Cerca de las 19:00 horas y hasta la una de la mañana del otro día los alrededores del Metro Revolución en la Ciudad de México se vuelven su zona de confort.
Sus tacones de 15 centímetros con suela transparente, un vestido muy pegado color verde envuelve ese cuerpo de 1.72 metros de piel morena y complexión delgada. La bolsa de mano que carga es ignorada por aquellos hombres que al acercarse fijan su mirada en ese par de senos que se asoman.
“Pss pss, ven bebé ¿Vamos al hotel?”, dice Koral, una mujer transexual de 30 años que ejerce la prostitución a las afueras de esa estación. Hombres altos, bajos, solteros y hasta casados figuran en la lista de sus clientes. Sin pena en su rostro una voz con un tono aún varonil asegura que “ser transexual es cada vez más común en el país solo que la misma sociedad se niega a reconocerlos como a cualquier ser humano”.
Originaria de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas a sus 25 años abandonó a su mamá Lucía y a su hermanito Manuel de cinco años, sin embargo, de su padre Ernesto desea mejor no hablar. Aunque su verdadero nombre es Carlos Esquivel, se presenta como Koral.
Cara al Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, ella insiste que la comunidad Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Transexual, Travesti e Intersexual (LGBTTTI) ella insiste que se debe salir a defender lo de “que sí es defendible como la lucha por ser reconocidos como todos”.
“Desde que era más joven padecí grandes humillaciones. En casa, por ejemplo, mi papá era mecánico, pero antes ser como me ves yo tenía que ocultar mi gusto por los hombres. Me decía ‘Carlos, ¿ves a esos dos que se están besando? Están enfermos ¡Son putos!’ solo que fue incomodo porque en ese entonces yo empezaba a sentir que me gustaba un amigo de la secundaria y por eso nunca me atreví a decírselo”.
Mala imagen
Considerada por ella misma como una persona que le gusta mucho viajar y que dejó la carrera de técnico en Sistemas Computacionales ante el acoso de sus compañeros al enterarse que le gustaban los hombres, Carlos Esquivel se mudó con una tía cerca de la colonia Moctezuma, en la delegación Venustiano Carranza.
Durante los primeros meses de estancia aquí decidió buscar empleo. “Me dediqué a buscar trabajo que tuviera que ver un poco con lo que sé, pero ninguna empresa me aceptó porque me veían un poco ‘rarito’ por mi voz y que eso no sería bueno para la imagen de la empresa”.
De acuerdo con el Comité de Violencia Sexual de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, en México al menos seis de cada 10 personas son discriminadas por ser homosexuales o pertenecientes a la comunidad LGBTTTI.
Posteriormente un restaurante en la colonia Narvarte lo aceptó como mesero. Aquí laboró al menos un año. El dinero recolectado lo fue ahorrando para dos fines: enviarle dinero a su mamá y operarse para ser mujer.
Confirma que sí tenía “un poco de miedo saber que algo podría salir mal en la operación”, pero “pudo más la seguridad como una persona declarada homosexual”.
“Yo quería verme como lo que siempre quise ser. Usar vestidos y estar sexy para algún hombre que aunque no soy una mujer por naturaleza tengo más pegue que otras y no falta el chavo que me voltee a ver”, asegura con entre risas breves.
De primer momento el cambio representó un impacto en su familia que estaba acostumbrada a Carlos, “el ingeniero de la casa”, pero ello no representó problema alguno. Su mamá y hermanito, asegura, la adoran como una gran hija. Excepto su padre quien no aceptó el hecho de ver a su hijo vestido así y con aspectos de mujer.
Datos del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) indican que en el país 77.1 por ciento de las personas están a favor de vivir con un familiar homosexual mientras que 15.4 por ciento no.
Una encuesta del GCE reportó que seis de cada 10 mexicanos opinaron que es positivo que los homosexuales manifiesten su inclinación sexual contra un 19.9 por ciento que cree que no.
¡Vas con un puto!
Sin embargo, en el restaurante donde laboró esta transformación ya no fue permitida y tuvo que renunciar. Koral, quien decidió ser reconocida ya como una mujer, comenzó a buscar nuevas oportunidades, pero solo encontró un lugar como sexoservidora.
Cuenta que durante una marcha por el reconocimiento de los derechos de las personas homosexuales se hizo de varias amistades, una de ellas es Almendra quien empezó a decirle que podría ganar dinero seguro y en grandes cantidades “por ser bella”.
“Veía como mis amigas contaban el dinero y les iba bien, no tanto mi gusto por estar con los hombres. Sin embargo, ya trabajar en esto es muy difícil porque a veces te encuentras con cualquier maniático que te quiere hacer cosas que una no quiere. Me ha tocado algunos que me han querido golpear, van drogados y eso es tan difícil. No es como lo pintan”.
Entre otros “problemas del negocio” a veces es la disputa con las prostitutas que sí son mujeres ya que “la mayoría sí son muy celosas al grado de que a veces les gritan a los clientes: ‘¡Vas con un puto!’, pero ellos están conscientes y no les importa”.
“Es que además nosotras nos préstamos a charlar, que sea más en confianza todo. En cambio, la mujer sólo abre las patas y listo. Ellas lo hacen al ver que entramos más veces al hotel. Creo que las mujeres que se dedican a esto ya se devaluaron mucho, al grado de que se rebajan hasta por 100 pesos. A mis clientes los trato bien, les ofrezco servicios que no hace cualquiera, conmigo cumplirán hasta sus últimas fantasías”.
Koral platica a Reporte Índigo que “en el negocio de la prostitución trans hay de todo”. Por ejemplo que algunos hombres tienen necesidades emocionales que sólo satisfacen al usar ropa de mujer cuando piden que los vistan como ellas.
“Igual y son gays, pero allá ellos cuando no lo aceptan. Yo por ejemplo, tengo definido lo que soy; no me ando matando la cabeza de que hoy sí me quiero vestir o mañana no. Y sé lo que es mi vida, lo que soy y seré siempre”.
Explica que el tiempo con un cliente es de 20 minutos y el costo oscila entre 300 y 500 pesos dependiendo de lo que le pida, pero “besos en la boca no, en el cuerpo lo que quieran, sin embargo, el costo del cuarto del hotel es aparte”.
“No se puede más tiempo, porque en el hotel luego nos vienen a tocar la puerta, esto por lo mismo de que han pasado muchas desgracias. Por ejemplo, hubo casos de amigas que las mataron en el cuarto, les han pegado y las han acuchillado.
“Una vez un cliente me quiso violar, tenía mucha fuerza el chavo. Recuerdo que me agarró y me dobló las manos y cada vez que pasa frente a mí digo: ¡Ay no! Ya nunca me volví a ir con él, pero a pesar de ello mis amigas sí lo atienden”.
Un tema invisible
Koral corre el riesgo de sufrir algo similar a lo ocurrido con Alessa Méndez Flores, una sexoservidora transexual y activista en favor de los derechos de la comunidad LGBTTTI, quien a sus 28 años fue asesinada en la Ciudad de México en octubre de 2016.
Originaria de Tabasco, de acuerdo con la Procuraduría General de Justicia capitalina, el cuerpo de Alessa fue encontrado sin vida en el hotel “Caleta” (ubicado en la calle Juan de Dios Peza, colonia Obrera, delegación Cuauhtémoc).
David Santiago, coordinador general del Movimiento de Diversidad Progresista (MDP), un grupo que impulsa los derechos igualitarios entre personas sin importar el género u orientación sexual, dijo a este medio que hace falta mucho más avance en el reconocimiento de la comunidad LGBTTTI en el país.
Respecto al servicio sexual ejercido por mujeres transgénero considera que es “algo bastante delicado porque para la mayoría de la gente se vuelve un tema invisible pese a que existe” y recordó que esta actividad aún no es reconocida como trabajo.
Regular el trabajo sexual
En octubre pasado, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal a través del diputado local Víctor Hugo Romo anunció que se presentaría una iniciativa para visibilizar y regular el trabajo sexual en la ciudad de México.
De acuerdo con el perredista, el objetivo era “salvaguardar los derechos humanos de quienes ejercen esta actividad en la ciudad de México, siempre y cuando lo hagan de manera consciente, libre y personas mayores de edad”.
La coordinadora del PRD en el Senado, Dolores Padierna, durante su participación en la Asamblea Constituyente, dijo que la prostitución en la Ciudad de México podría ejercerse en “zonas específicas” para que ésta “se vea como un potencial económico, no como un estorbo”.
Padierna explicó que esta actividad es algo que “no la podemos prohibir, no se trata tampoco de legalizarla como tal, sin tener los cuidados correspondientes para evitar que se filtre la delincuencia organizada y todos estos problemas que hay alrededor del sexoservicio”.
El 31 de enero de 2014, a través de la sentencia histórica del Juicio de Amparo 112/2013, se determinó y reconoció por parte del Juzgado Primero de Distrito en Materia Administrativa en el Distrito Federal que la prostitución es una forma más de trabajo.
“Hay legisladores que prestan oídos a la petición, pero cuando se suben al tema se echan para atrás. En definitiva estamos exactamente como hace un año donde el trabajo sexual no es reconocido, donde las garantías de las trabajadoras sexuales tanto de las personas trans y de cualquier otro tipo están expuestos a un gran riesgo”, señala David Santiago.
Hasta el momento Koral no ha pensado retirarse de las calles y dejar de ofrecer su cuerpo. De lo que sí está segura es que el servicio de una mujer transexual, “son dos placeres en uno”.