covarrubias, un asesor financiero de 21 años, por poco y se vuelven realidad: “¡Te vamos a matar, te vamos a tirar a un barranco!”.
La libró de pura suerte. Durante más de cinco horas, Carlos recibió golpes, toques eléctricos y macanazos. Quienes le torturaban sabían lo que hacían. Eran policías de Zapopan.
Mauricio Ferrer