Un ‘cártel’ de pepenadores

Aquel 17 de mayo de 2013 cuando llegaron los oficiales y detuvieron a pepenadores en el Bordo de Xochiaca –a quienes después presentaron como una banda de secuestradores– la madre de Édgar Ramírez Pérez se quedó muerta de miedo y con una oración en la boca.

 

A lo mejor ese rezo lo salvó.

Julio Ramírez Julio Ramírez Publicado el
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Testigos de la detención de pepenadores del Bordo de Xochiaca afirman que en ese momento no había armas, ni drogas, ni víctimas
Ahora, si ellos fueran secuestradores no estaríamos viviendo en la calle, estaríamos en una casa grande y todo, pero estamos viviendo aquí en la calle”
Claudia AlejandraPérez Tecla
(…) en su cabaña, adelante, iban pasando los soldados y voltearon a verlo y lo agarraron”
María Guadalupe Meneses García
Agarra y me dice mi mamá: ‘mejor córrele, córrele, no te vayan a llevar y ahorita ni dinero tenemos. Y, para sacarte, mejor no. Yo lo único que hice fue correr” 
Édgar Ramírez Pérez
https://youtu.be/jh8-DGhlsbU

Aquel 17 de mayo de 2013 cuando llegaron los oficiales y detuvieron a pepenadores en el Bordo de Xochiaca –a quienes después presentaron como una banda de secuestradores– la madre de Édgar Ramírez Pérez se quedó muerta de miedo y con una oración en la boca.

 

A lo mejor ese rezo lo salvó.

 

Édgar ronda los 30 años, vive en los alrededores del Bordo de Xochiaca y tiene varios oficios, cuando no agarra chamba es colector de material reciclable. Su actividad principal es la de tablaroquero y ha trabajado también en un Oxxo. Pero en los días sin trabajo se va a colectar al basurero municipal de Nezahualcóyotl para conseguir un dinerito.

 

“Ese día yo estaba trabajando, juntando fierro o cartón, materiales reciclables. En el momento, yo vi que entraron. Vi a toda la gente corriendo. La verdad sí se estaban llevando gente que la verdad no era de ahí. Era inocente. Yo agarré y dije ‘mejor me muevo’. Agarra y me dice mi mamá: ‘mejor córrele, córrele, no te vayan a llevar y ahorita ni dinero tenemos. Y, para sacarte, mejor no’. Yo lo único que hice fue correr”, recuerda.

 

De contarlo, se le eriza la piel. Rememora que tomó un cartón para cubrirse y se escondió en la 

llanta de refacción de un carro de desechos. Ahí se enroscó como un bebé en el vientre de su madre.

 

“Yo traía una carreta con fierro cargada con material de desperdicio. Agarra mi jefa y me dice ‘córrele’, me subo corriendo, iba corriendo atrás de mí y me dijo ‘cómo te vas a salir’. Yo tenía la idea de salirme por el canal, pero como yo no sé nadar… empecé a pensar, pensar, pensar. Y agarré y en una llanta de los camiones, me hice bolita y que me echan un cartón encima, me fui agarrando el cartón con las manos. Ahí me salí. Cuando empezaron a dejar salir los camiones, pues yo me salí en un camión”, cuenta.

 

El joven de repente sintió que el vehículo frenó. Ya estaba lejos de casa, pero libre. Con mucha distancia por caminar, pero libre. Asustado, cansado, pensativo… pero libre.

 

Afirma que no puede dejar de pensar en los hombres que se llevaron. Los conocía de vista y a algunos les hablaba poco, los saludaba, no eran sus amigos, pero sabe que son honrados. Dice que le da tristeza saber por lo que están pasando las familias.

 

“(Siento) pues sí injusticia, que, dices, no se vale. Piensas por las madres de familia que se llevaron a sus familiares, a sus esposos y todo, dices, no se vale, porque imagínate cómo sufren. 

 

Psicológicamente los están maltratando. Son gente que trabajaban honradamente y en realidad no lo merecían”, afirma.

 

Se imagina la vida de esos hombres y lo siente como una de esas pesadillas que provocan que uno se levante en la madrugada, así lo cuenta. A veces, se imagina que platica con ellos y no sabe bien lo que les diría.

 

“No tendría palabras para explicarles, pues imagínate, ellos adentro. Si yo fuera a platicar con ellos no tendría cómo expresarles, decirles, la verdad (tus familiares) están mal. No tienen economía. 

 

Ustedes eran los padres de familia, los que arrimaban la comida y yo me pongo en esa situación, es fuerte porque las mamás, sus esposas, dicen pues que ellas estaban acostumbradas a más. Es diferente”, asegura.

 

‘Es bien duro’

 

Claudia Alejandra Pérez Tecla es esposa de Carlos Moreno Martínez, un vendedor de elotes a quien también se llevaron en la patrulla y luego lo mostraron en la televisión como secuestrador. Ahora está recluido en el Penal de Puente Grande.

 

“Es bien duro. Es una impotencia no poderlos ayudar. Nosotros los vemos y ellos ya están desesperados. Nos piden mucho que les ayudemos. Cuando me habla, cada día 15 de cada mes, y él me dice que ya hagamos algo porque ya es una injusticia para ellos. Estamos desesperados, ya no sabemos qué hacer”, comenta en entrevista en el cuarto que improvisó con una lona en plena calle en donde vive con sus hijos.

 

“Él me dice que vayamos a Derechos Humanos a meter quejas. Dice ‘metan quejas, vayan a ver al presidente para que nos ayude’. Ayer que vi en las noticias que soltaron a unos que eran secuestradores. Eran cuatro y los soltaron. ¿Por qué esa injusticia?”, dice Claudia.

 

Se queja de que el proceso judicial está detenido. No avanza, ni retrocede. Está en el mismo lugar desde hace mucho tiempo.

 

“Que según van a hacer las audiencias y nos las suspenden. No sabemos por qué. Yo quisiera que alguien nos echara la mano a nosotras porque somos madres de familia y estamos sufriendo. 

Nuestros hijos sufren porque no les damos bien de comer y todo. Ahora, si ellos fueran secuestradores no estaríamos viviendo en la calle, estaríamos en una casa grande y todo, pero estamos viviendo aquí en la calle”, señala al cuarto hecho de lona.

 

Reporte en el Bordo

 

En dos reportajes, Reporte Indigo narra cómo fue el operativo que llegó al basurero y levantó a los hombres. Y cómo sus esposas tienen que sostener a sus hijos y mantener una lucha legal.

 

‘Él es el que me da ánimos’

 

María Guadalupe Meneses García es esposa de Jesús Rosendo Martínez, un vendedor de chácharas en el tianguis y otro de los implicados en el caso del presunto “Cártel del Bordo”.

 

Gracias a que la ayudan sus hijas, una vez al mes ha ido a ver a su marido. En cada vuelta se gasta unos mil 800 pesos, además le deposita dinero para algunos gastos en Puente Grande.

 

“Él iba saliendo de la cabaña porque le avisaron que estaban los soldados entrando y se asomó a ver, y en su cabaña, adelante, iban pasando los soldados y voltearon a verlo y lo agarraron. De hecho, fueron dos soldados los que se los llevaron. Le decían que nomás era para unas preguntas. 

 

La que se dio cuenta fue mi hija porque era la que estaba ahí”, relata.

 

-¿Qué le diría usted a las autoridades?

 

“Que vean, más que nada, cómo pasaron las cosas y cómo son, más que nada. Porque en la puesta a disposición dicen una cosa y a lo que acá se vivió es otra cosa. Hasta en la tele salieron. La gente que vio esas noticias los dan por secuestradores, siendo que no es cierto”.

 

Del grupo de mujeres, es la que más ha podido trasladarse para ver a su esposo en la prisión. Verlo le da ánimo y cree que el proceso se puede resolver.

 

“Pues, de hecho él es el que me da ánimos. ‘Échale ganas, yo estoy bien aquí adentro’”, cuenta.

 

Si tuviera que meter las manos al fuego, las mete por su marido.

 

“Es inocente. 100 por ciento inocente de lo que se les acusa”, asegura.

 

Los entrevistados narran que en el sitio en que agarraron a los presuntos criminales no había ni armas, ni droga, ni una cabaña con ninguna víctima. Hubo unos 300 testigos que se arremolinaron para ver las detenciones y a algunos nada más por ver se los llevaron.

 

Sólo es cosa de que alguien, dicen, les eche la mano, porque ellas tienen que conseguir dinero para que sus hijos coman.

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