Una tradición que conquista
Tacos y guisados de zorrillo, tlacuache, ardilla, jabalí, mapache, coyote y guajolote y hasta ratas de campo se ofrecieron a la venta en la Feria Gastrónomica del Valle del Mezquital en Hidalgo.
En el poblado de Santiago de Anaya —a poco más de dos horas desde la Ciudad de México— las familias pudieron degustar de más de 300 puestos instalados para disfrutar de los diferentes sabores en el centro del poblado.
Rogelio HernándezTacos y guisados de zorrillo, tlacuache, ardilla, jabalí, mapache, coyote y guajolote y hasta ratas de campo se ofrecieron a la venta en la Feria Gastrónomica del Valle del Mezquital en Hidalgo.
En el poblado de Santiago de Anaya —a poco más de dos horas desde la Ciudad de México— las familias pudieron degustar de más de 300 puestos instalados para disfrutar de los diferentes sabores en el centro del poblado.
Las familias disfrutaron de quesadillas, sopes y gorditas de maíz puro, aderezados con escamoles (huevos de hormiga), chinicuiles (gusanos rojos de maguey), xahues (escarabajos), gualumbos (flor de maguey), flor de garambullo, flor de sávila, alberjones, cuitlacoche, huauzontles y hongo panadero, algunas de estas especialidades combinadas con huevos de gallinas de patio.
Hay tacos de conejo en mole, agua de xoconostle, pulque curado de pitahaya y de mango.
Se presentaron muestras de mil 100 cocineros locales que concursaron con platillos de la gastronomía tradicional que acostumbra la gente de muy bajos recursos en esa región y que desde 1980, cuando comenzó a realizarse la “Feria Gastrónomica del Valle del Mezquital”, se tornó en comida exótica para visitantes que no temen probar algo diferente.
La feria tiene 36 años que se realiza y en cada edición participan más platillos y cocineros, en su mayoría mujeres de la región. Además, hay concursos de sones huastecos, bailables regionales y hasta la presentación del grupo de rap en hñähñu.
Los visitantes disfrutaron de “pruebas” de más alimentos que les ofrecían en español y en hñähñu (antes otomí). También hubo puestos de tejidos de sombreros, canastillas, abanicos y demás artesanías, tortillas a mano para llevar, tamales, nieves y dulces exóticos.
Los organizadores esperaban 30 mil personas en los tres días de feria. El presidente municipal, Fidencio Gachuz Ramírez, fue un activisimo promotor este año, paseaba con su traje tradicional indígena y supervisaba el cumplimiento de la prohibición de la Profepa de no usar especies en peligro de extinción como zorra gris, cacomixtle, armadillos o xincoyote (lagartos de collar parecido a lagartija).
Después de todo, aquí se hizo valedero el dicho de “si se arrastra, corre o vuela… va directo a la cazuela”.