Un discurso contra la violencia
Ante la realidad devastadora que dejó el sexenio del presidente Felipe Calderón en seguridad, con cifras de muertos y desaparecidos que según unas fuentes superan los 80 mil, al sexenio de Peña Nieto le urgía un cambio drástico esa área.
Era necesario, además, cambiar la percepción de seguridad entre los mexicanos, y al menos en el discurso, arrancó determinado a dar un golpe de timón a la ineficiente táctica de seguridad de su predecesor.
Rodrigo Villegas
Ante la realidad devastadora que dejó el sexenio del presidente Felipe Calderón en seguridad, con cifras de muertos y desaparecidos que según unas fuentes superan los 80 mil, al sexenio de Peña Nieto le urgía un cambio drástico esa área.
Era necesario, además, cambiar la percepción de seguridad entre los mexicanos, y al menos en el discurso, arrancó determinado a dar un golpe de timón a la ineficiente táctica de seguridad de su predecesor.
Cambió el mensaje del negativo al positivo, dio un vuelco a la estrategia de comunicación y sus asesores siguieron, como si fuera un libro, una sucesión de mensajes positivos y la eliminación de palabras que reflejaran terror, o miedo, en el discurso.
No se volvió a hablar de guerra, ni se volvió a mencionar en boletines los grandes golpes al narcotráfico, ni tampoco se hizo énfasis en los más buscados ni en los capturados.
Se trasmitió un mensaje contrario al sexenio anterior y pareciera que el objetivo es dar una percepción de paz, futuro promisorio, tranquilidad y un México caminando hacia adelante sin que nada le pudiera estorbar.
Pero, en poco más de tres meses de gobierno, las cifras de muertos en el combate al crimen organizado, y la agenda del narcotráfico, no han cambiado.
Las percepciones sí. Y si pensamos que percepción es realidad, encontramos que este gobierno está vendiendo una realidad del país que no se apega totalmente a lo real.
En la nueva táctica sexenal de seguridad se modificó el enfoque, la evaluación, la planeación y la operación. También cambiaron los actores clave.
Súbitamente la administración se deshizo de las formas y protocolos que caracterizaron al gobierno de Calderón.
El eje rector de la estrategia de seguridad de la nueva administración no está en la confrontación fuego a fuego del crimen organizado, pero sí lo está en la prevención del delito.
También lo está en el énfasis al uso adecuado y eficaz de la información de inteligencia y a la recolección, diseminación, generación e intercambio de inteligencia por parte de las instancias de seguridad.
También ha cambiado en la coordinación y colaboración entre dependencias, y el aparato entero de seguridad pública pasó a la estructura orgánica de la Secretaría de Gobernación.
Se crearon dos nuevas figuras: la del Comisionado Nacional de Seguridad y la del secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Ambas sujetas a ratificación del senado.
También se propuso la creación de una gendarmería, que inicialmente contara con 10 mil efectivos para finales de 2013.
De esta forma, el ex gobernador de Hidalgo, Miguel Osorio Chong, estaría al frente de una súper secretaria.
No obstante que el reto para la nueva administración es mayúsculo y seria ingenuo pensar que todo se solucionará en el primer año de gobierno, es preciso decir que la maquinaria en torno a la nueva estrategia de seguridad debe iniciar sus primeras marchas.
El narco se fragmenta
La evolución de la narcografía en México en los últimos meses no ha permitido que se detenga el “ejecutómetro”. ¿Las causas? La continua atomización de los cárteles y el efecto embudo.
Felipe Calderón llevó a cabo una campaña de decapitación de los altos mandos del crimen organizado a los largo de su sexenio.
Sin embargo, en el ultimo año de su gobierno, el numero de detenciones de “objetivos de alto valor” aumentó.
Y la renuencia del ahora residente de Harvard para ajustar la estrategia, hizo que los grupos del crimen organizado, se empezaran a multiplicar.
El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto recibió una papa caliente, misma que día con día podría arder más.
El fenómeno de atomización del crimen organizado continua evolucionando. Es decir, cada vez nacen más células delictivas.
Ante la falta de liderazgo y de una estructura sólida, las pugnas al interior de los cárteles se recrudecieron. Y con el conocimiento, las conexiones y el poder de fuego, facciones pequeñas de distintos cárteles se han independizado para buscar el dominio de las plazas y rutas de trasiego.
Grupos como La Corona, Los Pelones, Los Mazatlecos, Sangre Zeta, Los Metros, Los Rojos, El Cartel del Golfo Nueva Generación, Guerreros Unidos, la organización de Meza Flores, Pueblos Unidos Contra la Delincuencia, han protagonizado la mayor parte de los episodios de violencia en lo que va de la administración.
Aunado a esto se ha presenciado en el país un fenómeno nunca antes visto. La aparición grupos de autodefensa, policías comunitarias o vigilantes.
Esto ha tenido cierto impacto en el comportamiento de geográfico del crimen organizado.
En los últimos 10 meses la intensa actividad del crimen organizado se ha desconcentrado del norte del país, para de manera extraordinaria ocupar decenas de localidades en el centro del país.
Principalmente en Estado de México, Distrito Federal, Morelos y Guanajuato se han encendido focos rojos de violencia.
Fue desde el primer mes de la administración de Peña Nieto en el que la zona limítrofe entre Estado de México y Distrito Federal ha sido escenario de decenas de enfrentamientos y ejecuciones. Situación que se debe a la rivalidad entre la organizaciones huérfanas que han intentado abrirse paso en la zona metropolitana del valle de México y los grupos que solían dominar esas plazas, como Los Zetas, La Familia Michoacana, La Mano con Ojos y los Beltrán Leyva.
Es entonces como en esta zona y en la región de La Laguna, en Coahuila, se observan como los dos principales focos rojos de violencia en el país.
Lugares en donde se libra una guerra colectiva, trivial y multidimensional en donde la concentración de tantos grupos en un área delimitada continuará dejando decenas de muertos si no se implementan las buenas ideas que han sido redactadas.
Y aún con los mensajes positivos, las cifras saldrán a los medios y la percepción no podrá ser tan positiva como el mensaje.
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