Quetzal, nido en peligro
El ave cuyo plumaje tornasol llegó a ser más valioso que el oro hoy se encuentra en peligro de extinción ante la masiva destrucción de su hábitat y la falta de recursos para protegerlo en el país; responsabilidad de la que se ha hecho cargo el tercer aviario más grande de América Latina conocido como El Nido
Luz Rangel y José Pablo Espíndola[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”0_963djp70″ responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /]
Quetzal, del náhuatl cola de brillantes plumas. Los antiguos mexicanos lo utilizaban para adornar penachos, estandartes y vestimentas de sacerdotes y dioses; era un símbolo de poder.
Los pobladores modernos aprovecharon su plumaje para traficar y lo pusieron en peligro de extinción; también está relacionado con la abundancia y la riqueza.
Pero en El Nido decidieron protegerlo, pues es un ícono de vida. Aquí, el pájaro que dio nombre y vistió de tornasol a Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, convive con 320 especies que suman cerca de 3 mil animales distintos.
Entre plumajes multicolor, cantos, graznidos y parvadas que se posan a comer alpiste, el municipio de Ixtapaluca, en el Estado de México, alberga al tercer aviario más grande de América Latina.
El sitio abrió sus puertas para visitas al público en el año 2000. El ornitólogo Jesús Estudillo López, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue el fundador.
“Este lugar empezó como una granja de pollos de engorda donde nuestro fundador decía que su pasión eran las aves y que no podían desaparecer por acciones humanas”, comenta el biólogo César Enrique Mendoza.
La guía del recorrido pide silencio para entrar a su santuario, el quetzal es una especie solitaria. Hace frío como en un bosque de niebla, su ecosistema natural.
El ave espera sobre una rama: luce su vientre rojo; tiene colores anaranjados, amarillos, azules y verdes en el resto del cuerpo. Las plumas cambian de color pero este fenómeno de iridiscencia es una de las principales causas por la que está en peligro.
“Cuando la gente entra, lo primero que ve es toda la gama de árboles. El Nido bombardea de estímulos visuales, auditivos, olfativos y predispone a la gente que comienza a asombrase”, platica Mendoza, director operativo.
Reproducción en cautiverio
Febrero es el mes del amor, pero también es la época del año en la que el quetzal empieza su reproducción en este espacio de 80 mil metros cuadrados que imita ecosistemas como la selva, el bosque, el desierto, el pastizal y un pantano. Sus crías se obtienen por incubadora o por vía natural.
El proceso, que da resultados en junio, se realiza en cautiverio porque la NOM059-Semarnat-2010 lo clasifica en peligro de extinción y deben existir espacios que lo salvaguarden. La Convención sobre Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), también lo ubica como ave en peligro.
“Cada organismo tiene sus propias formas de catalogar pero cerca de 60 o 70 por ciento de las especies que conforman la colección de aves en El Nido se encuentran en amenaza”, puntualiza el biólogo.
El quetzal es un ave fiel, pues no tiene otra pareja durante la etapa de cría. Ambos padres se turnan el cuidado de los huevos. Por la noche se hace cargo la hembra; el macho, durante el día. Se reparten las tareas, ya que es un cuidado largo, de medio año, porque son muy vulnerables ante otras especies que los buscan para comérselos.
“En El Nido realizamos un tipo de reproducción que, en efecto, es en cautiverio. Se llama ex situ, esto quiere decir que la fauna que aquí tenemos está fuera de su hábitat y, en ese sentido, este es su hogar”, explica César Mendoza.
“En las necropsias se veía que el hierro en el agua los mataba. Entonces, el doctor Jesús Estudillo investiga y se da cuenta de que en su hábitat natural, que es el bosque de niebla, el quetzal jamás baja a un río a beber agua, sino que la bebe de la lluvia contenida en las hojas de las bromelias, que tienen ácido tánico para que el pájaro deseche el hierro”, relata.
Así fue como el doctor Estudillo comenzó a colocar bromelias en El Nido para ayudar al quetzal, primero a sobrevivir y después a tener una reproducción controlada, pues este lugar es un espacio de conservación, no un criadero de aves.
“El Nido es un lugar que está delimitado y esto nos permite tener a las diferentes especies de aves bajo cuidado humano. Éste comienza desde tener en cada zona la vegetación y la alimentación adecuadas por especie y, sobre todo, las parejas, porque el éxito reproductivo depende de qué tanto se aceptan hembras y machos”, detalla el director operativo.
Hay años en los que la reproducción es un fracaso. Los mejores resultados se dan cuando hay una pareja, ya sea macho o hembra porque asegura continuidad, o dos machos o dos hembras.
“Es un número muy bajo pero hablamos de un ave en peligro y cuyo ecosistema está desapareciendo. Entonces el hecho de que se reproduzcan dos es mucha ganancia”, reconoce Mendoza.
El quetzal se alimenta de aguacatillo, insectos, moluscos, lagartijas y ranas. En cautiverio está a salvo de aves como la tucaneta, el búho, halcones, aguilillas y de algunos mamíferos como las ardillas, que son sus principales depredadores naturales.
“Actualmente se la da una dieta de ratones de laboratorio para el aporte de proteínas y el de carbohidratos se da a partir de frutas, sobre todo, de aguacatillo”, comenta el biólogo de El Nido.
Chiapas, un hogar en destrucción
La doctora María Esther Quintero Rivero, coordinadora de Especies Prioritarias de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) asegura que el ave nacional de Guatemala, se encuentra desde México hasta Costa Rica, en el país sólo se ubica en Chiapas.
“Nosotros tenemos como la colita de la distribución, pero sabemos que en los últimos años se han perdido muchísimo de los hábitat que el quetzal utiliza. Este animal sólo se encuentra en el bosque de niebla, ecosistemas muy importantes, porque son los que se encargan de la recarga de los mantos acuíferos”, explica Quintero.
La Conabio también sabe que existen 11 parches, que son lugares en los que los quetzales se reproducen, pero sólo dos se encuentran dentro de las Reservas de la Biosfera, que son El Triunfo y La Sepultura; pero la mayor parte del hábitat que utilizan para su reproducción sigue sin protección.
Principalmente, los bosques de niebla se destruyen o desmontan para la introducción de ganado y la siembra de productos como el café comercial. En este tipo de ecosistemas se cultiva el mejor café de México, pero los pobladores dan prioridad a la industria en vez de a la conservación.
Aunque desde la época precolombina existen quetzales en cautiverio, porque se utilizaban sus plumas en diferentes objetos ornamentales, como en el penacho que se encuentra en Viena, para la doctora Quintero no sirve de nada reproducir a las aves si no se tiene un hábitat disponible para ellas.
“Es muy bueno pensar en programas de reproducción y de reincorporación como se hace con otras especies, pero no debemos olvidarnos que ellas por sí mismas en el vacío no pueden ser conservadas. Necesitan de su hábitat, los quetzales dependen de otras especies de esa misma zona y son aves que son importantes para el mantenimiento de los bosques; entonces, son redes muy complejas que se necesitan tener en cuenta cuando se hacen programas de conservación”, afirma la coordinadora de Especies Prioritarias.
También forman parte de los planes de manejo de las Áreas Naturales Especificas y se encuentran en la Apéndice I de las CITES, lo que prohibe su comercio internacional con fines de lucro.
“Sabemos que todas estas acciones tienen un impacto positivo. No podemos pensar en una sola especie, por eso en México tenemos el programa de Especies Prioritarias, con el que se busca conservar una especie que sea como una sombrilla para derramar los esfuerzos de conservación en otras especies”, aclara la experta de la Conabio.
Recursos que no alcanzan
Los últimos estudios específicos que se tiene en México de las poblaciones de quetzales son de hace 20 años. No existen datos actuales, indica Quintero, porque no hay presupuesto para hacer investigación sobre todas las especies, ya que son proyectos de larga duración que requieren de una gran inversión.
La experta de la Conabio señala que no hay un estimado del costo exacto que tendría realizar un estudio sobre el quetzal.
“Muchas veces, cuando son estudios que involucran a mucha gente, que son de largo tiempo y que implican trabajo de laboratorio, los costos pueden ir de uno a 5 millones de pesos, dependiendo”, comenta Quintero.
“Necesitamos más educación ambiental no sólo para las comunidades, sino para todo mundo. Creo que las comunidades son muy conscientes de qué es lo que tienen y lo que pierden con sus actividades productivas, pero muchas veces no tienen otras alternativas y contar con ellas es algo importante”, opina la experta.
El Nido, por ejemplo, se sostiene de las entradas de los visitantes que acuden los viernes, sábado y domingo o de los grupos escolares o empresariales que acuden entre semana. El lugar es apoyado por el Heroico Colegio Militar para la crianza de águilas reales y está abierto a recibir donaciones.
“Actualmente estamos trabajando a través de gestión a nivel local con el municipio de Ixtapaluca. Queremos trabajar a través de proyectos de entregar y dar resultados para no sólo posicionarnos, sino reconocernos como un lugar que conserva, investiga, reproduce y educa”, afirma César Mendoza.
El ave del poder
El doctor en Historia Javier Torres Medina, profesor de la FES Acatlán de la UNAM, explica que la importancia de las aves en el México prehispánico surge porque representaban la unión de la Tierra con el cielo, además de que se les atribuían características mágicas.
“El quetzal como ave preciosa es muy admirada y codiciada por la belleza de sus plumas, de hecho, la palabra quetzali, que significa pluma, era un símbolo de valor y se utilizaba como una moneda al igual que el cacao y que algunas piezas de metal. Era un medio de intercambio, por lo tanto era muy valorado y el que un gobernante o un sacerdote se colocara plumas en el penacho, representaba su poderío”, asegura Torres Medina.
Los mexicas, como muestra de su poder, mandaban a traer a estas aves desde las selvas del sur como tributo. Las plumas del quetzal eran, incluso, más valiosas que un chalchihuite, un jade y que el oro mismo.
“Cuando llegan los españoles, Hernán Cortés le pide a los enviados de Moctezuma que le traigan cosas preciosas y valiosas y ellos le llevan plumas, pero Cortés quería oro; sin embargo, para el México prehispánico eran más valiosas las plumas que el mismo oro”, afirma el historiador.
Además dice que estas aves no son únicas de las selvas del sur de México, sino que son también de Guatemala, por lo que en aquel país, su representación monetaria es el quetzal.