Sobrevivir la ausencia que deja la desaparición forzada

Desde el gobierno y la ciudadanía se deben acompañar los procesos de incertidumbre y dolor que viven los familiares de las personas desaparecidas, ya que reconocer estos duelos es fundamental para evitar la revictimización y lograr la reparación del daño
Karina Vargas Karina Vargas Publicado el
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La noche del 26 de septiembre de 2014 se abrió un capítulo negro en la historia de México que continúa escribiéndose y vincula dos temas de suma relevancia, la desaparición forzada y la impunidad.

Ocho años después del crimen de Estado, se anunció la detención del exprocurador General de la República, Jesús Murillo Karam, responsable de la denominada “Verdad Histórica”.

La captura de quien fuera parte del gabinete del expresidente Enrique Peña Nieto, se dio un día después del informe presentado por la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia en el caso Ayotzinapa, donde se dio a conocer que autoridades federales, estatales y municipales estuvieron involucradas en lo sucedido y en el homicidio de al menos otras seis personas, incluidos dos soldados, y de que se confirmara que funcionarios de los tres niveles de gobierno trataron de ocultar lo sucedido.

A pesar de lo ocurrido en Iguala con los estudiantes de la Normal Isidro Burgos, las desapariciones en el país han superado la cifra de las cien mil personas no localizadas y el Gobierno federal ha decidido poner en manos de las Fuerzas Armadas la seguridad pública.

La maestra en antropología física y coordinadora de la especialidad en antropología forense de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), Guadalupe Judith Rodríguez, señala la importancia de reconocer los procesos de duelo que transitan los familiares y conocidos de los desaparecidos para sensibilizar a la población, pero, sobre todo, a las autoridades.

“En verdad espero que antes de salir a dar esa declaración se hayan reunido con las familias para explicarles por qué se piensa que no es posible que sigan con vida los estudiantes, que hayan tomado en cuenta todas las recomendaciones en relación al acompañamiento.

“Si no se les notificó de manera digna, en un espacio íntimo y de seguridad, podríamos hablar de una revictimización y, nuevamente, sería un punto en contra en la forma de abordar esta situación”, afirma sobre lo dado a conocer el 18 de agosto por el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación (Segob), Alejandro Encinas, acerca de los avances en la investigación de los estudiantes desaparecidos

En la presentación de los datos, el funcionario destacó que “la llamada ‘Verdad Histórica’ del Gobierno de Peña Nieto es el resultado de una acción concertada del aparato organizado del poder. De haber intervenido se habría evitado la represión y el asesinato de los estudiantes”.

‘Todos somos desaparecibles’, especialista sobre desaparición forzada

Desde el ámbito forense la especialista indica que en las últimas décadas ha habido un aumento en cómo se maltratan los cuerpos para evitar que las personas sean identificadas.

“¿Qué pasa con ese cuerpo que no está, pero se percibe?, ¿cómo lo abordamos?”, expresa.

En su tesis “Cuerpo ausente y desaparición forzada, una propuesta teórica desde la antropología física”, Guadalupe Rodríguez precisa que si anteriormente la desaparición forzada era una herramienta desde el poder para eliminar disidentes políticos, hoy cualquier persona puede ser víctima de este crimen.

Asimismo, explica las otras modalidades de desaparición: voluntaria, cuando la persona evita tener cualquier tipo de contacto con su círculo cercano, y puede ser provocada por problemas socioeconómicos; involuntaria, cuando la persona se ve impedida a regresar a su casa a consecuencia de un trastorno mental o deterioro cognitivo; accidental o circunstancial, originada por algún fenómeno natural o un accidente catastrófico; e intencional, cuando la persona pudo ser presa de un delito como secuestro, extorsión u homicidio, y los perpetradores deciden deshacerse de cualquier evidencia física.

“Desde 2006, en gran parte de nuestro país, la acumulación de ausencias y la falta misma de explicaciones de estas originó que se empezara a hablar sobre desaparecidos: eran personas que sin explicación eran levantadas, ya sea por civiles o por miembros del propio Estado: policías municipales, estatales, federales, marinos, Ejército, entre otros.

“Estos levantados no aparecían, se desconocía su paradero, no se sabía por qué se los habían llevado, ¿quién?, ¿para qué? Y, sobre todo, no se sabía cómo nombrarlos ante las autoridades. Además de la tardanza para levantar la denuncia, las familias se encuentran con frases que banalizan, minimizan y ridiculizan el hecho”, indica la publicación reconocida con el premio Javier Romero en 2019.

En mayo de 2022, el Informe de Seguimiento a las Observaciones Finales del Comité contra la Desaparición Forzada (CED, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas y el Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias subrayó el problema que representan las más de 100 mil desapariciones registradas oficialmente en el país.

“La cifra habla por sí sola y es una advertencia inequívoca. La desaparición forzada de personas en México es un problema de todos: de la sociedad en su conjunto y de toda la humanidad. Sus familiares y personas allegadas también sufren. Todos son víctimas”, señaló el CED.

La antropóloga Guadalupe Rodríguez expresa que si por cada persona ausente o que ha sido desaparecida, diez individuos más se ven afectados (amigos, conocidos, familiares, compañeros de trabajo, etc.), la crisis roza números críticos en materia de salud pública por la incertidumbre y el estrés permanente de quienes viven la ausencia.

Si por cada persona ausente o que ha sido desaparecida, diez individuos más se ven afectados, la crisis roza números críticos en materia de salud pública por la incertidumbre y el estrés permanente de quienes viven la ausencia

“¿Qué hacemos o qué pasa con estas personas que están sufriendo porque no saben dónde está uno o varios de sus seres queridos, no saben si va a regresar, no saben si está vivo, no saben si está muerto. Esto genera malestares en el cuerpo, problemas de presión, duelos que están sin trabajarse.

“Había una mamá que nos narraba que desde que su hijo fue desaparecido, ella tuvo hipertensión, empezó a tener diabetes, tuvo un preinfarto. Estos niveles de ansiedad que estamos viviendo por supuesto van a tener una manifestación, porque vivir de forma permanente en estrés y no es sano”, menciona.

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