Los regalos –y autorregalos- de y para los legisladores federales son cosa común en el Congreso de la Unión.
Hoy la Cámara de Senadores protagoniza el último escándalo por estas compras polémicas con las banderas mexicanas que mandó a confeccionar con los nombres de los legisladores.
Los escándalos por los regalos que los congresistas se han otorgado no son solo por el hecho de los presentes en sí, sino por el gasto millonario que representan.
Uno de los casos más sonados ha sido el de los fistoles de oro que la Cámara de Diputados ha comprado para los parlamentarios.
En el 2009, la Cámara baja pagó 2 millones 220 mil pesos para la adquisición de pines de oro para darle a cada uno de los 500 diputados.
Los fistoles de oro son unos pequeños pines con el distintivo de la Cámara de Diputados que los congresistas pueden usar en su solapa.
La historia se repitió en el 2012, cuando los legisladores invirtieron un millón 600 mil pesos para los fistoles de oro de 14 kilates de los diputados.
En el Senado, los legisladores se autorregalaron portafolios y carpetas de piel.
De acuerdo a la lista de adquisiciones del 2015, la Cámara alta invirtió 854 mil 340 pesos en la compra de 143 portafolios de piel y 135 carpetas con cierre.
Se mandó hacer 45 portafolios para dama y 95 para caballero. Los portafolios fueron ordenados por la Unidad de Atención a Senadores, a mediados del 2015.
La Cámara alta también gastó 406 mil pesos en la adquisición de cinco réplicas en plata del Águila de Escribanía, la pieza que se coloca en la Presidencia de la Mesa Directiva, en el salón de plenos.
Bajo el concepto de “obsequios protocolarios”, el Senado realizó esta inversión en julio pasado.
Según el contrato firmado con la empresa Izta S.A. de C.V., las réplicas están hechas en plata .925 y tienen un peso aproximado de un kilo.
En el pasado, el Senado ya ha realizado el mismo gasto en cinco réplicas de plata del Águila de la Escribanía, mismas que entregó a exsenadores, según publicó el diario Excélsior, en diciembre del 2012.
Los regalos que reciben los diputados y senadores, sin embargo, no solo provienen del propio Congreso.
Cada fin de año, las oficinas de los legisladores se llenan de presentes que van desde botellas de vino, libros, artesanías o hasta prendas de lujo.
La única restricción que tienen los parlamentarios para recibir regalos está establecida en el reglamento de ambas Cámaras.
Se trata de una prohibición para que los congresistas no puedan recibir dádivas o pagos, en efectivo o en especie, por parte de personas que realicen labores de cabildeo en el Congreso.
El espíritu de la prohibición es impedir que diputados y senadores puedan ser influidos ilícitamente en sus decisiones.