Violencia obstétrica, otra deuda con las mujeres
En México los agravios a las mujeres durante el embarazo o el parto son más comunes de lo que se piensa, un problema suele presentarse de manera sistemática debido a la falta de insumos e infraestructura que garanticen el acceso adecuado a la salud
Laura IslasLa falta de presupuesto y de recursos en las clínicas u hospitales públicos también se ha vuelto un enemigo para las mujeres.
Ahora no solo deben de hacer frente a la violencia de género física y sexual, sino también a la que llegan a sufrir durante su embarazo y parto, muchas veces por la falta de insumos e infraestructura en el sector salud público, así como por la atención deficiente del personal.
“La violencia obstétrica consiste en cualquier acción u omisión que cause un daño físico o psicológico a la mujer, que se exprese en falta de acceso a servicios en la salud reproductiva, un trato cruel, inhumano y degradante, o un abuso de medicalización, menoscabando la capacidad de decidir de manera libre e informada sobre dichos procesos reproductivos”, define el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE).
De acuerdo con la recomendación emitida el 21 de diciembre pasado, a la adolescente no le brindaron una adecuada atención médica en el Hospital General de Cuetzalan aunque se había confirmado la muerte fetal intrauterina, ya que por ser fin de semana no había ginecólogo ni especialista.
Además, la clínica no contaba con medicinas, equipo médico y análisis de laboratorio por lo que se le hizo pagar por los servicios. De acuerdo con la CNDH, sus condiciones de rezago social, pobreza y falta de servicios de salud, así como ser mujer adolescente indígena la colocaron en una situación de mayor riesgo y marginación.
La manipulación de la información, la falta de respeto a la privacidad de las mujeres y la coacción para obtener su consentimiento, así como otros tratos discriminatorios y humillantes suelen ser otras de las formas de la violencia obstétrica.
“Es una forma específica de violencia contra las mujeres que constituye una violación a los derechos humanos y básicamente son acciones como omisiones que se dan en el contexto del embarazo, parto o post-parto, ya sea en instituciones públicas o privadas de salud que causen un daño físico o emocional a las mujeres”, añade Luna.
El tema de la violencia obstétrica no es nuevo, aunque tomó relevancia a principios de año luego de que se hiciera viral el video de un parto ocurrido en Guatemala, en un hospital en el que el personal médico celebraba la llegada de Año Nuevo y del primer bebé nacido en ese país.
La polémica ocurrió porque en medio de un ambiente festivo donde incluso había gorritos de fiesta, médicos y enfermeras esperaron hasta las 00:00 horas para poder sacar del vientre materno al recién nacido. Tras la difusión del video se acusó que hubo violencia obstétrica al no existir respeto con la madre ni con el bebé.
El contexto mexicano
En términos nacionales el tema parece ser común, refleja la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) —que realizó el Inegi en el 2016—, la cual evaluó aspectos de la mujer durante su último parto.
De acuerdo con los resultados, de 8.7 millones de mujeres el 33.4 por ciento (2.9 millones) refirió haber sufrido al menos un tipo de violencia obstétrica entre el 2011 y el 2016.
Además, el 37. 42 por ciento (3.3 millones) dijo que fue violentada con gritos o regaños; el 34.44 por ciento (3 millones) con retraso en la atención por gritos o quejas de la usuaria; el 33.11 por ciento (2.9 millones) fue ignorada; mientras que el 30.9 por ciento (2.7 millones) recibió presiones para aceptar un método anticonceptivo o esterilización.
“Sí estamos frente a un problema de la violación a los derechos humanos de las mujeres en el espacio de los servicios de salud y desafortunadamente no estamos hablando de una situación excepcional o esporádica”, explica Karen Luna.
Para la investigadora uno de los retos es cambiar el tipo de respuesta que se le está dando al problema, ya que hay entidades federativas donde se ha tipificado la violencia obstétrica, es decir, lo han convertido en un delito, pero esto no resuelve el problema.
“Creemos que este abordaje pierde de vista el problema de fondo he incluso puede ser contraproducente, porque se individualiza el problema y se penaliza al personal de salud y esto ignora que también el personal de salud y los centros de salud tienen grandes dificultades en todo el país para que se puedan realizar su labor sin obstáculos o en óptimas condiciones”, señala.
Sobre este tema, médicos han denunciado que la falta de medicamentos, de infraestructura y de personal ha provocado una atención deficiente, ya que muchas veces aunque quieren no pueden dar un servicio si no cuentan siquiera con guantes o vendas, por lo que tienen que solicitar a los familiares que compren los insumos.
“Eso se puede deber a muchos factores, uno, que el médico que está ahí, estudiante, pasante, no tiene ninguna capacidad médica para poder atender a esos pasantes, en vez de producir un error médico se niega a atenderlo, pero casi siempre este tipo de negligencia se debe a las pésimas instituciones de salud que tenemos.
Mientras no haya acciones contundentes dentro de las estructuras del sistema de salud en todos sus niveles, se va a seguir arrastrando el problema de la violencia obstétrica, dice Luna.
“Esto es una situación que no nada más requiere pequeñas acciones como capacitaciones, sensibilizaciones, esto va más allá, esto implica de verdad transformar el sistema nacional de salud y eso es una situación de gran calado”, agrega.
Políticas públicas, ¿la solución?
Pese a que la violencia obstétrica cuenta con niveles muy altos de incidencia en el país, tipificar como delito no es la solución porque individualiza el problema y penaliza al personal de salud, asegura la especialista Karen Luna de GIRE.
En contraste, para contener esta problemática se necesita establecer un conjunto de acciones prioritarias centradas en el acceso a servicios como la implementación de políticas públicas.
La especialista explica que además de la capacitación del personal médico se debe tomar en cuenta que la forma en la que se estudia la medicina en México es jerárquica y bastante violenta en los años de formación, lo que se refleja una vez que ya se ejerce con un trato poco sensible e incluso también violento.
Otras de las propuestas para combatir este problema es la redistribución de los partos sin complicaciones al primer nivel de atención, es decir, a los centros de salud, ya que generalmente las clínicas de segundo y tercer nivel están saturadas, lo que hace que la atención a las mujeres sea negada o se atrase.
“Esto de redestribuir los partos sin complicaciones involucraría incluir a profesionales de la salud como las parteras y las enfermeras obstetras; esto de alguna manera ayudaría mucho a despresurizar la carga que tienen el segundo y el tercer nivel un poco más complicada que en un primer nivel de atención que podrían atender partos”, dice Luna.
El término de violencia obstétrica, apunta, es relativamente nuevo, aunque estas conductas sean tan comunes que incluso ya están naturalizadas tanto por parte del personal médico como por parte de las mujeres que la sufren.
“Muchas veces consideran que así es un parto o es tan traumático que lo que prefieren es no hablar más de ello e ignorarlo y pasar la página”, explica.
Sin embargo, aquí se abre el debate con los médicos, quienes se han negado a aceptar el término de violencia obstétrica e incluso han propuesto que sea eliminado, ya que ha causado confusión y desprestigio dentro de la medicina al no corresponder con los principios éticos que las rigen, bajo las premisas elementales de beneficiar siempre o al menos de no dañar, dice el Colegio Mexicano de Especialistas en Ginecología y Obstetricia, AC.
“El término de violencia obstétrica es incorrecto, mal aplicado e injusto para los médicos; ese término se refiere a todo lo que le haríamos a una paciente sin importar que vaya a beneficiar su futuro obstétrico y a mejorar su resultado perinatal”, dice por otra parte el ginecobstetra perinatólogo quien prefirió omitir su identidad.