Como en el viejo juego de la pirinola en el que una de las ocho caras decía “todos ponen”... generaba la sensación de que nadie había ganado. Nadie podría celebrar que había arrebatado el triunfo.
Ese fue el destino de la reforma de telecomunicaciones en el Senado.
Una negociación en la que todos pusieron un poco y también recibieron. Por eso se vio una madrugada atípica en la que no corrió la sangre al río.
Armando Estrop