[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”0_m4xt1dyf” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] Cada 40 segundos una persona se suicida en el mundo. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), en México esta decisión constituye la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años de edad y se estima que por cada persona que lo hace, existen 20 que lo intentan.
Pero más que números y estadísticas son personas que tenían sueños, esperanzas y aspiraciones que se frenaron.
Tal es el caso de Jakob H, de 18 años, estudiante de la preparatoria del Tec de Monterrey o de Karen M, de 14 años, dos jóvenes que decidieron quitarse la vida recientemente.
Sus muertes abrieron el debate sobre este tema y plantearon la urgencia de ejecutar programas más efectivos para prevenir el suicidio en México. Además de proveer información adecuada a la población ya que este tipo de casos, por lo regular, están rodeados de mitos y suposiciones.
Para entender el problema es importante considerar a la etapa de la adolescencia como un contexto evolutivo fundamental en el que existen una serie de cambios psicológicos, sociales, físicos y emocionales muy importantes que ponen en un franco estado de vulnerabilidad a los jóvenes.
“Dada esta transición evolutiva es natural que el joven se sienta desconcertado y confundido sobre quién es él y qué es lo que quiere de la vida, estas preguntas, incluso, lo llevan a cuestionar la razón de su existencia, de su papel o de su meta en esta vida”, explica Emiliano Villavicencio Trejo, doctor en psicología y académico de la Universidad La Salle.
Otro factor importante que se debe considerar dentro de la adolescencia es la relevancia que cobran las opiniones de los amigos, ya que se vuelve fundamental la aceptación social y la imperante necesidad de pertenecer a un grupo, de identificarse.
Por lo tanto, si el joven es vulnerable por la etapa en la que se encuentra, y por el otro, está enun ambiente de poca aceptación, de poca convivencia y comprensión social, estos pueden ser factores que contribuyan de manera importante al suicidio.
Herramientas para enfrentar la adolescencia
Para poder superar esta etapa es necesario que la fortaleza de los adolescentes esté dirigida en dos planos, primero el familiar y después que los jóvenes tengan un sentido de realidad bien establecido.
Es normal que el adolescente se aleje de la familia y hasta la sustituya por un grupo de iguales; sin embargo, estará teniendo como referente de apoyo los vínculos familiares, las relaciones dentro de casa, es decir, si el adolescente acude en busca de un grupo social y se siente rechazado, el joven debe tener la certeza de que estará la familia ahí para recibirlo y apoyarlo.
“La familia debe de estar en una distancia funcional, es decir, deben hacerle saber de alguna manera al joven que no estarán ahí para asfixiarlo, pero sí para acompañarlo. Que no estarán ahí para cuestionar sus decisiones, pero sí para apoyarlo en los fracasos que pudiese tener. Que la familia no estará ahí para no dejarlo crecer, pero sí estará para acompañarlo en todos los pasos que el joven decida dar” señala Villavicencio Trejo.
Para evitar situaciones tan lamentables como los suicidios, es vital asegurarse que los jóvenes tengan la certeza de contar con un sistema familiar de apoyo y de acompañamiento que no los asfixie.
Otro de los cambios por los que pasan los adolescentes es que se altera su juicio de realidad del factor temporal, por lo que creen que si no hacen las cosas ahora ya no las harán nunca, como que el tiempo se les acaba, pero también puede pasar que posterguen sus deberes.
Esto es natural en los jóvenes, pero tiene implicaciones en materia de suicidio muy importantes.
Por esa razón hay que generar en ellos el sentido de realidad, que piensen y que juzguen con un criterio que no emerja necesariamente desde estas fantasías equivocadas que vienen de la alteración temporal, sino de un acompañamiento y de poner en perspectiva lo relativo de las circunstancias sociales.
Factores detonantes
Entre las causas que motivan a los jóvenes a suicidarse se encuentran los problemas familiares, amorosos, la depresión y ansiedad, el bullying y el abuso del alcohol y las drogas.
Pero también existen una serie de trastornos de personalidad que pueden ser un antecedente del suicidio, por ejemplo, una depresión mayor puede llevar a tomar esa decisión al joven adolescente debido a la transición evolutiva en la que se encuentra.
Estos trastornos más estructurados de personalidad pueden ser psicóticos como la esquizofrenia, que fácilmente puede llevarlos a tomar este tipo de decisiones, también porque el juicio de realidad está alterado, tanto en el depresivo, como en el paciente esquizofrénico.
“Otro factor muy biológico es el trastorno bipolar o sicosis maniaco depresiva, es un trastorno cerebral que no tiene nada que ver con aspectos de la personalidad, sino que es muy orgánico. Se caracteriza principalmente por cuadros depresivos pero estos son muy severos y hay una deformación de la realidad, o sea, una persona puede sentirse culpable de todos los pecados de la humanidad e intentar suicidarse por autocastigo”, enfatiza Héctor Lara Tapia, doctor en Psicología de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Además existen circunstancias sociales que contribuyen a la depresión como la falta de comunicación familiar o la desestructura aunada a vínculos disfuncionales dentro de la familia.
“Si un joven se encuentra ante estas circunstancias sociales de rechazo o de una familia que le representa al joven un escaso sistema de apoyo primario, el adolescente no es que necesariamente llegue al suicidio de forma inmediata, pero sí juega un papel importante”, aclara Villavicencio.
Las etapas del suicidio
En el suicidio se pueden identificar tres grandes etapas, la primera es lo que se llama en psicología “ideación suicida”, donde sólo es comenzar a maquinar las formas en las que podría matarse el adolescente.
Para Misael Tapia Orozco, neuropsiquiatra del Hospital Psiquiátrico de Morelia y egresado de la Universidad La Salle, la ideación suicida no es algo que se instale rápidamente a menos que el paciente sea muy impulsivo y eso sería por algunas enfermedades como déficit de atención o algunos problemas de control de impulsos por intoxicación.
Además el experto agrega que en una condición depresiva o ansiosa normalmente el adolescente tiene una ideación suicida antes de una planeación, entonces hay ideas como ‘sería mejor estar muerto’ o ‘¿por qué no desaparezco?’, que se consideran ideas de muerte, no estructuradas”.
El especialista dice que después de eso se avanza a ideas de muerte estructuradas, es decir, se piensa y se fantasea sobre cómo sería mejor morir, se puede hacer una planeación.
Lo peligroso es cuando esas fantasías son cada vez más elaboradas y más recurrentes con el tiempo, entonces se deben prender los focos rojos porque el joven puede pasar de esta primera fase de la ideación suicida a la segunda, que es el intento suicida.
El joven comienza hacerse ‘cutting’ o a tomarse las pastillas para dormir, es decir, en el intento suicida el adolescente ya no sólo elabora a nivel de fantasía la posibilidad de matarse, sino que ya se lleva a cabo un acto suicida. Por su puesto no se mata, pero en esta segunda etapa muchas personas creen que lo hacen sólo por llamar la atención.
“El acto suicida no necesariamente es un manifestación de búsqueda de atención, eso sería una interpretación de la fase dos muy superflua e irresponsable porque cuando el joven se quiere matar, simplemente lo hace”, asegura el experto de la Universidad La Salle.
El bullying y las redes sociales
Ante la necesidad de formar parte de un grupo social muchos adolescentes se enfrentan al bullying, por lo que es necesario que desarrollen las herramientas para enfrentar esas circunstancias.
“Muchas veces comparan a la gente de la generación X y hacia tras con los millennials o los de la generación Y, y dicen ‘ahora cualquier cosa ya lo viven como bullying, antes afrontábamos esto y estaba el chico que me quitaba el lunch, pero es no me generaba ningún trastorno ni era motivo para ir al psicólogo’, pero hay una diferencia entre los que pertenecemos a las generaciones X y antes y las de ahora. La diferencia es la estructura familiar”, considera Villavicencio.
Si bien los de la generación X enfrentaban la misma violencia que ahora, tenían una red de apoyo, la familia estaba ahí. Ahora, los jóvenes generalmente provienen de familias desintegradas o donde papá y mamá trabajan, por lo que el tiempo de calidad que pasan con los hijos es muy poco, por lo tanto los chicos tienen poco espacio para hacer acogidos ante esta violencia que sufren fuera de casa.
La generación de estructuras familiares sólidas son un factor que está contribuyendo a las estrategias de afrontamiento ante la violencia escolar.
Otro factor importante son las redes sociales, anteriormente le quitaban el lunch al adolescente, pero sólo se enteraba él y sus amigos, ahora cualquier situación de violencia se hace colectiva y entonces la exposición ha llegado a tal grado que nuevamente se refuerza la vulnerabilidad.
No sólo le quitan el lunch al joven y le dan un golpe en la panza, sino que además se entera toda la escuela, toda la colonia y eso aumenta los niveles de vulnerabilidad, exponiendo y llevando a límites tan graves como la ideación suicida o el intento.
El doctor Misael Tapia no cree que las redes sociales sean una herramienta que facilite la ideación suicida, pero sí juegan un papel importante.
“El problema no son las redes sociales, sino la poca supervisión de los padres al respecto. El problema es que alguien no te haya explicado que las redes y que los videojuegos son ficción y que no tengas una buena crianza”
Héctor Lara Tapia secunda la idea de los expertos y dice que es necesario contar con una familia bien integrada con buen afecto.
Acciones que resuelven
No se debe creer que por ser padre o madre pueden ayudar, es decir, no basta con tener oídos para escuchar y resolver el problema, no basta con tener boca para brindar una palabra de consuelo; siempre es importante recurrir a profesionales de la salud mental para brindar apoyo.
“Papá y mamá pueden hacerlo con la mejor intención, el amigo, el tío, es más, el cura de la iglesia lo puede hacer con la mejor intención, pero si no tiene la preparación profesional que requiere el chico puede ser peligroso. No hay que asumir que por la buena voluntad o el amor que le tengo al joven, es suficiente para ayudarlo. Esto no es así”, sentencia Villavicencio Trejo.
También es necesario la implementación de programas de carácter preventivo dirigidos a la familia, al adolescente y a las escuelas, porque pareciera que son dos mundos ajenos que no tienen comunicación.
La política educativa debería orientarse a la prevención del suicidio en lugar de a una intervención remedial.
Lara Tapia asegura que los programas de prevención de la depresión y del suicidio no se han echado a andar por falta de presupuesto.
“Cuando México ha tenido crisis económicas siempre se reduce el presupuesto de educación y de salud”.
“El poco presupuesto que se destina es un factores importante, pocas escuelas tienen departamentos de salud mental. En estados como Michoacán, lugar donde laboro actualmente, el presupuesto está entre el .1 y el .3 por ciento, eso evidencia la falta de políticas de salud”, argumenta Misael Tapia.
Además, el neuropsiquiatra dice que de los aproximadamente 3 mil psiquiatras que hay en el país, más de mil están concentrados en la Ciudad de México, luego en Guadalajara y Monterrey; el resto, un porcentaje muy bajo, se reparte en las demás poblaciones que lo necesitan.
“Como mil 500 están en la Ciudad de México y es mucho más fácil acceder a los servicios de lo que puede ser en el interior de la República”, confiesa Tapia. Además de que indica que los sueldos para estos trabajadores de la salud son muy bajos.
El neuropsiquiatra está convencido de que también es necesario romper con los mitos que rodean a los psicólogo y psiquiatras, ya que se piensa que sólo la “gente loca” acude con ellos.
“En ciertas comunidades de provincia es más probable que vayan antes con el chamán o con el curandero que con un psiquiatra”, revela.