María de los Ángeles Pineda Villa tenía una obstinación que la perseguía como una sombra: un deseo insaciable por convertirse en alguien popular y una mujer con mucho poder.
En Iguala, el municipio que gobernaba su esposo José Luis Abarca, no existía ceremonia pública que la primera dama se perdiera.
Las ceremonias de cortes de listón de una obra, los festejos y las entregas de apoyos eran eventos que la presidenta del DIF municipal utilizaba para promoverse entre los igualenses.
Le gustaba que le llamaran: “La primera trabajadora social del Municipio de Iguala”.
César Cepeda