Los extraños

Soplan vientos de cambio en el Partido Revolucionario Institucional. De cara al que será el proceso electoral más complicado en sus casi 90 años de historia, el discurso de algunos de sus miembros más representativos apunta hacia una renovación inédita.

Los mensajes en las última semanas son claros. Más allá del debate sobre el cambio o no de los estatutos en la próxima Asamblea Nacional para abrir o cerrar la puerta a un candidato presidencial no militante, el priismo podría reestructurarse de la mano de nuevos cuadros sin una trayectoria política al interior del partido.

Carlos Salazar Carlos Salazar Publicado el
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“No caigamos en debates falsos. Tenemos que decirle al ciudadano para qué queremos conservar el ejercicio de gobierno y esto es lo que esperan los mexicanos. Rechazamos la confrontación. No queremos discusiones que sólo reflejen ánimos de conflicto o lucha de posiciones”
Diputados de la LXII Legislatura
Priistas cercanos a Manlio Fabio Beltrones se pronunciaron a favor de impulsar la figura de los gobiernos de coalición, inevitable ante el agotamiento del actual modelo político
Los priistas adeptos a Beltrones señalaron que el verdadero dilema del PRI es que se conserve la identidad del partido y se priorice el compromiso de un programa de gobierno inclusivo
En la más reciente jornada electoral, el PRI mantuvo por la mínima su enclave más importante, el Edomex, y está cerca de perder Coahuila en los tribunales, un estado que ha sido gobernado solo por el PRI
Hace cuatro años, luego de la victoria electoral de Enrique Peña Nieto, la sensación entre los priistas era que habían regresado por la puerta grande al poder y que habían regresado para quedarse
Debido a una suma de factores, sobre todo a la sombra de corrupción que acecha a los gobernadores emanados de las filas priistas, el PRI ha perdido bastiones históricos que nunca habían conocido la alternancia
Si al final el priismo tradicional se impone y se mantienen los candados, se estaría enviando un mensaje de que el priismo no está abierto al cambio
El expresidente nacional del PRI, César Camacho, ha enfatizado que en las actuales condiciones el PRI no será competitivo rumbo a 2018, por lo que es necesario tomar la posibilidad de un candidato presidencial externo

Soplan vientos de cambio en el Partido Revolucionario Institucional. De cara al que será el proceso electoral más complicado en sus casi 90 años de historia, el discurso de algunos de sus miembros más representativos apunta hacia una renovación inédita.

Los mensajes en las última semanas son claros. Más allá del debate sobre el cambio o no de los estatutos en la próxima Asamblea Nacional para abrir o cerrar la puerta a un candidato presidencial no militante, el priismo podría reestructurarse de la mano de nuevos cuadros sin una trayectoria política al interior del partido.

Con un presidente nacional que hasta antes de asumir el cargo lucía alejado de la vida partidista y la posibilidad de que un no militante, como José Antonio Meade, pueda encabezar al tricolor en 2018, el mensaje parece ser que el priismo está dispuesto a hacer los cambios necesarios en aras de su supervivencia, aunque en el camino pierda su esencia.

Hoy, el ser militante o incluso ser un personaje identificado como un liderazgo ancestral dentro del PRI se está devaluando, y la crisis de credibilidad que vive este instituto político ha orillado al sector más pragmático del partido a buscar una apertura hacia otros sectores sociales y a dejar el sectarismo que lo ha caracterizado por décadas.

Aunque aún existen voces críticas al interior del instituto que están en contra de la apertura y que abogan por el mantenimiento de los candados estatutarios, cada vez parece más claro que el futuro del PRI pasa por un profundo cambio, que implica entre otras cosas el empoderamiento de los personajes a quienes llaman ‘los extraños’.

El reto el priismo va más allá de fortalecerse en los próximos meses y presentar un frente unido y sobre todo competitivo rumbo a los comicios del próximo año.

Actualmente, los principales órganos de dirección y operación del partido están en manos del senador Emilio Gamboa, uno de los mayores activos políticos del PRI, quien seguramente tendrá un gran peso en las decisiones que se tomen al interior en las próximas semanas y que definan el rumbo tricolor.

El reacomodo

Antes de salir a enfrentar las elecciones de 2018, el PRI tendrá que afrontar un más que probable reacomodo de fuerzas, y un posible empoderamiento de personajes que si bien podrían no ser totalmente ajenos al partido, sí son actores no identificados con la vida partidista y que han hecho su carrera política fuera del PRI.

El expresidente nacional del PRI César Camacho, quien estará al frente de la mesa temática de estatutos ha sido enfático, en las actuales condiciones el PRI no será competitivo rumbo a 2018 y es necesario una apertura a la ciudadanía y, sobre todo, aseguró que se debe tomar en cuenta la posibilidad de un candidato presidencial externo para asegurar la competitividad.

En los estatutos priistas, tras la reforma de 2013, se establece que un simpatizante priista, aunque no sea militante puede ser candidato por el tricolor al Congreso de la Unión, a gobernador o a jefe de Gobierno del Distrito Federal.

Aunque en la práctica, los espacios de participación en el PRI parecen reservados a los militantes que han hecho carrera política y suficientes méritos para ir escalando posiciones al interior, un sistema que se ha perpetuado a través de los años.

Con la reforma estatutaria que empuja un sector del priismo se pretende abrir también la posibilidad de que un personaje externo sin militancia pueda convertirse en candidato presidencial, situación inédita en la historia del PRI.

La eliminación de estos candados y la posibilidad de que la dirigencia comience a otorgar un mayor número de candidaturas a personajes externos será un verdadero desafío para todo el PRI, pues los priistas de carrera, aquellos que ven al partido como una forma de vida podrían cuestionarse más que nunca la disciplina característica del instituto político y ponerlo en verdadero riesgo de fractura en la etapa más crítica.

Si al final el priismo tradicional se termina imponiendo y se mantienen los candados, y sobre todo las formas al interior, se estaría enviando un mensaje de que el priismo no está abierto al cambio.

En un momento en que el priismo está desprestigiado por los escándalos de corrupción de los gobernantes emanados de sus filas, la apertura a perfiles externos para las candidaturas podría ser aire fresco para el PRI, sacrificar una parte de su esencia interna en aras de la competitividad externa.

Desde la creación del Partido Nacional Revolucionario por parte de Plutarco Elías Calles, si hay algo que ha caracterizado a los priistas es la disciplina. A pesar de que siempre han existido debates y enfrentamientos, al final la unidad como valor, aún cuando sea una unidad artificial, se ha terminado imponiendo.

Sin embargo, en este tiempo de definiciones y en una etapa crítica para el tricolor, las posiciones entre las diversas facciones internas parecen más lejanas que nunca, y el riesgo de una ruptura está presente.

Las amenazas externas no son lo único que preocupa al priismo. Hoy, los conflictos internos se han convertido en un factor que puede no solo desestabilizar al partido rumbo a la siguiente cita electoral, sino incluso, la división interna podría ser el golpe fatal que eche por tierra las aspiraciones priistas.

Y es que a pesar de que el gran debate está centrado en todo lo concerniente a la sucesión presidencial, desde el cambio de los estatutos, la hoja de ruta del partido, las reglas para la designación del candidato y los candados para los aspirantes, una de las principales preocupaciones del PRI es la viabilidad del partido más allá de 2018.

Pase lo que pase tras la plenaria de la Asamblea Nacional del próximo 12 de agosto, todo parece indicar que el PRI como lo conocemos hasta el momento podría dejar de existir.

Cambio de escenario

En la última Asamblea Nacional priista celebrada en marzo de 2013 la situación para el PRI era totalmente diferente a la que se enfrenta el día de hoy a la víspera de la XXII Asamblea.

En ese entonces el PRI llevaba apenas cuatro meses en Los Pinos de la mano de Enrique Peña Nieto, quien había ganado la última elección presidencial y había dado el paso a una ‘segunda alternancia’ tras 12 años de gobiernos panistas.

El Gobierno federal había cimentado las bases de su agenda de reformas tras la firma del Pacto por México con el PAN y el PRD.

En el Congreso de la Unión, tanto en el Senado y la Cámara de Diputados, los legisladores priistas, junto a sus aliados del Partido Verde eran mayoría.

En los estados, el PRI contaba además con 21 de 32 gubernaturas, su mejor registro desde el año 2000 cuando perdieron la Presidencia de la República.

Hace cuatro años, la sensación entre los priistas era que habían regresado por la puerta grande al poder, y que habían regresado para quedarse.

La XXI Asamblea Nacional del 3 de marzo de 2013 fue una fiesta para el priismo, un cónclave encabezado por el presidente Enrique Peña Nieto y el dirigente nacional César Camacho, dos liderazgos que estaban por encima de cualquier cuestionamiento.

Entre los acuerdos más importantes alcanzados destacaban los cambios en el artículo 166 de los estatutos que abría la puerta a la postulación de candidatos no militantes al Congreso de la Unión y a los congresos locales, a las gubernaturas y a cargos municipales, siempre y cuando salieran mejor posicionados en las encuestas sobre otros aspirantes.

Además se eliminó el requisito de haber ocupado un puesto de elección popular para poder ser candidato a gobernador o a presidente de la República.

Hoy, de cara a la XXII Asamblea, la situación es contrastante.

De cuatro años a la fecha, el PRI ha perdido millones de votos. El Gobierno federal está atravesando una gran crisis de desprestigio y de rechazo social.

Debido a una suma de factores, sobre todo a la sombra de corrupción que acecha a los gobernadores emanados de las filas priistas, el PRI ha perdido bastiones históricos como Veracruz, Quintana Roo y Durango, que nunca habían conocido la alternancia.

En la más reciente jornada electoral, el PRI mantuvo por la mínima su enclave más importante: el Estado de México y está cerca de perder Coahuila en los tribunales, otro estado que no ha sido gobernado por otro partido que no sea el PRI.

Es por ello que los ánimos previos a la Asamblea son muy diferentes y a pesar de los llamados a la unidad y la disciplina partidista, lo cierto es que las voces disidentes son cada vez mayores.

No hay duda de que la coyuntura que vive el priismo no es la mejor para las decisiones trascendentales que tendrán que tomarse el próximo 12 de agosto, sin embargo, la transformación profunda parece ser hoy la única alternativa para un PRI con futuro.

‘Debates falsos’

Precisamente a la discusión sobre las prioridades del PRI rumbo a su XXII Asamblea se ha sumado la voz de Manlio Fabio Beltrones, uno de los liderazgos con mayor peso dentro del tricolor.

Esta misma semana, el exdirigente nacional, exgobernador de Sonora y exlegislador federal se reunió con 190 de los 212 diputados priistas de la LXII legislatura, una bancada de la que fue coordinador entre 2012 y 2015, toda una declaración de intenciones para mostrar músculo político.

En la comida en honor al sonorense, los exlegisladores discutieron sobre el rumbo que debe tomar el partido de cara al encuentro y cuestionaron el debate que se ha suscitado en las últimas semanas, alejado de los temas que deberían realmente de preocupar al priismo militante.

En un comunicado firmado por los diputados de la LXII legislatura, aseguraron que acudirán a la asamblea convencidos de su amplitud para que se escuchen todas las voces, aún las disidentes, e hicieron un llamado a abordar los temas en verdad relevantes para el futuro del instituto político.

“No caigamos en debates falsos. Tenemos que decirle al ciudadano para qué queremos conservar el ejercicio de gobierno y esto es lo que esperan los mexicanos. Rechazamos la confrontación. No queremos discusiones que sólo reflejen ánimos de conflicto o lucha de posiciones”.

Este párrafo del comunicado es un mensaje claro para las dos facciones que han polarizado el debate en torno a si se deben de cambiar o no los estatutos para abrir la candidatura presidencial a un candidato externo.

Además, los priistas adeptos a Beltrones señalaron que el verdadero dilema del PRI es que se conserve la identidad del Partido y se priorice el compromiso de un programa de gobierno inclusivo y que sea comprensible para la sociedad. El programa antes que el candidato.

“Es indispensable la unidad en la pluralidad y los acuerdos. Los partidos tienen que decir para qué quieren el gobierno y hacia dónde quieren ir. La unidad siempre es posible con los acuerdos políticos que la sustenten”.

Por último, se pronunciaron a favor de impulsar la figura de los gobierno de coalición -un proyecto que ha venido defendiendo Beltrones en los últimos años- reconociendo que es un tema sujeto de ser perfeccionado en su regulación, pero que sin duda es inevitable ante el agotamiento del actual modelo político.

“Solamente así se le podrá dar gobernabilidad a México y se podrán construir mayorías responsables con programas exigibles, eficacia legislativa y de gobierno”.

Beltrones aseguró a sus adeptos que seguirá activamente en la vida política, y sin duda será un factor más que importante no solo en la inminente Asamblea, sino en la construcción del futuro del PRI como partido político.

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