Nadie podía ser tan bella o interesante como Marilyn Monroe o Audrey Hepburn. Ambas mujeres representan una era que ha desaparecido irremediablemente: la era en que las celebridades eran estrellas.
El auge de las redes sociales ha transformado una dinámica que solía ser unidireccional, en la que los fanáticos recibían información de sus ídolos pero estos no de los primeros, y ahora ofrece posibilidades infinitas de crear cercanía a un mundo antes inalcanzable.
Ana Paulina Valencia