Por ciudades más resilientes ante las crisis
A pesar de las afectaciones que dejó la pandemia y de los constantes desafíos que plantea el calentamiento global, en México no tenemos ciudades preparadas para contrarrestar las problemáticas que estos eventos traen consigo debido a la visión a corto plazo de las autoridades. Especialistas proponen comenzar a planear urbes diseñadas para enfrentar estos fenómenos
Rubén ZermeñoLa pandemia de COVID-19, sus estragos económicos y sociales, así como los embates del cambio climático han dejado de manifiesto lo frágiles que somos y las carencias en políticas públicas y planeación con las que contamos en las ciudades para enfrentar futuros retos.
Tras la crisis sanitaria, el mayor aprendizaje que tuvimos fue que no estamos listos y que hay que sentarse para planear ciudades más resilientes, es decir, urbes y sociedades con la capacidad de adaptarse a situaciones adversas con resultados positivos.
Aunque varias ciudades han comenzado a desarrollar proyectos para blindar sus territorios, lo cierto es que aún falta mucho trabajo por hacer: coordinación entre autoridades, organizaciones sociales, iniciativa privada e instituciones educativas, pero sobre todo mucha más conciencia.
De acuerdo con el documento “Ciudades Inteligentes 2.0, Manual de Mejores Prácticas”, elaborado por la organización Friedrich Naumann Stiftung, la resiliencia se conseguirá con la aplicación de nuevas tecnologías.
Además, la investigación de la fundación alemana alerta sobre el impacto ambiental que existe actualmente en las ciudades, el cual se incrementará conforme pasen los años.
“Uno de los retos que enfrentan hoy las ciudades y que será también de los más importantes para las futuras generaciones, es la resiliencia ambiental, la capacidad de adaptarse a los cambios y mitigar riesgos del cambio climático (huracanes, lluvias, inundaciones, sequías, etc.).
“Las nuevas generaciones exigirán, cada vez más, que sus ciudades tengan el menor impacto negativo posible en el planeta. Por lo tanto, las ciudades deberán diseñarse en armonía con el medio ambiente y estar preparadas para enfrentar eventos más extremos”, dice la investigación.
Además de alertar, la fundación propone una estrategia para proteger el medio ambiente y mitigar los efectos del cambio climático a través del diseño inteligente de la infraestructura pública, la protección de los cauces de agua y un reciclaje y aprovechamiento de la basura inteligente.
En el apartado de infraestructura verde, Friedrich Naumann Stiftung propone a las autoridades de la región proteger, antes que todo, sus zonas de alto valor ambiental como lagos, arroyos, playas, vasos reguladores de agua e incluso las fallas geológicas.
“La infraestructura que debe construirse encima de estos lugares se llama infraestructura verde. Y esta es la más importante de la ciudad, porque sin ella, la ciudad queda propensa a desastres naturales como inundaciones o deslaves. Estos espacios también son indispensables para recargar los mantos acuíferos, especialmente en ciudades limitadas por el agua, evitando que corra a otras cuencas.
“La única forma de proteger estos lugares de forma efectiva es diseñándolos como espacios públicos —áreas verdes y parques—, logrando que la comunidad se apropie de ellos. De lo contrario, la tentación de desarrollarlos, de construir casas o incluso vialidades, predominará”, alertan.
Un ejemplo de un buen diseño urbanístico pensado para proteger un pulmón ambiental, dice el estudio, es el Parque Fundidora en Monterrey, Nuevo León.
Para evitar sequías y falta de agua como la que azotó al norte del país durante este año, el estudio propone la construcción de parques hundidos y represas a lo largo de los escurrimientos para retener el agua durante las lluvias y así evitar inundaciones.
“Sirven de sombra para disminuir hasta 6 grados la temperatura de una ciudad haciéndola más caminable y con mayor eficiencia energética. También representan una oportunidad de paisajismo y arquitectura vial, aportando belleza e identidad a las calles, facilitando que los mismos ciudadanos protejan cada árbol cuando saben que debe haber uno precisamente cada ocho metros”.
Finalmente, el estudio propone a las autoridades innovar en la administración municipal de residuos sólidos para generar una nueva industria de economía circular en la que incluso se les pague a las personas por su basura.
“Las ciudades inteligentes invierten en sistemas y procesos que les permiten extraer la mayor cantidad de materiales aprovechables posibles de entre la basura enfocados en tres categorías: desperdicios de comida, desperdicios de empaques (incluyendo plásticos) y desperdicios electrónicos”.
Con la separación del plástico se puede vender como material de reciclaje, la separación de comida funciona para la creación y venta de composta, la incineración limpia de basura para la producción y venta de energía e incluso se puede generar biogás a partir de los desechos orgánicos.
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