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Una de las estrategias del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) que causan ámpula es su Programa para la Promoción Internacional de Artistas Visuales Mexicanos.
Es un recurso público que tiene la particularidad de llegar no a las manos de los creadores, sino a las de los dueños de las galerías privadas del país.
El debate es claro. Mientras hay voces que consideran que las galerías requieren este recurso para llegar a las ferias de arte internacionales y promover ahí a los artistas mexicanos a los que representan, otras advierten que no se trata más que de financiar con recursos públicos la expansión comercial de esos negocios privados.
Desde su creación en 2012, hasta hoy, el programa ha entregado a las galerías del país 22 millones 939 mil 294 pesos.
Entre las más beneficiadas hay firmas que, pese a estar bien consolidadas, tuvieron apoyos millonarios, encabezadas por Arróniz Arte Contemporáneo (2 millones 182 mil 961 pesos), OMR (2 millones de pesos) y Labor –más joven- (un millón 993 mil 979 pesos), todas ellas en la Ciudad de México.
Incluso Kurimanzutto, de las de mayor prestigio, ha recibido 1.5 millones de pesos de los contribuyentes, aunque representa a uno de los artistas mexicanos más reconocidos del mundo y que su nombre vende por sí solo: Gabriel Orozco, cuyas piezas pueden cotizarse hasta en 400 mil dólares.
En el séptimo lugar de la lista de los más beneficiados con este subsidio artístico se encuentra una galería de Guadalajara, la única de esta ciudad en el Programa: Curro y Poncho.
Esta galería, con una trayectoria mucho más corta, de apenas cinco años, representa a artistas jóvenes y locales principalmente, y ha recibido en tres ocasiones el subsidio público. Curro y Poncho se ubica en una de las zonas más lujosas de la metrópoli de Guadalajara, Puerta de Hierro, en la Torre Cube.
Sus actividades y eventos trascienden las secciones de arte y cultura, y logran llamar la atención de publicaciones como “Estamos dentro” y otras que reseñan la vida social tapatía.
En el edificio en el que se encuentra la galería, la renta del metro cuadrado puede rondar los 27 dólares al mes, más una cuota de siete mil pesos por mantenimiento.
La renta mensual por el espacio de 127 metros cuadrados de Curro y Poncho cuesta aproximadamente 62 mil pesos; la empresa artística ha sido subsidiada con un millón 254 mil 660 pesos del presupuesto público.
¿Es el programa del Fonca un impulso al arte o al lucro privado? Para la crítica de arte, Mariana Aguirre, es lo segundo.
“Es una beca para que las galerías mismas lleven -y es muchísimo dinero, son como 500 mil pesos- artistas mexicanos a ferias internacionales de arte, que es un contexto comercial. No los están apoyando para que hagan muestras en museos o intercambios culturales, se les dan 500 mil pesos -a unos más o menos- para que lleven sus obras a vender a otro lado.
“Estás dando subsidios de dinero público a ejercicios comerciales privados y lo estás promocionado como una beca de promoción de artistas” dice Aguirre, quien ya anteriormente ha cuestionado el rol de las galerías desde el espacio que ideó con el artista Javier Pulido: Kurizambutto.
El mercado
Una de las responsables de una galería que solicitó el anonimato para la entrevista, disiente.
A su parecer, para los artistas las ferias internacionales son escaparates difíciles de igualar, con secciones para autores emergentes, como Focus, en Frieze (Londres y Nueva York) y Positions, en Basilea-Miami (la más importante de América), y en donde se requiere del respaldo de una de estas firmas.
“Un artista que no tiene una galería, por más que participe en museos y tal, tiene que vender porque tiene que comer; lo siento, todo mundo se queja del mercado: ‘el mercado es una cochinada’, pero todos tenemos que comer, y eso es lo que produce.
“Un cuate que escribe ¿qué produce? Libros, y ¿qué hace con los libros? Se venden, tiene que comer y tienen que comer el librero, el editor y el autor”.
“Esas son las oportunidades de visibilidad que tienen las galerías y los artistas jóvenes, es una función vital para una galería acudir a una feria.
“Es como para los artistas ser invitado a una bienal; los comités de selección son igual de duros y exigentes para las galerías como para un artista entrar a una bienal”, dijo la empresaria.
Sí podría, sin embargo, focalizarse el subsidio, añade la entrevistada: el que haya un apoyo para las galerías emergentes más que para los grandes nombres.
La de Hilario Galguera, por ejemplo, recibió 787 mil 738 pesos, aunque representa a artistas de la talla de Daniel Buren y Damien Hirst (sus obras pueden venderse en seis millones de dólares).
Fue proyecto de esa galería la intervención de Buren al Instituto Cultural Cabañas, cuestionada, empero, por la calidad de la manufactura pese a un fondeo público de 8 millones de pesos.
En el mercado mexicano, estima la entrevistada, es posible colocar obras de artistas emergentes entre los 8 y 20 mil dólares; de mediana carrera entre los 15 y 30 mil dólares, y los consolidados de 50 a 150 mil dólares.
Otro conocedor ve el mercado de Guadalajara más aproximado entre los 2 mil y los 30 mil dólares.
Estas ventas suelen repartirse –aunque no es una regla de oro– en un 50 por ciento para los creadores y otro porcentaje igual para sus galerías.
Y aunque el subsidio debe utilizarse sólo en la renta de los stands y envío de piezas, les permite a las galerías explotar la oportunidad comercial.
“El apoyo sólo podrá utilizarse para promover artistas visuales mexicanos en las ferias o mercados internacionales en el extranjero, sin que por ello las galerías no puedan promocionar artistas de otras nacionalidades con sus propios recursos”, dice el punto III.4 de la convocatoria con que se rige el Fonca.
El costo de un stand varía, dependiendo de la feria, el tamaño y los aditamentos, pero los precios básicos pueden ir de los 8 mil a los 45 mil dólares, inversiones que llegan a doblarse para la galería si se considera el costo de producción de la obra –donde puede participar-, boletos de avión, viáticos y otros gastos.
El respaldo de la galería
Curro y Poncho ha llegado a ferias en Miami y Río de Janeiro con el subsidio público, su coordinador, Carlos Guízar, platica:
“Esto sirve mucho para que el público que no conocía la galería, que no conocía a los artistas, que realmente es todo.En Río nadie nos conocía casi, muy pocos, y ese tipo de cosas nos ayuda mucho a que nuevos museos, colecciones, curadores, conozcan a los artistas que tenemos, que son de 30 a 45 años”.
Sin ventas y un sostenimiento económico los artistas simplemente no pueden seguir con su producción, y las galerías, apunta, son vitales para su introducción al mercado del arte.
“Las becas son importantes si se usan bien para que el artista siga creciendo su trayectoria, pueda seguir trabajando, pregúntale a los artistas, producir las cosas cuesta una lana y pintar un cuadro dura semanas; lo que veo como galería entre el artista y el apoyo es que sí funciona, sí ha servido para que los artistas sigan su trayectoria”.
Al término de la feria, explica, el Fonca les exige la comprobación del gasto, un informe de resultados obtenidos, y su participación en el Programa de Retribución Social, con donaciones o actividades de beneficio comunitario.
“Deberían no necesitar una galería para subsistir, en realidad hay mil artistas para 10 galerías; espero que las redes sociales, Internet y demás (sirvan), pero la galería sigue siendo y seguirá siendo algo que te presenta con más seriedad, que tiene un respaldo, los coleccionistas pueden confiar cuando compran un artista que está en una galería a que va a continuar, que la galería lo va a seguir apoyando”.
La obra de los artistas que han llevado a las ferias abarca firmas como las de Francisco Ugarte, Javier Rodríguez, Luis Alfonso Villalobos, Alejandro Almanza, Gabriel Rico y Octavio Abúndez; con excepción de Almanza, todos los demás trabajan en Guadalajara.