Acordaron que no les darían trato de fuerza política y lo cumplieron. Ayer, la Coordinadora de Trabajadores de la Educación (CNTE), “los anarquistas”, los del SME y grupos afines fracasaron en sus intentos de presión.
Y es que no pudieron tomar la sede de Los Pinos como la habían prometido, tampoco la Cámara de Diputados, los granaderos los corretearon hasta el Zócalo y de paso se aprobó la Ley del Servicio Profesional Docente.
El Gobierno Federal, apoyado por el del DF, armó un dispositivo de seguridad que impidió a los más de 9 mil manifestantes que tomaron la ciudad cualquier margen de negociación.
Por eso, los maestros anunciaron “una insurgencia magisterial”. El líder de la sección 9 del DF, Francisco Bravo, aseguró que las acciones reactivas comienzan este miércoles.
En entrevista detalló que consisten en desconocer la ley aprobada como punto único en el inicio del periodo ordinario de sesiones, así como una serie de movilizaciones en 22 estados de la República.
Previo a dicho anuncio, los maestros y anarquistas tomaron las principales calles de la ciudad capital durante más de seis horas. Tiempo donde protagonizaron un sin fin de enfrentamientos con la Secretaría de Seguridad capitalina.
Golpizas, palazos, empujones y hasta petardos fueron la constante en los alrededores del Congreso de la Unión, hasta que los granaderos aventajaron a los manifestantes y los obligados a regresar al campamento que tienen en el zócalo.
La tarde estuvo plagada de momentos de tensión. La Presión de algunos diputados y de los líderes magisteriales puso en jaque a las autoridades, quienes al último se lograron imponer.
Jaloneos y resultados
Desde su reunión de grupo parlamentario del 26 y 27 de agosto en el Centro Banamex hubo tres voces que marcaron una defensa férrea a los integrantes de la CNTE.
Se trata de José Ángel Ávila, Martha Lucía Mícher y Aleida Alavez, quienes propusieron respaldar en todas las acciones de protesta de los maestros, sin limitantes.
Así lo detallaron fuentes consultadas por Reporte Indigo, luego de que el diputado Fernando Belauzarán propuso poner un alto a los excesos de los disidentes magisteriales. En su cuenta de Twitter habló de este tema.
Los legisladores que respaldan la postura de los maestros también se vieron involucrados en la defensa de los anarquistas detenidos durante el 1 de diciembre pasado.
La división del PRD no cambió de posición, pues los afines al jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera y “los chuchos” acordaron desde el medio día de ayer apoyar la propuesta de que se aprobara ya, la Ley del Servicio Profesional Docente.
El saldo preliminar de las protestas dejó: detención de 15 anarquistas y múltiples quejas ante la Comisión de Derechos Humanos del DF por agresiones menores.
Tambores de guerra
El sol a plomo disminuía la postura de los uniformados. También la oleada de consignas que lanzaban los maestros y hasta los flashazos de los medios de comunicación en los alrededores del Congreso de la Unión.
Todos llevaban más de dos horas sin retroceder un solo centímetro del asfalto ardiente. Así, de frente a frente y con los rostros cubiertos, unos por cascos azules y otros por mascadas, paliacates o pasamontañas.
Los uniformados colocaron una fila más de policía montada. El movimiento de los caballos anunciaba el comienzo de una batalla; un escurrido profesor de bigote y patilla tupida entendió el reto.
“¡Compañeros!”, gritó. “Les pedimos a los anarco que se mantengan en orden y que si quieren enfrentar a las fuerzas represoras, lo hagan, y que nosotros los vamos a respaldar”. Se escuchó desde el megáfono que portaba en la mano.
Los ademanes de provocación comenzaron. La formación de los escudos respondió el reto.
La segunda fila de maestros y afines apuntaba con botellas y piedras. Desde la fonda “La Tapatía”, la única abierta y ubicada en la esquina del conflicto la policía capitalina operaba.
El radio de uno de los mandos explicaba: “traen petardos; ya van comenzar”. “A huevo”, dijo el regordete funcionario; “vámonos”, gritó y salió con su personal al campo de batalla.
Los jóvenes encapuchados preparaban los cohetones mientras sus compañeros golpeaban sus piernas como si fueran tambor. ¡Boom! Se escuchó una, dos… siete veces.
Dos petardos estallaron en los pies de un grupo de granaderos. Por inercia saltaron. Algunos cayeron y otros se cubrían con los escudos ante la lluvia de proyectiles.
Las rocas y botellas alertaron a todos los presentes. Fotógrafos y funcionarios se agazapaban sin dejar de avanzar. Los uniformados reaccionaron y trataron de capturarlos.
Fueron pocos los que se rezagaron: el precio de dejarse alcanzar fue una fuerte golpiza. Los maestros se vieron superados; decidieron rendirse y mandar a la retaguardia a su grupo de choque.
“Váyanse para atrás, si no los van a capturar”, decían una y otra vez a los anarquistas. Los líderes también espetaban a los uniformados: “¡Ya cálmense! venimos en paz”.
El jefe Apolo ordenó calma a sus pupilos y ellos obedecieron. A cambio, tuvieron que regresar al campamento del Zócalo sin más desorden.
Seis horas antes (11:00 horas) salieron dos marchas: una a San Lázaro orquestada por los anarquistas, miembros del 132 y del SME. La otra, del CNTE con dirección a Los Pinos.
La primera marchó por avenida Juárez y Eje Central. Ahí se registraron los primeros conatos de bronca con granaderos. Los maestros tomaron Paseo de la Reforma bajo un fuerte dispositivo de seguridad.
Un rumor de que había órdenes del presidente Enrique Peña Nieto de que la Cámara de Diputados tenía que aprobar la ley ese mismo día los hizo renunciar a deseos de tomar la sede de Los Pinos.
Marcharon por Niza y luego Avenida Chapultepec hasta llegar al Eje Central, donde los anarquistas los esperaban al grito de “¡Ya están, aquí los maestros que vinieron a impedir!”
Y partieron rumbo al Congreso de la Unión, donde fueron encapsulados por un fuerte operativo de seguridad, donde más tarde se registró el zafarrancho que obligó a los maestros a resguardarse en su campamento.
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