Tulum es sinónimo de desigualdad. Por la costa se encuentran hoteles boutique de lujo, restaurantes y antros edificados para el placer y hedonismo de turistas extranjeros. Además, cerca de la playa, comienza la construcción de un fraccionamiento faraónico que devora la selva y cuyas casas llegan a costar más de 40 millones de pesos: Aldea Zamá.
A un costado y dividido solo por una reja de alambrado se encuentra la “invasión”, un predio sin servicios construido con palos y bolsas de plástico que aloja a los menos favorecidos y a familias completas de migrantes refugiados.
Además de ser un botín político codiciado, por el número de votos que representan, las invasiones son un semillero para el crimen organizado. Es por eso que el sicario o narcomenudista de Tulum es muy distinto a los del norte del país. En Tulum, el criminal vive en pobreza, al día y rindiendo tributo a su gran patrón.
Durante la madrugada del 9 de mayo, un hombre de nacionalidad uruguaya fue asesinado en su departamento ubicado en Aldea Zamá. De acuerdo con la cuñada de la víctima, tres hombres entraron con armas de fuego. A ella la encerraron en el cuarto de lavado y a Yehuda Binyamin Cohen Ben Khalifa lo asesinaron a sangre fría.
Para David Ortiz Mena, presidente de la Asociación de Hoteles de Tulum, en el sector hay una gran preocupación por la inseguridad que los está afectando. Para combatirla, comenta, hay que conocer las causas que la originan como los excesos y la desigualdad.
“Para lograrlo, habría que analizar las causas del origen del problema, las cuales tienen que ver mucho con el modelo turístico de Tulum. Muchas personas ven en Tulum excesos en modalidad de fiestas, en las que prolifera el narcomenudeo y con eso crece la inseguridad”, comenta.
Para ahuyentar el narcomenudeo de su hotel Akumal Bay, Ortiz Mena no tiene música a todo volumen en la playa y opta porque la mayoría de sus huéspedes sean familias o personas que prefieren otro tipo de experiencias turísticas como el descanso, la relajación y el contacto con la naturaleza.
En días recientes, tanto la Asociación de Hoteles de Tulum como el Instituto de Administración Pública del Estado de Quintana Roo A.C., presentaron la app So Safe, una especie de botón de pánico con el que cualquier persona que esté cerca de quien mandó la alerta puede auxiliarlo.
Con esta aplicación, busca que la sociedad se involucre en la pacificación de Tulum y que poco a poco el destino turístico cambie de giro de los excesos a la recreación sana.
“En vez de apostarle a un destino puramente de fiesta, que no fue lo que caracterizó a Tulum, hay que retomar el rumbo. Para eso falta más coordinación de las autoridades, por lo pronto, entre los candidatos no veo que se ofrezca una solución (para combatir la desigualdad), ni siquiera veo que estén construyendo vivienda social digna en otro lado. Las invasiones son un foco rojo porque todo el crimen organizado termina entrando ahí y eso no tiene cabida en el turismo”, concluye.
Limpiar la policía de Tulum
En Tulum los policías municipales y del Mando Único patrullan con el rostro cubierto pese a los más de 30 grados centígrados de calor. En el municipio, la gente le tiene miedo a los uniformados, y ellos, le temen cada vez más a la sociedad.
Detrás de la ofensiva contra los abusos y brutalidad policiaca que se registran en la región, se encuentra Rafael Barajas Valenzuela, director del Observatorio Ciudadano de Tulum.
En agosto de 2018, él y su pareja fueron víctimas de violencia física y extorsión a mano de los policías.
“Nos atacó la policía una noche, atropellaron a mi pareja mientras iba en su bicicleta. De la manera más ruin y cobarde, estos encapuchados que rondan las calles de Tulum con metralletas se bajaron y la arrestaron, ella se defendió.
“Cuando regresé a ver por qué no llegaba a la casa, vi a casi quince elementos encapuchados golpeándola y sometiéndola. Comencé a grabar y a confrontarlos, se me fueron encima”, narra.
Los policías le arrebataron el celular, y lo destruyeron. A él lo golpearon y junto a su pareja lo subieron a las bateas de dos patrullas distintas.
“Por horas nos tienen dando vueltas, golpeándonos y finalmente nos llevan a la comandancia en donde el juez cívico que estaba ahí y el médico legista se encuentran coludidos con estos delincuentes que se dedican a extorsionar ciudadanos.
“Me decían, ‘vamos al cajero, ya estás muy golpeado y a tu novia ya nos la cogimos todos, ya vamos al cajero para dejarlos ir’, yo escuchaba los gritos de mi pareja, escuchaba que se intentaba defender y les suplicaba que ya la dejaran. No cedimos hasta que llegó la luz del día, rompió el alba y nos dejaron de golpear. Nos dejaron en la celda, ensangrentados, molidos a golpes y hasta las tres de la tarde del día siguiente fuimos liberados por otro juez”, recuerda.
A raíz del abuso que sufrieron, Rafael y su pareja comenzaron una ofensiva legal y de protesta contra los policías, a la que se fueron sumando más y más personas víctimas de su brutalidad. Sin importar color de piel ni estatus económico todos padecían abusos por parte de los uniformados.
“Así le ha tocado a muchos turistas y a muchos ciudadanos que viven aquí en la comunidad, todos vivimos aterrorizados por esa actuación de estos criminales con uniforme.
Reporte Índigo acompañó a Rafael en un recorrido por una de las invasiones en la que policías y militares detenían y revisaban a personas jóvenes solo por su edad y viajar en motocicleta en una zona marginada.
“Las personas han entendido que se pueden defender, el gran reto es cambiar la cultura del miedo que la gente de Tulum le tiene a la policía. Todos queremos que venga el turismo, pero no hay turismo sin seguridad pública, queremos un turismo digno, que el dinero se quede aquí y que se vea en la mejora de la calidad de vida de la gente. Es un infierno tener que ver este turismo tóxico y caníbal que está devastando Tulum”, lamenta.