Sin redignificación integral de comunidades indígenas

Quitar estatuas de colonizadores o cambiar el nombre a lugares es una parte de lo que se debe hacer si en realidad se quiere reivindicar el pasado indígena de la ciudad y el país; también se deben implementar políticas públicas, dicen expertos
David Martínez David Martínez Publicado el
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Los esfuerzos por la redignificación del pasado de las comunidades indígenas de la Ciudad de México son insuficientes y se han quedado en acciones simbólicas, consideran especialistas.

Durante los últimos años y principalmente en este 2021, el Gobierno de la Ciudad de México ha anunciado el cambio de nombre de avenidas, el retiro de estatuas, la colocación de nuevos monumentos y festividades con temáticas de la época prehispánica. No obstante, los indígenas siguen siendo discriminados.

Según datos de la Encuesta Sobre Discriminación (EDIS) 2018, del Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación (COPRED) de la capital, este sector poblacional está entre los 10 que más padecen exclusión a nivel local.

Por ello, especialistas opinan que en este 12 de octubre Día del Encuentro Entre Dos Mundos, anteriormente llamado Día de la Raza, las medidas para que los indígenas sean tomados en cuenta y atendidos son escasas: no es suficiente con la construcción de monumentos y que se renombren las calles.

Los cambios y el debate

El 12 de octubre de 1492 se conmemora la llegada de Cristóbal Colón a América, que ocasionó, años más tarde, el arribo de los conquistadores españoles al entonces imperio Mexica. Desde entonces, ese día se celebra el Día de la Raza por el mestizaje que hubo entre ibéricos e indígenas.

Sin embargo, según el artículo “Día de la Raza y el Nuevo Mundo” de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a partir de 1980 se dio un debate sobre el concepto de Día de la Raza y el nombre oficial en el país cambió a Día del Encuentro de Dos Mundos. Mientras que organizaciones y comunidades indígenas comenzaron a llamarlo el Día de la Resistencia Indígena.

Ese fue uno de los primeros cambios que se han hecho para reivindicar el pasado indígena y el México prehispánico.

El primero de los cambios más recientes en ese mismo sentido fue el retiro de la estatua de Cristóbal Colón de la avenida Reforma por parte de la administración del Gobierno capitalino en octubre de 2020.

Después, el 27 de julio de 2021, se modificó oficialmente el nombre de la Plaza del Árbol de la Noche Triste a la Plaza de la Noche Victoriosa, para que en lugar de que se conmemore la retirada de Hernán Cortés de México-Tenochtitlán, se celebre que el tlatoani Cuitláhuac venció militarmente a los españoles y los obligó a dejar la ciudad.

Mientras que en agosto de 2021, al cumplirse 500 años de la caída de México-Tenochtitlán, el Gobierno de la ciudad construyó una réplica del centro ceremonial, Huey Teocalli, en el Zócalo de la capital para realizar un espectáculo de videomapping alusivo a la resistencia de las culturas originarias.

Por otra parte, el 19 de agosto pasado, la Calzada México-Tacuba cambió de nombre a Calzada México-Tenochtitlán porque antes de ser nombrada por los conquistadores españoles, era la vía más importante para el tránsito de los mexicas.

Aunado a esto, también se cambió el nombre de la estación de la Línea 2 del Metro de Zócalo a Zócalo-Tenochtitlán.

Monumentos sin políticas para pueblos indígenas

Cambiar nombres de avenidas, quitar monumentos que recuerdan el colonialismo y llevar a cabo eventos para conmemorar a los indígenas no es suficiente para redignificarlos porque en la actualidad no se atiende de manera integral a los habitantes de las poblaciones originarias de la ciudad, dice la especialista en estudios sociales y académica de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Margarita Umaña.

“El reconocimiento monumental visibiliza y no está mal, pero si lo que se quiere es atenderlos y reivindicarlos, lo que en efecto hay que hacer no son monumentos, es reivindicar la lengua, realizar políticas públicas y programas sociales”
Margarita UmañaEspecialista en estudios sociales y académica de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM

Umaña explica que si se quiere romper con una tradición oficialista, la política pública es lo más efectivo.

“Para romper con el oficialismo hay que meterse en el tema de política pública, si no, nos quedamos con una parte bastante perversa, donde solo hay esa reivindicación simbólica pero no real”, comenta.

Históricamente, los indígenas en la capital han sido víctimas de discriminación. Una muestra de ello es que en las dos últimas Encuestas Sobre Discriminación del COPRED, la de 2013 y la de 2017, se mantienen como el grupo social más afectado por la exclusión social y el rechazo.

Además, a nivel local, movimientos como el Popular Revolucionario Emiliano Zapata (UPREZ) han denunciado durante el 2019 y el 2020 que existe una discriminación sistemática contra los indígenas y se les han negado derechos básicos como el del trabajo, al no asignarles espacios para comercializar sus productos, y de la vivienda por no crear políticas que atiendan sus necesidades.

Borrar pasado incómodo

Lo que se ha hecho en el caso específico de la estatua de Cristóbal Colón es controvertido porque más que redignificar el pasado indígena, parece que se quiere borrar un fragmento incómodo de la historia, señala la especialista de la UNAM.

Sin embargo, si las autoridades quieren que tenga otro significado, no solo deben quitar el monumento sino también crear una nueva forma de interacción porque es un punto de referencia geoespacial de la ciudad, donde las personas se encuentran o tienen recuerdos.

Entonces deben hacer lo que se ha hecho en otros casos en el mundo, cuando se cambian nombres o quitan monumentos por algún motivo social o de derechos humanos, no solo se retira la estatua o la efigie, sino que se crea una forma de convivencia a su alrededor.

“Cuando se quiere reescribir la historia de un espacio, no basta con el cambio de nombre, hay que revisar casos como los apartheid en Sudáfrica o el Holocausto Nazi en Alemania, en donde los espacios se convirtieron, pero se hicieron memoriales y actividades que hicieron otro tipo de interacción”, comenta.

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