Purépechas Welcome to Tijuana
Las comunidades indígenas en México son las raíces históricas y culturales que se entrelazan –contra viento y marea- con la vida moderna.
De acuerdo a datos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, existen 62 etnias a lo largo y ancho del país. Son la escencia de cada entidad.
En Michoacán cohabitan, al menos, cuatro pueblos indígenas. Los mazahuas, nahuas, purépechas y otomíes. Sin embargo, la guerra que aún se vive el estado ha provocado la emigración de comunidades indígenas completas.
J. Jesús Lemus
Las comunidades indígenas en México son las raíces históricas y culturales que se entrelazan –contra viento y marea- con la vida moderna.
De acuerdo a datos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, existen 62 etnias a lo largo y ancho del país. Son la escencia de cada entidad.
En Michoacán cohabitan, al menos, cuatro pueblos indígenas. Los mazahuas, nahuas, purépechas y otomíes. Sin embargo, la guerra que aún se vive el estado ha provocado la emigración de comunidades indígenas completas.
Desde que se agudizó la confrontación entre los grupos de autodefensas y células del crimen organizado,el éxodo de pueblos enteros ha aumentado notablemente.
Julián Cruz Ramiro es un michoacano que arribó a Tijuana la semana pasada. Llegó con su esposa, dos hijos, una nuera y tres nietos.
Está a la espera de que llegue otro de sus hijos que no pudo hacer el viaje con ellos, para entones acudir a la garita internacional de Tijuana y solicitar formalmente el asilo político en los Estados Unidos.
El argumento más fuerte de Julián para convencer a las autoridades americanas de que le otorguen un periodo de residencia legal en ese país, será la narración de cómo ha sido perseguido y amenazado por el crimen organizado.
En dos ocasiones lo han levantado para que ceda los derechos de un predio de 10 hectáreas que le fue heredado por su padre.
Ese terreno se encuentra en las inmediaciones del lago de Pátzcuaro.
“A alguien le gustó mi terreno”, dice con desaliento, “y ahora esa es la causa por la que tuvimos que salir del pueblo”.
Julián asegura que los criminales le dijeron que si no les cedía el predio matarían a sus hijos. No quiso saber si hablaban en serio o solo mentían.
“Decidí venirme para Estados Unidos”, asegura mientras mira convencido más allá de la línea fronteriza. Sus ojos se clavan en la distancia brumosa de la mañana de Tijuana.
A esta ciudad fronteriza, en donde radica la comunidad de michoacanos más grande del país, se estima que en los últimos 12 meses han llegado más de 5 mil familias que huyen de la violencia con la intención de llegar Estados Unidos para buscar asilo político.
Especialistas en temas migratorios aseguran que históricamente son pocos los casos de éxito de personas que solicitan asilo político en Estados Unidos por la violencia, en el 2010 se registraron aproximadamente 3 mil 500 casos, solo el 3 por ciento logró ser asilado.
Pocas familias lograrán su objetivo, pero nadie quiere regresar a Michoacán.
Julián y su familia no lo saben, pero se van a sumar a una lista de más de 7 mil 320 personas de origen mexicano que en los últimos 6 meses han solicitado asilo político en la garita de Tijuana.
El refugio de los michoacanos
Hugo Cortez, líder de la comunidad de michoacanos en Tijuana, asegura que la población de esa colonia ha crecido en los últimos meses en la ciudad fronteriza.
“Ya se venía registrando un crecimiento constante desde antes del 2000, pero definitivamente a raíz de la guerra que se vive allá el flujo de personas aumentó notablemente”, dice.
Las casas de asistencia a migrantes en esa frontera se han convertido en refugio de michoacanos que huyen de la violencia en sus ciudades de origen.
A Tijuana llegan –extraoficialmente- un promedio semanal de 4 y 10 familias michoacanas, las cuales reciben apoyo y orientación de parte de un grupo de personas que encabeza Cortez.
Muchas familias que desistieron en su intención de cruzar la frontera –o que fueron deportados- se quedan a vivir en ciudades como Rosarito, en donde le han dado un gran impulso económico a la zona.
“Porque los michoacanos somos gente de trabajo. No somos delincuentes, ni venimos a pedir limosna”, señala Cortez con algo de enojo en los ojos.
Entre Tijuana y Rosarito se suma una población de más de 76 mil michoacanos, los que provienen en su mayoría de los pueblos indígenas de la Meseta Purépecha, en donde la violencia ha arreciado en los últimos 12 meses.
Se calcula que en los últimos 12 meses, desde esas colonias han emigrado a Estados Unidos más de 4 mil familias de michoacanos.
“Michoacán se inundó de sangre”, hace su propia alocución sin pregunta de por medio, “de la noche a la mañana Michoacán dejó de ser nuestra tierra. Los delincuentes son los verdaderos dueños de nuestro estado y toda su belleza. Es muy triste ver que la tierra que fue de nuestros padres, ya no será más de nuestros hijos”.
Un pedacito de Janitzio
Mientras Julián Cruz y su familia se preparan para acudir a la que será la cita más importante de sus vidas, para pedir asilo político en la garita de Tijuana-San Diego, en la colonia de michoacanos no los desatienden.
La solidaridad se desborda: comparten una casa con otra familia que tiene más de 11 años radicando en ese lugar. Las mujeres hacen la comida mientras los hombres hablan de las bellezas de Pátzcuaro y Janitzio. No es domingo, pero van a comer corundas (tamales envueltos en hojas verdes de maíz) y mole de guajolote.
Para los indígenas michoacanos avecindados en Tijuana y Rosarito, algo tan preciado como la vida es la preservación de las costumbres y tradiciones.
La comida habla del apego de estas familias en el exilio. Las fiestas patronales de los pueblos indígenas se siguen respetando en esta parte de la ciudad de Tijuana, donde para los michoacanos allí radicados es un pedacito de Janitzio.
La nostalgia
Hugo Cervantes explica que una de las comunidades más activas en la preservación de las tradiciones es la originaria del poblado de Santa Cruz Tanaco, que se asienta en las colonias Cañón de las Carretas, Reforma y Pedregal de Santa Julia.
En esas colonias, dice, ni parece que sean municipio de Tijuana, más bien son extensiones de Cherán.
Lo mismo sucede en las colonias Zona Norte, 10 de mayo, Valle Verde, Nido de las Águilas, Lomas de la Amistad y Otay de Tijuana, así como en la colonia Morelos, de Rosarito, donde se puede sentir la tristeza por la tierra dejada atrás.
Las comunidades que más luchan por preservar sus tradiciones en suelo muy al norte de su origen son las que provienen de los poblados indígenas de Cherán, Santa Cruz Tanaco, Nahuatzen, Janitzio, Arantepacua, entre muchos otros.