¿Qué le espera al próximo presidente de México en materia de política exterior?

De cara a las próximas elecciones, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador le heredará a su sucesor un país con retos en materia de política exterior no solo con Estados Unidos y el posible regreso de Trump
Fernanda Muñoz y Pablo Abundiz Fernanda Muñoz y Pablo Abundiz Publicado el
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México está cerca de elegir a su próximo presidente o presidenta, quien no solo intentará materializar sus objetivos de campaña, sino concluir los temas que el gobierno actual le herede.

Es en materia de política exterior donde el presidente Andrés Manuel López Obrador dejará asuntos sin resolver y con críticas por encima, como es el caso de los países que viven un conflicto bélico, ante lo cual México se ha mostrado neutral.

En lo que respecta a la invasión de Rusia a Ucrania, que ya cumple dos años, el gobierno mexicano se posicionó a favor de una solución pacífica, lo cual autoridades ucranianas criticaron por no manifestarse en contra de Moscú, e incluso sugirieron que el presidente estaba detrás de un plan en favor de los rusos.

Del lado de Medio Oriente, donde Israel y Hamás se enfrentan desde octubre pasado, México volvió a mostrar su neutralidad sin dejar de lado la defensa de los civiles inocentes; una postura que también fue rechazada por la comunidad pro-Palestina que, por otro lado, aplaudió la decisión de países como Colombia de romper relaciones diplomáticas con el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu.

La falta de neutralidad de México ante el mundo se evidenció incluso en el desfile de Independencia nacional del año pasado, cuando soldados tanto de Rusia como de Nicaragua fueron invitados a marchar por el Centro Histórico. El presidente López Obrador fue objeto de críticas por no considerar que el primer país es sancionado por Estados Unidos y la Unión Europea por la invasión a Ucrania, y el segundo por representar un régimen que descarta a toda oposición que intenta relevarlo en el poder.

Aunque México se ha expuesto como neutral en estos temas, no en los que respecta a su relación con socios regionales como Cuba, al cual el presidente ha defendido, por más de una ocasión, de la intervención estadounidense.

En 2021, por ejemplo, mientras López Obrador daba su discurso de apertura de la Cumbre de la Organización de Estados Americanos (OEA), el tabasqueño aseguró que el pueblo de Cuba merecía el premio de la dignidad e incluso ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia, “razón por la que debería ser declarada patrimonio de la humanidad”.

El gobierno actual también defendió, y recibió en el país como refugiado, al expresidente de Bolivia, Evo Morales, quien en 2019 salió de su Estado natal por un “golpe político, cívico y policial” luego de haber ganado la reelección. En ese entonces, la oposición mexicana criticó al gobierno de Morena al considerar al exmandatario boliviano “un dictador”.

Las relaciones del presidente con sus homólogos regionales le causaron estragos incluso durante su toma de posesión, cuando Nicolás Maduro, uno de sus invitados, recibió abucheos de la oposición al considerar que lideraba un régimen en Venezuela.

Sobre la relación con Estados Unidos, la oposición mexicana le exige al gobierno morenista dejar de ser el “patio trasero” del vecino del norte, en relación al envío de migrantes centroamericanos a territorio nacional mientras sus casos son analizados por las autoridades estadounidenses.

Además, se le pide al gobierno mayores respuestas en materia de política migratoria por la cantidad de personas que arriban al país con la esperanza de cruzar a Estados Unidos.

De acuerdo con datos recopilados de enero a marzo de este año por la Unidad de Política Exterior del gobierno de México, 359 mil 697 migrantes se encuentran en situación irregular; 199.7 por ciento más que en el mismo periodo de 2023.

El último golpe

La relación de México con Ecuador será otro de los temas que el relevo del presidente López Obrador deberá concluir, considerando la postura que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) tomó ayer sobre el caso de la invasión a la Embajada mexicana en Quito.

En un comunicado de 13 páginas, la Corte concluyó que las circunstancias presentadas tanto por Ecuador como por México no son tales que requieran el ejercicio de la facultad de medidas provisionales, por lo que las sugerencias emitidas por las autoridades de nuestro país no se ejecutarán.

México solicitó a la Corte declarar que Ecuador es responsable de los daños que sus actos con violaciones causaron y siguen causando, y suspenderlo como miembro de las Naciones Unidas hasta que emita una disculpa pública reconociendo los principios y normas del derecho internacional, entre otras peticiones.

A pesar de lo concluido por el Tribunal internacional, el órgano consideró necesario subrayar la importancia de los principios consagrados en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas.

Nayar López Castellanos, politólogo latinoamericanista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considera que la resolución de la Corte “fue bastante débil y negativa”.

“En términos reales se pierde la demanda del gobierno mexicano que estaba muy bien planteada (…) Creo que México debería apelar esta resolución para que se respete la soberanía de los países a través de sus representaciones diplomáticas en todo el mundo. Se debe mantener la demanda o incluso acudir a otros foros como la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños)”, agrega el especialista en la región.

La controversia entre Ecuador y México, la cual llevó al presidente López Obrador a romper relaciones diplomáticas, comenzó en diciembre del año pasado, cuando el exvicepresidente ecuatoriano, Jorge Glas Espinel, solicitó su ingreso y salvaguarda en la Embajada de nuestro país, lo cual la administración de Daniel Noboa desaprobó y así ordenó detener al exfuncionario.

Sobre Glas Espinel pesaban las sentencias por delitos de asociación ilícita y cohecho, y una orden de captura por delito peculado.

Entre aciertos y críticas

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha gobernado al país bajo el principio de “la mejor política exterior es la interior“; una idea que materializó desde el día uno en el poder.

Ejemplo de esa ideología es su poca asistencia en eventos internacionales. No fue sino hasta 2020 que, por primera vez, salió de México para asistir a la celebración de la firma del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, en Washington D.C, donde le tendió la mano a sus homólogos como el primer presidente de izquierda en la historia de México.

Si bien hay una congruencia entre los actos y el discurso del presidente, en opinión de Daniel Muñoz, internacionalista y jefe de la carrera de Relaciones Internacionales de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón de la UNAM, esa decisión perjudicó la postura de México ante el mundo.

“Tiene que haber congruencia entre la política interior y la política exterior, pero en este sexenio los vacíos que ha dejado México por la ausencia del mandatario en foros internacionales han sido asumidos por otros líderes.

“En 2018, cuando López Obrador asumió el poder, hubo algarabía en América Latina al ver que el presidente podía convertirse en una voz de la región en el mundo, pero nuestro jefe de Estado tuvo una participación casi nula fuera de nuestro país y eso generó la percepción de que los temas de la agenda internacional eran secundarios”, anota el especialista.

Si bien la llegada de López Obrador a la presidencia anticipaba un liderazgo, su participación regional nunca llegó a materializarse y la meta de un gobierno progresista quedó truncada.

Pese a las expectativas que el presidente no pudo completar, su administración no fue un sexenio perdido. Desde su discurso de toma de posesión, el morenista adelantaba que los principios constitucionales serían respetados y con ello, y pese a su personal estilo de gobernar, pudo consolidar éxitos que marcaron su mandato.

“Uno de sus aciertos fue su política con Estados Unidos, que es una relación siempre muy compleja por todas las temáticas que hay inmersas. El hecho de que haya negociado con el gobierno de Donald Trump y lograr la firma del T-MEC, sin que la relación se cayera, fue un logro; se esperaba que la reacción se tensara pero, pese a sus complicaciones, salió fortalecida” señala el especialista.

El internacionalista apunta que aunque la imagen que México proyectó al mundo durante el gobierno de López Obrador fue de continuidad, los errores de la administración también pasaron factura a la reputación mexicana.

“Estos encontronazos con Bolivia, Ecuador, o los desencuentros con España y el Parlamento Europeo, se debieron a que el presidente se condujo en una lógica en la cual no lograba separar sus declaraciones a título personal pues, al hacerlas en un medio público, eran una declaración del Estado mexicano hacia el exterior”, finaliza el internacionalista.

La opción frente a EU

Si bien de la política exterior mexicana se generan diversas aristas, la relación bilateral con Estados Unidos es una de las más importantes para el próximo Gobierno federal.

Al igual que nuestro país, la Unión Americana está de cara a sus próximas elecciones generales, lo que abre el abanico de posibilidades entre los candidatos mexicanos y estadounidenses.

A cinco meses de la jornada presidencial en Estados Unidos, el candidato republicano, Donald Trump, presenta una ventaja en las encuestas, con lo que se espera que el expresidente regrese a la Casa Blanca y con él, un discurso antiinmigrante y antimexicano que en su anterior mandato significó cambios de fondo en la relación con México.

Por la importancia que Estados Unidos tiene para la relación exterior de México, nuestro país requerirá de una Cancillería que sepa enfrentar a un posible gobierno trumpista en materia económica y de migración. Foto: Especial

En el caso mexicano, si bien los tres aspirantes que contienden han prometido defender la soberanía del país, la manera en la que cada uno plantea una posible relación con Estados Unidos difiere en gran medida. Claudia Sheinbaum, por ejemplo, se ha posicionado como una continuación de la política exterior actual, aunque sus propuestas son vagas en cuanto a metas.

Por su parte, Xóchitl Gálvez ha ignorado los riesgos que una administración de Trump representa y promete la consolidación comercial entre Estados Unidos y México con base en aprovechar los beneficios del nearshoring.

La doctora Arlene Ramírez Uresti, internacionalista y docente de la Universidad Iberoamericana, señala que ante el conocido panorama que es una presidencia trumpista, la respuesta de la política exterior mexicana no recae solo en los candidatos a la presidencia sino en quienes pudieran conformar su Cancillería.

De esta manera, la académica menciona que el equipo de la candidata oficialista significaría el regreso de Marcelo Ebrard como secretario de Relaciones Exteriores, lo que ella considera un “cataclismo”.

“Con Ebrard al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores tuvimos el cataclismo de la política exterior en México, fue el artífice de la sumisión mexicana al inicio de la presente administración (…) Dejó mucho que desear, y lo vemos en la falta de presencia de México en el mundo, en la política migratoria, en la construcción del muro, en el Tratado de Libre Comercio…la lista es enorme”, comenta la especialista.

Ante tal escenario, Ramírez Uresti señala que la posibilidad que presenta el equipo de Gálvez de una política exterior económica puede ser la mejor herramienta en la defensa del país.

“El gabinete de Xóchitl Gálvez, no ella como tal, es quien tiene mejor posibilidad de defender a México. Comparado con el equipo de Sheinbaum, Idelfonso Guajardo y Enrique de la Madrid son dos ejes fundamentales para reconstruir la relación comercial con Estados Unidos y, a partir de ahí, se pueda recuperar el ritmo del T-MEC. Con base en ello se puede ir desdoblando el resto de la agenda, pues sabemos que para Donald Trump una prioridad es la capacidad que tiene este tratado para potenciar los negocios en Estados Unidos”, apunta la internacionalista.

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