La transformación del espacio público por la pandemia de COVID-19 debe quedarse porque se recuperan espacios que estaban perdidos para los peatones, afirman especialistas.
Desde el pasado 18 de enero, el Gobierno de la Ciudad de México permitió a los restaurantes abrir en terrazas y en espacios de estacionamiento de automóviles para evitar contagios de COVID-19 como parte del programa”Reactivar Sin Arriesgar”, después de un mes de estar cerrados por la declaratoria del color rojo en el semáforo epidemiológico.
Según la información dada a conocer por las autoridades, los restaurantes y establecimientos de comida tenían que colocar mesas en zig-zag, con una distancia de un metro y medio de separación. Además de las medidas básicas como el uso del gel antibacterial y el escaneo de Códigos QR para llevar un control de las personas que acuden y si en algún momento tuvieran contacto con un positivo, se les alertara.
Posteriormente, el 2 de febrero, se autorizó la apertura de negocios no esenciales como zapaterías, tiendas de ropa y demás establecimientos con el mismo formato.
Datos de la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco) indican que 59 mil 304 establecimientos esenciales y no esenciales de la capital volvieron a operar como parte del programa “Reactivar Sin Arriesgar”.
Desde entonces, los restaurantes y algunas tiendas operan en la vía pública; la mayor parte sobre cajones de estacionamiento que están en el arroyo vehicular.
La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, destacó el 3 de febrero pasado, que el programa ha tenido éxito y no se han registrado incidentes.
“Para nosotros es un enorme agradecimiento a todos los comerciantes y además como siempre se despliega mucha creatividad en los habitantes de la Ciudad de México y funcionó muy bien”, indicó.
Activistas y académicos consideran que “Reactivar Sin Arriesgar” es parte de los cambios obligados por la pandemia, que se deberían quedar porque es una acción positiva hacia ciudades más sustentables porque ayuda a reducir el uso del automóvil y se democratiza la distribución del espacio público.
No obstante, el reto es mejorar su implementación y dotar de las herramientas necesarias a los negocios para que siga y se concrete la recuperación de los espacios públicos a favor de los peatones y los usuarios vulnerables de la vía.
Democratizar el espacio público
El aprovechamiento del espacio público que sucede con el programa “Reactivar Sin Arriesgar” es una revolución obligada por la pandemia, como también lo es el home office y la digitalización de trámites, afirma Salvador Rosas Barrera, especialista en desarrollo urbano y académico de la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Explica que desde antes de la pandemia se estaban implementando medidas a favor de los peatones, de la recuperación del espacio público y de la movilidad sustentable como la construcción de 300 Cruces Seguros en 2018.
Por lo cual, que ahora se implemente una medida que resta espacio al automóvil es parte de un cambio que ya se estaba gestando en la ciudad y que hace más democrática la proporción del espacio público.
El especialista considera que si bien la medida puede ser incómoda para los automovilistas, se debe recordar que el espacio público históricamente ha sido distribuido de una forma poca democrática, dependiendo de la velocidad del usuario.
Rosas Barrera refiere que además de que el automóvil quita espacio a los peatones, es el medio de transporte más contaminante.
Al respecto, el Inventario de Emisiones de la Ciudad de México 2016 elaborado por la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) de la capital, revela que un automóvil particular al año emite en promedio cuatro toneladas de dióxido de carbono (CO2), principal generador de contingencias por contaminación en el aire.
Programa permanente
La implementación del programa debe ser mejorada, más difundida y el gobierno debe dotar a los comerciantes de mayores herramientas para que sea permanente, dice Xavier Treviño, activista en pro de la movilidad sustentable y director de Céntrico.
Coincide en que el programa es positivo porque existe un manual del gobierno para llevarlo a cabo y se agiliza el uso del espacio público para los comerciantes al no pedirles ninguna contraprestación por colocar sus enseres y mesas en la banqueta o espacios de estacionamiento.
Sin embargo, explica que hizo falta integrar a los comercios no esenciales de tianguis y mercados para que estos también se sumen al programa y puedan operar sin ser un foco de contagio. Además, falta que el gobierno dé las herramientas técnicas especificadas por negocio para que no existan dudas de cómo opera el programa.
Detalla que también debe quedar claro en la reglamentación del programa para que ni las alcaldías ni el Instituto de Verificación Administrativa (INVEA) puedan sancionar o regular a los comercios que estén en la vía pública y así evitar actos de abuso por parte de funcionarios.