http://youtu.be/Pk0qsehU-z8
Jugar futbol en la calle no está tipificado como un delito en el Código Penal de Nuevo León, pero para los policías de Fuerza Civil sí lo es y su práctica exige un castigo ejemplar.
La semana pasada un grupo de ocho jóvenes, de entre 14 y 20 años de edad, pateaban la pelota en las calles de la colonia Terminal, localizada en el centro de Monterrey.
Una simple cascarita de futbol en una de las colonias más antiguas de la capital de Nuevo León, que curiosamente carece de una plaza o un área verde para que los chicos se diviertan.
Eso es lo que hacían los muchachos, todos ellos vecinos de esta colonia y estudiantes de secundaria y preparatoria, que tratan de no meterse en líos.
No era tarde. El reloj marcaba poco después de las 10:00 de la noche y el juego transcurría sin sobresaltos.
Los muchachos tenían permiso de sus padres de jugar ese día hasta las 10 y media porque al día siguiente algunos tenían que ir a la secundaria y otros a la preparatoria.
Casi se despedían cuando pasó por el lugar la patrulla 793 de Fuerza Civil, la corporación promovida como la nueva policía de Nuevo León integrada por “héroes preparados para proteger la seguridad y la tranquilidad de las familias”.
Los policías iban bien equipados con sus chalecos antibalas, sus fusiles R-15 y sus armas cortas.
No es novedad la capacidad de fuego que tienen los efectivos de Fuerza Civil. Esta Policía, que encabeza el comisario Felipe Gallo, se creó hace dos años para combatir los delitos de alto impacto y hacer frente al narcotráfico en Nuevo León.
Los jóvenes de la colonia Terminal no eran propiamente sicarios, ni vendedores de drogas o pandilleros, pero de cualquier forma llamaron la atención de los efectivos de Fuerza Civil.
Los policías se ensañaron con los chicos. Primero los obligaron a tirarse al piso en plena calle, bocabajo, para revisarlos. No les encontraron una AK-47 escondida entre sus ropas deportivas.
Tampoco les hallaron algún cigarro de marihuana o un envoltorio de polvo blanco.
Estaban limpios, pero los policías de Fuerza Civil no podían dejar la situación así y continuar con su trabajo de combatir el narcotráfico y hacerle frente a los comandos.
Los uniformados pensaron en dar una lección.
El jefe de grupo, el policía de mayor edad, ordenó a los muchachos tirados en el piso que hicieran lagartijas. No 10, ni 20, sino 50.
Un correctivo disciplinario, pues.
Los dos chicos que se atrevieron a reclamar se llevaron además un golpe en la nuca y un jalón de cabello.
El abuso de los elementos policiacos no paró ahí: a cada uno de los ocho muchachos tirados en el piso les pisaron sus dedos con las botas cuando hacían este ejercicio.
A un niño de 8 años de edad, hermano de uno de los jóvenes, que ni siquiera estaba jugando futbol pero también fue detenido, los policías lo colocaron contra la pared de una bodega.
“Esto es lo que te va a pasar si andas jugando futbol en la calle”, le advirtieron.
El niño no paraba de llorar.
Los chicos que no lograban completar las lagartijas eran objeto de burla de los policías estatales.
“¿No puedes, gordito?”, le gritaba uno de ellos.
El maltrato policiaco terminó hasta que una de las madres de los chicos salió de su casa y le exigió a los policías de Fuerza Civil que pararan el abuso.
“Los muchachos no son delincuentes y no son drogadictos. Los revisaron y no traían nada. Todos ellos son estudiantes. Se me hace muy humillante que a mi hijo de 14 años lo hayan estado pisoteando frente a mí, diciendo que lo estaban disciplinando”, se queja Susana, una de las madres de los jóvenes maltratados.
”No sé qué ley diga que ellos tienen derecho de hacer eso y no creo que haya una ley que diga que no se puede jugar futbol. Se me hace injusto que ellos con sus armas largas y con todo el equipamiento que traen, se pongan con un niño de 14 años o con un niño de 8 años”.
El abuso policiaco derivó que los elementos de Fuerza Civil fueran denunciados por los padres de familia en la Procuraduría General de Justicia, en el Centro de Orientación de Denuncias (CODE).
“Ya las presentamos en el CODE, por maltrato físico y psicológico de las patrullas de Fuerza Civil”, comenta la señora Mónica, otra de las madres de familia.
En el reporte también se denunció a la señora Blanca Elena de la Fuente, vecina que reportó a los chicos que jugaban futbol ante Fuerza Civil, y que por lo tanto, provocó el maltrato.
Los vecinos de la colonia Terminal no sólo están molestos por la intervención de Fuerza Civil, sino extrañados por la reacción inmediata que provocó la queja de la vecina contra unos jóvenes jugando futbol en la calle.
“Cuando reportamos una situación difícil, algo de verdad importante, los policías se esconden. No vienen cuando hay gente drogándose. Pero cuando se trata de muchachos jugando futbol allí sí se les ataca”.
‘Nos pisaron las manos a todos’
Eduardo Luis fue uno de los jóvenes detenidos y maltrados hace una semana por los elementos de la patrulla 793 de Fuerza Civil por jugar futbol en las calles de la colonia Terminal.
El estudiante de 18 años de edad cuenta que no comprende por qué los policías estatales actuaron así en contra de él y sus amigos.
“No estábamos haciendo nada malo. Jugábamos futbol nada más”, comenta el también alumno de la Preparatoria Técnica Pablo Livas de la UANL.
Los policías de Fuerza Civil ordenaron a los jóvenes que se tiraran al piso en posición para hacer lagartijas en castigo por estar jugando futbol en la noche en la vía pública.
Eduardo Luis fue uno de los señalados por Blanca Elena de la Fuente, vecina que reportó a los jóvenes ante Fuerza Civil, alegando que el muchacho le contestaba cuando le reclamaba el ruido que hacen jugando futbol en las noches.
“El comandante se acercó conmigo y me pisó las manos”, cuenta el chico.
“Yo no le contesté nada y luego me agarra del pelo y me da un zape”.
El muchacho asegura que todos sus amigos que estaban en el piso –los 8 que jugaban futbol- fueron agredidos por los elementos de Fuerza Civil.
“A todos nos pisaron las manos. A uno de mis amigos le comenzó a sangrar la uña. Pero al comandante no le importó, no le hizo caso y lo siguió pisando”.
Luego los policías les ordenaron hacer 50 lagartijas.
“Nos dijo que hiciéramos 50 lagartijas. Primero no las íbamos a hacer, pero lo que nos paró es que estaba el niño de 8 años viéndonos y los policías le decían que eso le iba a pasar si jugaba futbol”.
Uno de los jóvenes interrumpió el ejercicio alegando que él no estaba haciendo nada malo y que él trabajaba.
El policía de Fuerza Civil le contestó al muchacho: “No me importa que trabajes, no me importa que estudies. Yo quiero que las hagas”.