El Instituto Central fue obra de financieros ajenos a la tecnocracia, sus años dorados tuvieron al mando a todo tipo de profesionales, salvo economistas. Así es, fue Ortiz Mena el último de los grandes visionarios de nuestras finanzas públicas. Sin embargo, la inercia reputacional ha hecho que quienes nos colocaron en el curso de las crisis recurrentes aprovechen un lustre perdido para implantar todo tipo de ocurrencias.
Gabriel Reyes Orona