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El Café Iguana no ha muerto.
Este miércoles, el icónico rincón musical en Monterrey reabrió sus puertas por una sola noche, pero unos 500 asistentes sembraron la expectativa de su posible reapertura próxima.
Se conjugaron la memoria, la nostalgia y la reflexión, de tal manera que el propietario del establecimiento, Rodrigo Ríos, “Fony”, confirmó a Reporte Índigo que espera reabrir en los próximos meses el antro que durante dos décadas permaneció como la capital del rock regio.
Hace dos años, en la madrugada del 22 de mayo de 2011, las instalaciones del bar, ubicadas en el corazón del Barrio Antiguo, fueron atacadas por un comando del crimen organizado y murieron cuatro personas.
En el atentado fallecieron Pablo César Martínez y Germán Fermín Lomelí, encargados de la seguridad del local, y fue la estocada final a la languideciente vida nocturna de la capital.
Las cicatrices que dejaron los impactos de las balas en aquella madrugada permanecen como un recordatorio a las víctimas de la violencia de una ciudad azotada por una ola criminal sin precedentes.
“Siempre va a estar en la memoria de todos y es algo que no se va a borrar. Ahí siguen estando las huellas de lo que pasó, yo espero que siempre sigan ahí, igual que las cicatrices que tenemos todos en el cuerpo”, reflexiona “Fony”.
Después del ataque, el bar cerró de forma indefinida, pero su dueño asegura que esta reapertura única del miécoles por la noche, es la excusa perfecta para “calentar motores” para la segunda edición del antro.
El evento se celebró en el marco de la “Semana de Cine Documental: Analizando la realidad, recuperando nuestro entorno”, impulsada por organizaciones civiles, Trenza Films A.C. y el Municipio de Monterrey.
Rockeros, punketos, metaleros y otros curiosos sin filiación a una tribu urbana, se reunieron en el número 927 de la calle Diego de Montemayor, poco antes de las 20:30 horas.
La cita no sólo era para ver la proyección del documental “Feel da reggae”, una cinta de Gerardo Ramos que retrata las experiencias de la banda Viento Roots, sino para escuchar en vivo a esa agrupación.
La banda de reggae fue precisamente la misma que tocaba en el café cuando fue atacado. Y esa noche fueron a concluir el repertorio que habían empezado.
Durante la proyección de la película, en una discreta esquina del escenario, la gente se abarrotaba para conseguir aunque fuera una rebanada de la famosa pizza del café. La tradición revivió sólo para esa velada.
Cuando terminaron los créditos del documental, se rasgaron los acordes repetitivos de Viento Roots que rompieron el silencio, entre el barullo y la euforia.
Mientras se escuchaba la hipnótica melodía del reggae, las caras de los asistentes, entre los que habían algunos exclientes asiduos del bar, por fin dibujaron una sonrisa.
Dos años después del ataque, la banda aún no estaba dispuesta a que las balas silenciaran su música.
Antes de subir al escenario, los miembros de Viento Roots esperaban una noche especial, un concierto para recuperar la memoria del café.
“Es una buena oportunidad para dejar buenas vibras ahí, mientras estamos haciendo música”, señala el vocalista, Azael Alvidrez.
“Hoy nos tocó a nosotros, nos dieron la gran oportunidad de dar esa demostración y decir que aquí estamos en nombre de muchas bandas en este gran ícono del rock mexicano”, reflexiona el saxofonista Víctor Mejía.
Algunas personas se arremolinaban afuera del bar durante el show, observados por dos discretos policías municipales.
La fachada del local está repintada, las manchas de sangre fueron limpiadas y el bar recuperó su característico color verde.
“Es como si volvieran a abrir un portal de energía que estaba ahí guardado, tenía dos años ya guardado”, comenta Angélica Martínez, quien estuvo presente aquella madrugada del ataque.
“Me emocioné y quise participar de esta manera, pintando lo que yo hago”, dice Luis Gameros, mientras grafitea una de las tablas que sirven de lienzo improvisado.
Denisse Alamillo expresa que las balas perforaron el café y la moral de los regiomontanos.
“Creo que también el gobierno contribuyó a que muriera el Barrio Antiguo, a que pasara a ser un barrio fantasma”.
“Es nostalgia pura”, afirma Alejandro López, “es triste saber que este lugar maravilloso se acabó durante años.
“Es emocionante saber que hay alguien que pretende volver a despertarlo”.
Las organizaciones involucradas en la reapertura del bar manifiestan que la mirada del documental sirve para evitar la pérdida de la memoria colectiva de Monterrey. Y de reflexionar sobre lo que simboliza conservar este lugar.
“Que esta reinvención vaya a eso: a aprender lo que pasó, para no volver a repetirlo, porque el que no conoce su historia, tiende a repetirla”, comenta Benjamín Contreras, de Trenza Films.
“El cine documental permite recordar, no olvidar y saber qué fue lo que pasó, y cómo podemos evitarlo nuevamente”, dice Melissa Saucedo, de la misma compañía productora.
Adentro deja de escucharse la música de Viento Roots. A las 11 de la noche, entre nostalgia y esperanza, la gente empieza a retirarse.
“Fony” está afuera, callado. Y ahí, rodeado de su familia, declara a Reporte Indigo el anuncio que todos ahí esperan.
“La idea es volver a abrir y sí seguirle, pero no tengo fecha definitiva”, dice, entre la duda y la expectación que despertó esa noche la reapertura única.