Saúl Guerrero ha sido señalado por plagio desde su tesis de licenciatura. Al respecto, la doctora Fournier señala que su primer borrador estaba escrito en “sanscrito”, sin lógica, ni coherencia.
Para su entrada al doctorado, Guerrero plagió un proyecto ya aprobado por el Consejo de Arqueología del doctor John Carpenter. “Le dijeron que no era viable como tesis doctoral”, agrega.
Ya en la SAS, en 2019, Guerrero ofreció a Elena, su alumna de la materia optativa “Introducción a la arqueometría en contextos marítimos”, ser su becaria, a la par que le tomaba fotografías en clase como “evidencia” que después reveló eran para su disfrute personal.
Como becaria, el arqueólogo le pedía a Elena sus horarios para monitorear sus clases y le solicitaba a otros colegas reportes detallados sobre su desempeño personal y profesional en las aulas.
En el plano profesional, Guerrero presionaba a Elena para trabajar láminas delgadas de petrografías para el arqueólogo español Fernando Amores y mapas arqueológicos que no eran para la SAS, sino para publicar en revistas como Archaeological Science y la Revista de Arqueología y Prehistoria de la Universidad de Granada y engrosar su currículo, en donde no le dio crédito a su becaria.
Al reclamarle sobre la falta de crédito, Saúl Guerrero amagó con meter a Elena en una “lista negra del INAH” para cerrarle las puertas y que la joven estudiante no pudiera conseguir empleo jamás.
A la par de entablar una relación con Elena, Saúl se relacionó con otra colaboradora del SAS, Maru, quien huyó de él después de ser agredida físicamente y tolerar durante semanas otros tipos de violencia.
“Nos está costando que nos crean, no porque nuestra historia no sea creíble, sino porque el victimario se victimiza y siempre hay gente que dice ‘pobrecito, hay que darle chance’, pero no, es una persona muy peligrosa”, denuncia la víctima.