Las corrientes que se oponen a la ciencia y dudan de las instituciones son muy antiguas, asegura Julián Alfredo Fernández, académico de la Universidad del Norte.
De acuerdo con el investigador y autor del texto “The anti-vaccine movement and the anti-science as threat for public health”, el movimiento antivacunas es una consecuencia más de la falta de educación y del subsecuente fortalecimiento de la seudociencia, un fenómeno que se da incluso en los países más desarrollados.
“Los filósofos naturales, los ilustrados del renacimiento, los evolucionistas o más recientemente los científicos que estudian el cambio climático, han tenido que enfrentarse históricamente a hostigamientos, desprestigios y ataques sin bases lógicas provenientes de diversos movimientos sociales, incluyendo la religión organizada y grupos políticos reaccionarios al progreso”, dice.
No obstante, el académico destaca que hay una diferencia muy marcada entre los grupos de este tipo de hoy en día y los que existieron previo al siglo XXI.
“Ahorita los movimientos anticientíficos son diferentes en al menos dos aspectos a sus predecesores. En primer lugar, sus motivaciones no siempre están alineadas con los intereses económicos o de control político, y, en segundo lugar, porque ahora el internet les permite expandirse y organizarse en redes donde pueden difundir y perpetuar sus ideas.
“Además sus creencias se nutren de noticias falsas o testimonios anecdóticos no verificables, que rápida y eficientemente pueden difundirse para continuamente estar reclutando o radicalizando seguidores”.
Por último, el investigador de la Universidad del Norte explica que el rechazo a la ciencia en parte prevalece debido a que “los científicos no siempre disponen del tiempo, las herramientas de convencimiento o el interés para deliberar con estos sistemas de creencias, por lo que terminan ignorándolos”.