‘Políticos megalómanos’
"Pretender ser dios entre los hombres es un proyecto absurdo y una gran aventura existencial. Es la idea humana más temeraria y descabellada”.
Así inicia Pedro Arturo Aguirre su nueva obra denominada "Historia mundial de la megalomanía".
Un libro en el que, más allá del análisis político, su autor realiza un repaso, una antología de las desmesuras, los desvaríos y las fantasías del “culto a la personalidad” en la política.
De los personajes megalómanos de la historia contemporánea que aspiraron al misticismo, a lo imposible: ser dioses.
Rodrigo Villegashttps://www.youtube.com/watch?v=9MiUFi_IaxQ&list=UUCCjc1piE1mIrhcE3ejENeA
“Pretender ser dios entre los hombres es un proyecto absurdo y una gran aventura existencial. Es la idea humana más temeraria y descabellada”.
Así inicia Pedro Arturo Aguirre su nueva obra denominada “Historia mundial de la megalomanía”.
Un libro en el que, más allá del análisis político, su autor realiza un repaso, una antología de las desmesuras, los desvaríos y las fantasías del “culto a la personalidad” en la política.
De los personajes megalómanos de la historia contemporánea que aspiraron al misticismo, a lo imposible: ser dioses.
Aguirre retoma las facetas de personajes como Adolf Hitler, Joseph Stalin, Benito Mussolini, Muammar El Gadafi, Fidel Castro, Hugo Chávez, Francisco Franco, Josip Borz “Tito”, entre muchos más, para penetrar este complejo fenómeno sociopolítico.
En entrevista exclusiva con Reporte Indigo, el autor explica a través de anécdotas y trazos biográficos la sorprendente aflicción de numerosos personajes que buscaban algo más que la idolatría. Se trata del dominio total, la grandeza e incluso la inmortalidad.
El autor cita la famosa frase de Albert Camus y su Calígula “¿Por qué no compararme con los dioses? Basta ser tan cruel como ellos”.
Desde ahí parte el común denominador de los personajes que ascendieron al poder a través de instrumentos políticos tradicionales, pero que permanecieron con síntomas de soberbia, egolatría, verborragia, alejamiento progresivo de la realidad o indiferencia ante el sufrimiento.
La combinación de estas actitudes, aunado al éxito político, trastornaron a los personajes en dictadores, tiranos, autócratas, represores, populistas y fascistas.
El más cercano a los dioses
Pedro Arturo Aguirre explica que el culto al líder siempre ha existido.
Desde las primeras civilizaciones el jefe de un Estado o civilización era considerado como el más cercano a los dioses.
Lo que analiza en su libro es la veneración a la personalidad que se le hace al gobernante en sistemas políticos modernos, y que utilizan los medios de comunicación masivos para engrandecer al dirigente para promover el culto a la personalidad.
Se trata de proyectar la imagen de un dirigente que tiene cualidades extraordinarias, heroicas. Una figura paternal que justifica a los regímenes totalitarios.
Una dictadura, por ejemplo, legaliza el uso de la mano dura mediante la enajenación de una realidad exagerada.
Megalomanía a la mexicana
Una antología mundial de la megalomanía en los sistemas políticos contemporáneos no estaría completa si no se abordara el caso de México.
Es un caso hibrido o sui generis, por decir lo menos, asegura el escritor mexicano.
El capítulo denominado “Tres episodios del señor presidentismo mexicano” aborda el caso evolutivo del culto a personalidad en México desde la época revolucionaria.
Setenta años de partido hegemónico y una cultura política en la que pese a ser un régimen democrático la adulación imperialista del presidencialismo mexicano está al límite de la fina línea en la que los presidentes se hicieran culto a la personalidad.
Aguirre retoma los análisis de grandes historiadores mexicanos como Jorge Carpizo y Daniel Cosío Villegas para destrabar lo que fue el presidencialismo mexicano.
Asegura que el culto a la personalidad nunca se acabó de conjugar en el sistema político mexicano. Nunca llegó a los excesos de regímenes comunistas como los de Mao o Stalin.
La razón se encuentra en la naturaleza del mismo régimen. Aquel en el que para bien o para mal han existido contrapesos; legislativos, judiciales etc.
Y a pesar de la supremacía del Estado sobre los medios y los poderes fácticos, esa dominancia ha evolucionado.
La aparición de los nuevos medios de comunicación como las redes sociales han diluido el guiño del culto a la personalidad, aun que no el de la megalomanía en los líderes mexicanos.
Una cosa es querer y otra cosa es poder, asegura Aguirre.
El autor sugiere que si bien los dotes megalómanos estuvieron presentes en las últimas administraciones del Gobierno Federal, el precio fue muy caro para los líderes.
“El precio de la megalomanía en el poder, ha sido carísimo, incluso después de dejar la silla presidencial”.