Reescribir la historia
Con la llegada al poder de un nuevo régimen de izquierda la memoria histórica de los movimientos contestatarios al gobierno empieza a reescribirse y perder parte de su esencia opositora, un ejemplo es el reconocimiento que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador y el Congreso federal le hicieron al Movimiento Estudiantil de 1968
Mariana Recamier[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”1_kpnhsv9o” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] La izquierda se acerca al poder y empieza un proceso de institucionalización de los movimientos sociales que eran considerados contestatarios o una fuerza de oposición a los gobiernos.
El primer ejemplo de esto es la serie de actividades que organizó el gobierno del presidente electo Andrés Manuel López Obrador para conmemorar lo sucedido el 2 de octubre de 1968.
Los integrantes del Movimiento Estudiantil de 1968 fueron reprimidos de forma violenta por grupos paramilitares y el ejército hace 50 años en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, Ciudad de México. La represión provocó la muerte y detención de civiles.
Sin embargo, aún no existen investigaciones rigurosas que resguarden la memoria histórica del 68. La sociedad mexicana no cuenta con información más allá de la testimonial sobre las características del movimiento estudiantil y aquella tarde del 2 de octubre.
Ante la falta de certeza de lo sucedido, el hecho de que el gobierno del presidente electo retome el movimiento social puede provocar que el recuerdo del acontecimiento pierda algunas de sus características más importantes, como su esencia de oposición a la voz oficial.
La forma en que se concibe el año de 1968 puede cambiar a partir de la institucionalización del Movimiento Estudiantil, es decir, a partir de que es tomado en cuenta en las dependencias, discursos y eventos gubernamentales.
“Están institucionalizando algo que no debería ser institucionalizable. El 2 de octubre de hace 50 años es parte de una actitud crítica y de rebeldía de los jóvenes estudiantes de aquella época, eso no se resguarda con placas ni letras de oro en ninguna pared. La historia de la izquierda mexicana se está perdiendo, es lamentable, y no se va a detener eso con placas”, señala el doctor en sociología, Roger Bartra.
En el artículo ‘Otros silencios, otras voces: el tiempo de la democratización en la Argentina’, la socióloga Elizabeth Jelin define los movimientos sociales como “acciones colectivas con alta participación de base que utilizan canales no institucionalizados y que, al mismo tiempo que van elaborando sus demandas, van encontrando formas de acción para expresarlas…”.
“No institucionalizados” es la clave en la definición de la socióloga. La politóloga e historiadora económica Renate Rott define la institucionalización como el fenómeno que comprende formas de legitimación social que incluyen cambios conceptuales donde se modifica lo moral, es decir aquello que debe ser considerado bueno o malo por una sociedad, y procesos de negociación entre las distintas instancias de poder.
En este sentido, Bartra comenta que cuando los políticos retoman e investigan fenómenos sociales del pasado es porque tienen intereses ocultos.
“Los políticos tienen tendencias burocráticas que acaban frenando las cosas. Desde la cúpula política hay intereses económicos y de grupo. Son los espacios intelectuales que han desarrollado herramientas periodísticas sobre investigación histórica, técnica y métodos los que realmente pueden avanzar en eso”, comenta el autor de ‘La sombra del futuro: Reflexiones sobre la transición mexicana’.
En el mismo sentido, Ramsés Sánchez Soberano, doctor en Filosofía y jefe del doctorado en Educación de la Universidad La Salle, menciona que un movimiento contestatario desaparece cuando recibe reconocimiento por parte de un discurso dominante.
“Históricamente se han desaparecido los movimientos contestatarios cuando se les da un reconocimiento legítimo, cuando se les legítima dentro del discurso dominante o dentro del discurso de poder”, explica el doctor en Filosofía.
Sánchez Soberano asegura que para evitar el olvido de su esencia es importante que el movimiento defina qué quiere hacer a partir de que obtiene reconocimiento por parte de un gobierno.
“Lo más importante es saber qué hacer cuando se obtiene reconocimiento. Cuando los movimientos obtienen emancipación lo que realmente tiene que seguir es responsabilidad porque si ellos empiezan a actuar de alguna manera en la que actúa el discurso al que se oponen, podrían convertirse en aquello que criticaban”, asegura.
¿Memoria en riesgo?
La manera en la que se concibe el Movimiento Estudiantil de 1968 podría modificarse a partir de que éste ha sido tomado en cuenta por las autoridades oficiales
> AMLO se convirtió en el primer presidente electo en homenajear a los caídos, presos y heridos del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco
> Con un minuto de silencio, el himno nacional y la develación de una placa en letras doradas los legisladores recordaron el movimiento estudiantil de 1968 en el Senado de la República
> La Cámara de Diputados también realizó una sesión solemne en conmemoración de la matanza de estudiantes en Tlatelolco y develó una inscripción en el Muro de Honor del recinto.
Un nuevo inicio
El 2 de octubre del presente año fue un día clave en el proceso de la institucionalización.
Con un minuto de silencio, el himno nacional, la revelación de una placa en letras doradas, los legisladores recordaron el movimiento estudiantil de 1968 en el Senado de la República.
Durante la sesión del martes pasado, los integrantes de la Mesa Directiva develaron en el balcón la leyenda en letras doradas: “Movimiento Estudiantil de 1968”.
La Cámara de Diputados también realizó una sesión solemne en conmemoración de la matanza de estudiantes en Tlatelolco hace 50 años. Al iniciarse la ceremonia se develó la inscripción “Al Movimiento Estudiantil de 1968” en el Muro de Honor del recinto.
A la Cámara baja asistieron dirigentes del movimiento estudiantil de 1968. Félix Hernández Gamundi, líder estudiantil y coordinador del Comité 68, dijo en la tribuna que la ocasión era útil para “seguir reclamando justicia por los crímenes que el Estado asestó en el corazón de la juventud mexicana”.
Planteó el restablecimiento de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) y la apertura de archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) sobre los acontecimientos de hace medio siglo.
El mismo día, López Obrador se convirtió en el primer presidente electo en asistir a homenajear a los caídos, presos y heridos del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, donde prometió revisar las peticiones de los líderes de ese movimiento.
¿Conmemoración o institucionalización?
El homenaje del Movimiento Estudiantil de 1968 realizado por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, y por la Cámara de Senadores y Diputados es un punto de desencuentro, pues mientras algunos piensan que es un acontecimiento histórico, hay quienes lo ven como un proceso de institucionalización.
“Si ponemos todas nuestras esperanzas en las instituciones, en el momento en el que estas llegan a avanzar dejan todo disipado, desplazado y olvidado. La recuperación de la memoria no debe venir sólo de un interés institucional, sino también de un interés cívico”, advierte Ramsés Sánchez Soberano, doctor en Filosofía y jefe del doctorado en Educación de la Universidad La Salle.
A diferencia de los especialistas, Félix Hernández Gamundi, líder estudianti y coordinador del Comité 68, considera que las acciones de los legisladores y López Obrador son un acontecimiento histórico porque las cámaras eran espacios que estaban cerradas a las discusiones sobre el 2 de octubre.
“Porque eran espacios que estaban cerrados a estas discusiones. Es muy relevante porque el Congreso aplaudió a rabiar al entonces Presidente de la República cuando de manera muy cínica anunció la represión el 1 de septiembre del 68”, afirma en entrevista para Reporte Índigo.
El coordinador del Comité 68 agrega que era necesario que el presidente electo prometiera justicia para el movimiento estudiantil y que ellos como organización mantendrán la demanda de justicia.
“Qué bueno que el presidente electo empeña su palabra de esa manera. Es importante que lo haga y nosotros en el Comité del 68 sostendremos la demanda como lo hemos estado haciendo desde hace cincuenta años para que los hechos del 68 sean completamente aclarados y sean conducidos en procesos de impartición de justicia porque aquí lo que interesa es poder romper el estado de impunidad”, señala.
Aunque el movimiento promete mantener sus exigencias, Roger Bartra, doctor en sociología, dice que es necesaria una investigación con rigor científico ante la posible institucionalización de los acontecimientos ocurridos el 2 de octubre.
“Es importante documentarlo porque es un tema serio. No con burocracia y placas en las paredes, sino que realmente se generen libros y artículos para que se comience por saber exactamente qué pasó esa tarde del 2 de octubre en Tlatelolco. Es fundamental que se conozca quienes fueron las personas que participaron ahí y quienes fueron los que murieron, pero me estoy refiriendo a investigación científica, histórica y política seria”, opina el doctor en sociología.
Añade que es lamentable que predomine una idea celebratoria y burocrática de los acontecimientos y no un deseo real por preservar la memoria del 68.
“Las instancias de educación del país, universitarias principalmente, deberían invertir fondos para que se haga investigación, sobre todo histórica, sociológica y antropológica sobre la cultura y la sociedad de los sesenta porque tiene un carácter muy En el Zócalo capitalino legisladores realizaron un acto solemne por la masacre perpetrada el 2 de octubre de 1968. especial”, finaliza el académico.
La huella del 68 en la política
Los integrantes del movimiento del 68 no son ajenos a los procesos de institucionalización. En su libro ‘Tlatelolco aquella tarde’, Luis González de Alba, dirigente de la agrupación estudiantil que se gestó hace 50 años, afirma que los estudiantes formaron partidos políticos que en ese entonces eran de oposición, entre ellos MAP, PSUM, PMT, PMS e incluso el PRD.
“El PRI contaba con todo el presupuesto federal para sus campañas, dinero y equipo, y los demás partidos debían buscar financiamiento y padecer los obstáculos que sus campañas enfrentaban ante una fuerza arrolladora en poder y dinero”, menciona González de Alba en el libro.
Esa huella del movimiento del 68 dentro de los partidos está presente en las instituciones de la actualidad. Uno de ellos es Pablo Gómez, diputado electo y uno de los principales aliados que tendrá López Obrador en la Cámara de Diputados. Durante el 68 era estudiante de Economía en la UNAM. Fue detenido el 2 de octubre de ese año y liberado hasta 1971.
A partir del 1 de diciembre, Gilberto Guevara Niebla también estará al frente de la Subsecretaría de Equidad Educativa de López Obrador. Él participó en el movimiento estudiantil del 68 y estuvo encarcelado durante tres años. Luego estuvo exiliado en Perú y Chile.
Esta apropiación institucional de movimiento sociales y de insurrección también sucedió en otros países de América Latina.
José Alfredo Otero Martínez, periodista venezolano que reside en México, comenta que con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela se retomaron distintos elementos del ideario del libertador Simón Bolívar y otras doctrinas de izquierda para construir una nueva identidad nacional.
El periodista narra que partir del gobierno de Chávez las autoridades venezolanos cambiaron el nombre de aeropuertos, estaciones de metro e incluso el nombre del país para bautizarlo como la República Bolivariana de Venezuela.
‘Ni perdón ni olvido’
Ante las nuevas acciones del presidente electo y su equipo, la consigna del movimiento estudiantil “ni perdón ni olvido” se puso en duda a partir de que el Gobierno de la Ciudad de México ordenó el lunes pasado retirar del Metro las placas en las que aparece el nombre del expresidente Gustavo Díaz Ordaz, quien hace 50 años autorizó la represión violenta contra los jóvenes manifestantes el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, Ciudad de México.
El retiro de las placas fue bien recibida por algunos usuarios en redes sociales, sin embargo, otro sector reprobó la acción porque según sus argumentos ésta intenta borrar la memoria de 1968. Lejos de la polémica, los integrantes del movimiento y especialistas en fenómenos sociales afirman que la memoria histórica del 2 de octubre no es tan frágil como para desaparecer sólo porque se olvide el nombre de uno de los protagonistas del acontecimiento a partir del retiro de placas.
“No tengo temor de que haya acciones de justicia y de reparación del daño y que por eso se olvide el 68 porque ni siquiera nos planteamos que el olvido sea posible.
En el mismo sentido, el doctor en sociología Roger Bartra opina que es incorrecto creer que se borra la memoria del 68 al quitar el nombre de Díaz Ordaz de escuelas, calles y espacios públicos en Ciudad de México y el resto del país.
La propuesta entregada a los Ayuntamientos consiste en cambiar el nombre de Díaz Ordaz por Mártires de Tlatelolco o Mártires del 2 de Octubre del 68, en memoria de los estudiantes asesinados en la Plaza de las Tres Culturas.
“Se ha dicho equivocadamente que se está borrando la memoria. Yo creo que no, con estos actos se está señalando el autor intelectual de la masacre del 2 de octubre porque no merece tener un espacio público”, advierte Bartra.
En el mismo tenor, Sánchez Soberano afirma que no se puede olvidar el movimiento estudiantil porque prevalece en el legado cultural de México.
Cita, por ejemplo, el poema Memorial de Tlatelolco de Rosario Castellanos como un documento que puede ser utilizado por otras generaciones para recordar el movimiento estudiantil.