Andrés Manuel López Obrador es el tercer presidente que ocupa el cargo desde que se intensificó el uso del Ejército en el país para combatir la inseguridad, tareas que hace cuatro sexenios usualmente estaban destinadas a corporaciones civiles y que llevan a la militarización.
El problema es que la estrategia que hoy defiende y promueve el primer mandatario, y la cual se ha venido arrastrando con cada cambio de administración, presenta los mismos errores de sus antepasados: reproducir políticas de seguridad que no se basan en resultados sostenibles y dar cada vez más preferencia a la vía militar, asegura el estudio “Militarización en la 4T”.
A lo largo de los últimos 15 años, los resultados de esta estrategia, en la que cada vez el Ejército cumple con más funciones civiles, han quedado claros, pues al día de hoy, las condiciones de seguridad y paz en México no se han logrado.
El 2019, primer año de la administración de López Obrador, es a la fecha el periodo más violento del que se tiene registro en el país, al acumular 35 mil 659 homicidios dolosos. Un año después, a pesar de que por la pandemia algunos de los principales delitos en México disminuyeron, el número de asesinatos fue menor apenas por 128 víctimas.
En lo que va de 2021, ya suman 5 mil 598 personas que perdieron la vida de manera violenta.
Sin embargo, la escalada de la violencia como hoy la conocemos, no se dio de un día para otro. El estudio, “Militarización en la 4T”, identifica al gobierno panista de Felipe Calderón, como el punto de quiebre en el uso del Ejército para tareas de seguridad pública.
“México es uno de los países que tienen la curva creciente más pronunciada de homicidios violentos en el mundo, al menos en lo que va del siglo. Por lo tanto, nadie debería dudar de la urgencia de poner a discusión la preferencia por la vía militar que ha seguido el Estado, en particular desde el sexenio presidido por Felipe Calderón Hinojosa”.
Militarización, un mal necesario
Para normalizar y profundizar las labores de los militares en cada vez más tareas civiles, las últimas tres administraciones: Felipe Calderón (PAN), Enrique Peña Nieto (PRI) y Andrés Manuel López Obrador (Morena), han impulsado su uso ante la población como un mal necesario para devolverles la paz y la seguridad.
Sin embargo, no sólo han incumplido sus compromisos, sino que cada vez se les confieren más responsabilidades a las Fuerzas Armadas, haciendo de la promesa de la desmilitarización, una realidad cada vez más lejana.
Durante el segundo sexenio del blanquiazul en el poder, el titular del Ejecutivo usó como excusa el combate a las drogas y a los grupos criminales que las trafican para sacar al Ejército a las calles.
Seis años después, a pesar del evidente fracaso en la estrategia de seguridad de su antecesor, Enrique Peña Nieto decidió darle continuidad, y no solo eso, sino que intentó normalizar esta situación al darle un marco legal a dicha participación a través de la Ley de Seguridad Interior, explica el documento “La militarización de la Seguridad Pública: impidiendo la construcción de un México más seguro y en paz”.
Además, señala que en el caso del actual gobierno, la militarización de la seguridad pública se ha profundizado e institucionalizado gracias a la reforma constitucional de marzo de 2019, con la que se creó a la Guardia Nacional (GN), la cual, a pesar de que en el texto constitucional quedó como una corporación civil y policial, en los hechos se ha convertido en una institución militarizada, integrada por elementos de la Policía Militar y Naval.
Aunado a esto, a raíz de la reforma constitucional, se permitió que la Fuerza Armada permanente pueda realizar tareas de seguridad pública de manera extraordinaria, regulada, fiscalizada, subordinada y complementaria por un periodo de cinco años, desde su entrada en vigor y hasta el 27 de marzo de 2024.
“Este gobierno ha puesto en manos de las fuerzas armadas más de 20 funciones civiles de gobierno. El fenómeno de militarización y militarismo es innegable en nuestro país”, acusa por su parte el colectivo #SeguridadSinGuerra en su comunicado “Militarización: La Suprema Corte no puede seguir callada”.