Frases tales como “el que persevera alcanza”, “el que se rinde pierde” o “el que no arriesga no gana” nos fueron inculcadas desde la infancia.
Nos enseñaron que debíamos luchar por lo que queríamos sin mirar el precio que pagaríamos por ello.
Pero, ¿cuántas personas han llegado a la meta enfermas, solas, infelices o hartas y el costo fue tan alto que ya ni siquiera tienen la energía suficiente para disfrutar el supuesto “éxito” obtenido?
Annette Manautou