Aunque las mujeres son el grupo más afectado por la violencia sexual, acoso y hostigamiento ocurrido al interior de universidades, personas pertenecientes al colectivo LGBTTTIQ+ y a otros grupos minoritarios también son blanco de este tipo de agresiones.
Paulina Amozurrutia, coordinadora nacional de Unión Mujer, menciona que por esta razón los protocolos más efectivos para evitar este tipo de ataques son aquellos que tienen un enfoque biopsicosocial sistémico, a partir del cual se identifican factores de riesgo considerando historias personales, características psicológicas, factores comunitarios y factores integrales.
“Los protocolos que existen en México, a diferencia de protocolos internacionales como el de la Universidad de Osaka, no cuentan con revisión de factores de riesgo”, menciona la coordinadora.
De acuerdo con los hallazgos de la investigación “Anatomía de los protocolos de atención al acoso sexual en universidades, un camino para espacios educativos libres de violencia sexual”, 44 por ciento de las personas que se animaron a denunciar tras ser víctimas de este tipo de delitos, consideraron que no fueron escuchadas ni atendidas adecuadamente por las autoridades escolares.
Por otra parte, según este mismo estudio, 6 de cada 10 víctimas no denunciaron este tipo de ataques debido a que no recibieron agresiones físicas, aunque sí sufrieron acoso sistemáticamente.
“Un dato importante es que 6 de cada 10 víctimas no denunciaron por creer que lo que les pasó no es importante, es decir, pensaron que si no les pegaron, si no los violaron, entonces no es violencia”, menciona Amozurrutia.
En los cuatro protocolos que fueron analizados: el de la Universidad de Osaka, el de Yale, el de la London School of Economics y el de la Universidad Complutense de Madrid hay un hecho que está presente en todos, y es que este tipo de agresiones suceden, casi exclusivamente, de hombres hacia mujeres.
“La falta de protocolos integrales en los que se entienda que la violencia no es únicamente un problema de patriarcado, sino de factores de vulnerabilidad, es decir, la violencia se genera por alguien que tiene poder contra una persona que se encuentra vulnerable.
“Si no entendemos que es un tema que debe trabajarse más allá de las víctimas, entonces no comprendemos realmente la situación. Este ha sido uno de nuestros mayores aprendizajes en la investigación. El tema es principalmente de mujeres, pero también implica a otros grupos que han sido vulnerables a lo largo de la historia”, afirma Amozurrutia.
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