Entre el Gerardo de los 13 años y el de los 36 ha pasado mucho tiempo: casi dos terceras partes de esa vida, narcotizadas.
“Yo veo a los chavitos que llegan aquí a temprana edad; me gustaría regresar el tiempo para no haber vivido aquellos años”, lamenta hoy el casi cuarentón, interno desde hace dos meses en la Unidad de Hospitalización Zapopan, de la asociación civil Centros de Integración Juvenil (CIJ), que trabaja con adictos a las drogas.
Jonathan Ávila