El trabajo infantil no es sinónimo de explotación, sostiene Melanee Ruiz, académica en la Clínica Jurídica de Protección y Restitución de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Universidad Iberoamericana (UI), pues en muchas ocasiones, tanto para analizar como para legislar sobre este fenómeno, se parte de este paradigma.
Para defender este punto, Ruiz Cataño recordó que, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2022 realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 31.5% de los menores participantes (de cinco a 17 años) refirió que trabajan “por gusto o por ayudar“, lo que representó el segmento más grande entre las niñas, niños y adolescentes que laboran.
En segundo lugar (22.7%), está el rubro “pago de escuela o sus propios gastos“; en el tercer lugar (15.2%), “aprender un oficio“; el cuarto (12.2%), porque “no estudian u otra razón“; el quinto (11.4%), porque “el hogar necesitaba de su trabajo“; y, finalmente (7%) “porque el hogar necesitaba de su aportación económica“.
Esto, de acuerdo con la académica, es un punto de partida para regular el trabajo infantil y que los menores no sean susceptibles de explotación laboral, pues la negación de esto en el marco jurídico mexicano problematiza la situación de los millones de menores que trabajan en México.
“Debería existir un espacio (en los organismos de gobierno) en el que se escuche la voz de niñas, niños y adolescentes que están involucrados en actividades laborales ‘por gusto o por ayudar’ y, a partir de ahí, debemos mirar con lupa qué es lo que necesitan”, declaró Ruiz en entrevista para Reporte Indigo.
¿Qué dice la Ley sobre el trabajo infantil?
En el Artículo 173 de la Ley Federal del Trabajo (LFT) se especifica que los menores pueden comenzar a trabajar desde los 15 años de edad, siempre que no sean sometidos a jornadas largas, que realicen trabajos peligrosos (minería, explosivos, etc.), que carguen cosas pesadas, que presten sus servicios en lugares donde se venda alcohol o se deba laborar después de las 22:00 horas.
Asimismo, el trabajo no debe ser un impedimento para que las y los menores deban interrumpir sus estudios o que se vean privados de cualquier otro derecho, como el ocio, la recreación, la familia o el descanso. En cualquier otro caso se considera explotación o entra en la categoría de “ocupación no permitida”.
¿Está mal que un niño trabaje?
De acuerdo con el INEGI, el 13.1% de las niñas, niños y adolescentes en México trabaja, lo que equivale a una población de 3.7 millones de mexicanos entre los cinco y los 17 años con empleo. De estos, el 51.1% (1.89 millones) tienen 14 años o menos, es decir, lo hacen en una edad no permitida.
Sin embargo, la no regularización de esto abre la puerta a la explotación infantil, por lo que Tania Ramírez, directora general de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) advirtió dos señalamientos; el primero de ellos es que casi 2 millones de niños están fuera de la óptica legal para poder tener justicia social en sus empleos y que la negación no es la respuesta.
“Si nos escandaliza el trabajo infantil, nos debería de escandalizar la pobreza“, señaló Ramírez en entrevista para Reporte Indigo, quien recordó un estudio de la OIT en conjunto a la UNICEF en el que se reconoce que por cada 1% que se aumenta la pobreza en un país, al mismo tiempo crece un 0.7% el trabajo infantil.
Por lo que recalcó que, detrás del trabajo infantil, suele existir una estructura de pobreza que incentiva al menor a salir a trabajar; no obstante, también tomó distancia de la prohibición del trabajo infantil y recalcó que la mayoría de los niños opina que trabajan por gusto, por lo que planteó la posibilidad de una regulación profunda y no de la negación al trabajo.
¿Cómo impacta el trabajo infantil en la educación?
Por su cuenta, Laura Ramírez, directora de activación de agentes educativos en Mexicanos Primero, advirtió riesgos potenciales en la capacidad de absorber conocimientos en las escuelas para las niñas y niños que trabajan, así como la relación que existe entre este fenómeno con el abandono escolar.
Mientras que el INEGI documentó que el 30% de los menores que trabaja no va a la escuela, o sea 1.1 millones. Además, Mexicanos Primero sostiene que el otro 70% (el que estudia y trabaja al mismo tiempo), es decir, 2.2 millones de infantes, pueden ver comprometidas sus actividades cotidianas.
Además, ponderó que el cansancio puede afectar la presencia, capacidad de aprender y de participación en la escuela, así como otro tipo de interacciones sociales. “Difícilmente va a tener tiempo para la tarea o para investigar algo, o incluso, para jugar o convivir con sus compañeros”, declaró en entrevista.
¿Qué opinan los menores sobre trabajar y estudiar?
Reporte Indigo visitó algunos establecimientos donde se tenían identificados a menores que prestan sus servicios. Si se trataba de negocios familiares, se identificaron mecanismos implementados al interior del trabajo para cuidar sus derechos; sin embargo, cuando el padre o la madre no estaban en la cadena de trabajo, se advirtió posible explotación infantil.
Respecto al primer caso, se contactó a una familia que cuenta con un pequeño restaurante de comida en tres tiempos (comida corrida), donde las hijas de 15 y 17 años ayudan en la atención a los comensales y ellas mismas refirieron que trabajan jornadas de cinco horas y que asisten a la escuela con regularidad.
Una de ellas acababa de terminar la preparatoria y buscará estudiar arquitectura en el IPN, mientras que la otra acaba de terminar el nivel básico y busca entrar al nivel medio superior.
Asimismo, se visitó la central de abastos en la CDMX, donde se observó a un par de hermanos que ayudan en la venta de fruta, quienes afirmaron llevar sus actividades escolares con regularidad, además de practicar deportes de manera constante con sus amigos.
En ambos casos, los padres participan en el trabajo con sus hijos, confirmaron que preponderan la escuela al trabajo y que están orgullosos de su esfuerzo; sin embargo, del otro lado del espectro, se encontró el caso de los menores que trabajan en “Ciudad Huacal“, al oriente de la CDMX, quienes trabajan jornadas de 12 horas al día, los siete días de la semana, que no estudian y cuyas actividades ajenas al trabajo se limitan a descansar, pues entre la faena y el tiempo de traslados, su tiempo libre se reduce a cero.