Sin remedio contra el peligro
Atrapados entre el crimen organizado y una ciudadanía sin servicios médicos de calidad, ser doctor se ha convertido en una profesión cada vez más peligrosa. La violencia en el país y el escaso presupuesto invertido en salud han demeritado una figura de respeto convirtiéndola en un mero instrumento
Ernesto Santillán[kaltura-widget uiconfid=”38045831″ entryid=”0_ne2ymlnj” responsive=”true” hoveringControls=”true” width=”100%” height=”75%” /]
Vestir de bata blanca en México dejó de ser un distintivo de prestigio. Ahora es un peso, una maldición, una preocupación más. Es la motivación perfecta para permanecer alerta mientras caminas por la calle, durante un largo viaje en el transporte público, para acelerar el paso al cruzar un callejón oscuro.
A lo largo de los últimos 5 años, la violencia en contra del personal de salud, especialmente los médicos que se encuentran realizando su servicio social, ha repuntado a niveles preocupantes.
Los ataques no se limitan únicamente a los doctores o a quienes aspiran a conseguir este título. Enfermeras y ayudantes cuyas labores están relacionadas con esta profesión también suelen ser víctimas de la crisis de inseguridad que azota al país.
Entre el personal de salud han distinguido principalmente a dos tipos de agresores: delincuentes pertenecientes a grupos del crimen organizado y ciudadanos enfurecidos por la falta de insumos, infraestructura o celeridad en la atención médica que requieren.
Olvidados por las instituciones a las que representan, tanto en el ámbito privado como público, e ignorados por las autoridades encargadas de impartir justicia y velar por la seguridad de la ciudadanía, ser médico o aspirar a serlo se vuelve cada vez una tarea más complicada, pues los exámenes y los largos años de estudio han pasado a ser un reto menor cuando lo mayor preocupación es la inseguridad que enfrentan a la hora de llevar a cabo sus labores.
De acuerdo con Julio Bueno, médico anestesiólogo y uno de los fundadores del movimiento Yo soy Médico 17, la organización ha contabilizado en lo que va del año más de 60 casos de agresiones contra personal de salud y por lo menos 40 asesinatos.
A pesar de que los casos se reportan ante las autoridades, éstas no han implementado ninguna estrategia que garantice la seguridad de los médicos, estudiantes o enfermeras.
“Al gobierno claramente no le interesa. Los ataques han escalado en cantidad y también se han vuelto cada vez más agresivos. Antes lo único que nos preocupaba eran los robos y asaltos. Ahora somos víctimas de amenazas, secuestros, ejecuciones e incluso tortura y mutilamientos. Parte de lo que estamos viviendo es un reflejo de lo que está pasando en la sociedad actualmente”, relata consternado Julio.
En la página oficial de Yo soy Médico 17 se pueden ver decenas de publicaciones donde se exhibe la violencia que el personal de salud está viviendo. Desde fotos de médicos que fueron a dar consulta a la casa de algún paciente y nunca más regresaron a sus hogares, hasta noticias de doctores cuyos cuerpos sin vida fueron encontrados en condiciones deplorables.
Uno de los casos más recientes que impactó al gremio de la salud fue el secuestro y asesinato del doctor especialista en neurocirugía, David Casanova López, cuyo cuerpo semidesnudo fue encontrado en un canal de aguas residuales en el municipio de Fortín de las Flores, Veracruz, con evidentes huellas de tortura, pues su cuerpo fue marcado con una “Z” utilizando un instrumento punzocortante.
El papel del narco
Cuando se trata de secuestros, tortura y ejecuciones los grupos del crimen organizado son los que mandan. Sin embargo, estas prácticas se han extendido dentro de la población convirtiendo al gremio de la salud en uno de sus principales objetivos.
“Nuestros conocimientos como médicos se ha vuelto un tema muy cotizado dentro del narcotráfico. Debido a los constantes enfrentamientos que se suscitan entre los distintos grupos criminales es común que requieran de personal que cure y atienda a sus heridos.
Los criminales no pueden asistir a una clínica o a un hospital oficial para ser atendidos ya que por obligación los médicos debemos notificar a las autoridades cualquier caso de violencia como parte de nuestro protocolo de actuación”, explicó el doctor Raúl quien prefiere permanecer en el anonimato
Así que quienes se ven involucrados en este tipo de situaciones y requieren de atención médica secuestran médicos para que éstos cumplan con sus necesidades y así evitar ser denunciados.
“El médico ha dejado de ser una figura de respeto para convertirse en un mero instrumento”, comenta el doctor Julio Bueno.
El problema es que los criminales no solamente los secuestran, los obligan a brindar sus servicios y luego los liberan, sino que en muchas ocasiones su vida depende de los resultados de sus servicios: si la persona a la que se les pide que atiendan sobrevive entonces es probable que ellos también conserven su vida.
Pero si la situación se torna difícil y se ven imposibilitados para salvar al paciente, ellos también son ejecutados por no cumplir con lo que se les ordenó y es cuando se dan casos como el del doctor Casanova, en Veracruz.
Otra de las situaciones a las que los doctores comúnmente se deben de enfrentar y que ponen en riesgo su integridad, sobre todo para quienes trabajan en estados de la República en donde la violencia del crimen organizado se ha masificado, son las constantes balaceras y amenazas.
Durante la marcha que se dio en Veracruz para exigir justicia por el asesinato del presidente del Centro Nacional de Neurocirugía, diversos médicos narraron testimonios de cómo ellos habían sido amedrentados o les había tocado dar consulta en medio de un enfrentamiento entre grupos criminales.
De acuerdo con los testimonios las amenazas se daban principalmente cuando se encontraban atendiendo a un herido y llegaba otra persona del cártel rival y les exigía que lo dejaran de atender o de lo contrario lo pagarían con su vida, una situación que pone a los doctores entre la espada y la pared pues ellos están obligados a atender a quien lo necesite sin discriminar por ningún motivo.
Cuando la situación se tornaba más radical, muchas veces ni siquiera se les amenazaba o pedía abandonar al paciente. Simplemente el grupo rival entraba a rematar al herido lo que llegaba a derivar en una balacera dejando en un estado de indefensión al personal médico.
El peligro del servicio social
El momento en el que mayor peligro enfrentan los médicos, pero sobre todo los estudiantes que aspiran a convertirse en doctores, es cuando realizan su servicio social.
Por obligación, todo estudiante de medicina debe realizar esta tarea a lo largo de un año sin importar si los estudios los realizaron en una universidad privada o pública para poder certificarse como médicos generales y después, si así lo desean, poder apuntar a estudiar una especialidad.
De acuerdo con el sistema de salud las plazas para llevar a cabo este servicio se dividen en A, B y C dependiendo del horario y la zona que se les asigne.
De las tres opciones la más peligrosa es la C, pues esta designación corresponde a una clínica en una zona rural, por lo general alejada de una ciudad grande, y donde el médico pasante debe permanecer toda la semana para atender a la gente del lugar.
“A las universidades poco les importa si el lugar que se te asigna es inseguro. Ellos tienen que cumplir con el envío de doctores y listo”, comenta el doctor Rafael, quien pidió su apellido no fuera revelado por temor a sufrir represalias al interior del hospital donde labora.
La situación que viven los médicos que se encuentran llevando a cabo el servicio social es complicada por muchos factores. Aunque su preocupación no siempre son los grupos del crimen organizado, ellos se enfrentan a una población que muchas veces los agrede e incluso atenta contra sus vidas por la situación de abandono en la que la Secretaría de Salud mantiene muchas de las clínicas.
“El deficiente sistema de salud en México ha demeritado nuestro trabajo y no sólo eso, también nos ha puesto en riesgo”, comenta el doctor especialista en pediatría Alejandro Covarrubias y uno de los fundadores de la organización Ni Una Bata Menos.
De acuerdo con su testimonio, la carencia de servicios de salud de calidad y gratuitos en el país ha hecho de la ciudadanía uno de los principales agresores de los médicos.
“La gente no entiende que nosotros estamos ahí para ofrecer un servicio el cual se encuentra muy limitado por la carencia de infraestructura, medicamentos y material para atender a las personas que lo requieren.
“¿Cómo vamos a ser capaces de atender un parto cuando muchas veces no contamos ni con un suero para canalizar a la mujer embarazada que lo requiere?”, pregunta el médico indignado.
Sin embargo asegura que a la gente eso no le importa. Quienes solicitan los servicios de salud muchas veces piensan que son los médicos quienes restringen los medicamentos o se niegan a dar un servicio cuando la realidad es que la Secretaría de Salud no surte las medicinas suficientes y los servicios que solicita la población son imposibles de atender en las condiciones en las que se encuentra la clínica.
Ahí es cuando vienen las agresiones. Los pacientes necesitados en ocasiones simplemente se desquitan con insultos. Pero hay otros casos en los que los ataques se tornan físicos, comenta el doctor.
Uno de los casos más impactantes fue el de la doctora Violeta Domínguez. En 2014 ella fue enviada por parte de su universidad a un poblado en Chihuahua llamado Tomochi, ubicado en la Sierra Madre Occidental en el municipio de Guerrero y famoso por sus aguerridos habitantes.
La doctora relata que desde el momento en el que llegó sintió que corría peligro. Al salir a la calle era común escuchar comentarios como “hay que darle un sustito a la nueva doctora para que sepa cómo son las cosas aquí”.
La clínica en la que se encontraba estaba en condiciones deplorables. La luz se iba cada dos o tres días y el agua caliente es un lujo del que aprendió a prescindir. Sin embargo, esos temas se convirtieron al poco tiempo en la menor de sus preocupaciones.
A las pocas semanas los pobladores del lugar se dieron cuenta que la doctora se encontraba completamente indefensa y decidieron hacer de las suyas.
Los fines de semana, días de descanso de Violeta, los habitantes de Tomochi llegaban borrachos a la clínica donde ella residía y la obligaban a atenderlos o amenazaban con golpearla, abusar de ella e incluso despojarla de su vida.
Al percatarse de la situación la doctora avisó al administrador de la clínica y a su universidad, pero fue ignorada.
Después de tres meses en el lugar se dio una situación que le cambió la vida para siempre.
Un sábado por la tarde llegó un oficial con dos heridas de arma blanca en el estómago. Ante la falta de equipo para atenderlo, la doctora pasante llamó a una ambulancia para trasladar al paciente a Ciudad Cuauhtémoc, la cual se encuentra a dos horas de camino de Tomochi y pudiera ser atendido correctamente.
Sin embargo, ante la impaciencia de los pobladores y la incapacidad de la doctora para curar al herido la situación se tornó cada vez más violenta. La gente del lugar exigía que la doctora atendiera y salvara al oficial ahí mismo; una tarea imposible de llevar por las condiciones de lugar.
La violencia escaló al punto en que intentaron linchar a la doctora. En ese momento, por fortuna llegó la ambulancia y Violeta pudo salir de ahí.
Al día siguiente de los acontecimientos otro de su compañeros que se encontraba en la clínica le advirtió que no regresara al lugar porque los locales tenían toda la intención de agredirla si la volvían a ver.
Fue hasta ese momento que las autoridades escolares autorizaron reubicarla a otro centro para que pudiera concluir su servicio.
Autoridades omisas
Después de cientos de quejas y casos registrados de agresiones al personal médico, en 2016 se llevó a cabo una marcha de protesta a nivel nacional para exigir a las autoridades se resuelva la situación de violencia al que se enfrenta el gremio de la salud.
En aquella ocasión, líderes de organizaciones como Yos soy Médico 17 lograron reunirse con José Narro Robles, actual secretario de Salud en México.
Frente a él dieron a conocer su peticiones y exigencias. Entre ellas se encontraba la instalación de un botón o teléfono de emergencia en las clínicas ubicadas en regiones de riesgo o en aquellas con antecedentes de ataques a médicos.
También se le pidió que se facilitaran los trámites para reubicar doctores que habían sufrido agresiones o amenazas.
A todo esto, de acuerdo a lo que relata el doctor Julio Bueno, el secretario de Salud accedió.
Al día de hoy ninguna de estas peticiones se han cumplido. Ahora las universidades han decidido tomar medidas que revictimizan a sus alumnos en un intento por garantizar su seguridad.
Tal es el caso de la FES Iztacala en donde a los estudiantes de medicina se les pide que ya no usen la bata o se vistan de blanco para asistir al colegio. Ya que esto los ha convertido en un blanco.
La Universidad Autónoma del Estado de México se encuentra considerando implementar la misma normativa ante la creciente violencia contra los médicos.
Mientras tanto la cifra de doctores agredidos continúa en aumento. Y lo que alguna vez fue considerada una de las profesiones más nobles y respetadas en México ahora es vista como un peligro para todos aquellos que la practican.