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Dentro de las lenguas indígenas las palabras son magia, luz, aire, fuego, estrellas, amor y un sin fin de significados que aluden a un universo conocido sólo por aquellos, que, de voz particular celebran cada elemento que la vida les da.
Con incursiones cada vez más constantes en la poesía, literatura y música, son las artes adaptadas a diversas lenguas indígenas el medio que sus jóvenes utilizan para exigir a través del dolor, la desigualdad, la opresión, la inconformidad y la lucha, el respeto que otros quitaron a sus pueblos.
“¿Por qué las personas que defendemos nuestros derechos somos vistos como los ‘especiales’, los ‘raros’, los ‘revoltosos’?”, se pregunta Mare Advertencia Lírika, rapera zapoteca de 30 años de edad.
“A mí me parece más raro que la gente no tenga una memoria histórica y que estén conformes con su vida y con lo que está pasando”.
El Hip-Hop o rap es un género musical popular que los afroamericanos crearon para manifestar sus raíces y que en tiempos recientes ha sido retomado por diversos cantantes indígenas para expresar a través de historias propias o la de sus pueblos, la inconformidad de encontrarse dentro de una sociedad que les ha negado la oportunidad de brillar.
El Hip-Hop como Arma de denuncia
En los últimos años, en México ha surgido un movimiento de cantantes de raíces indígenas que han recurrido al Hip-Hop para denunciar las injusticias y la problemática social que enfrentan sus comunidades en el país. Son artistas que componen en español pero también riman con sus lenguas maternas como el maya, zapoteco y mixteco.
Entre los hiphoperos indígenas destacan el rapero maya Jesús Cristóbal Pat Chablé, conocido como “Pat Boy”. Está Gonzalo Candia Moreno “El Rapero de Tlapa”, originario de la sierra de Guerrero, quien incluso se ha presentado en el Vive Latino. En Oaxaca está Juchirap, conformado por tres cantantes oaxaqueños que cantan sobre la migración y la violencia.
En esta ocasión Reporte Indigo entrevistó a tres exponentes de esta corriente musical, la zapoteca Mare Advertencia Lírika, al rapero totonaco Juan Sant y al rapero maya de Quintana Roo, Jesús Pat o “Pat Boy”.
Historias que hoy presentamos, en el marco de la celebración del Día de la Raza.
“Nos asumen como minoritarios y sectores oprimidos. Nos quieren callar la voz, demeritarnos e invisibilizar nuestras luchas. Sin embargo, muchas de las opresiones tienen que ver con quiénes se enriquecen a costa de quién. Con quienes tienen el poder a costa de quién. Con quienes tienen que sacrificarse para que otras personas salgan adelante”, explica Mare Advertencia Lírika.
De acuerdo con Juan Gregorio Regino, director del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), existen 69 lenguas nacionales vivas contando al español.
Para Regino, considerar al español como parte de una de las lenguas nacionales es dar un paso grande a la conciencia colectiva y a la sensibilización.
“Que los jóvenes digan vamos a recrear, potencializar, refuncionalizar y reinventar la identidad y la cultura a partir de la música y la lengua indígena es un orgullo”, dice el funcionario federal.
“Yo soy”
El rapero totonaca
Juan Sant, rapero totonaca originario de Puebla, se describe a sí mismo como el hijo de una mujer indígena que desea lograr dejar huella en la lucha por el respeto a sus hermanos y a su pueblo.
Para él, no se trata de privilegios, se trata de los derechos que todos tienen desde el nacimiento.
Como parte de una tradición de su pueblo, al cumplir la mayoría de edad (generalmente 15 años), los jóvenes deben de viajar a la ciudad para trabajar, continuar sus estudios y ayudar económicamente en el hogar.
A Juan lo trajo su hermana, quien antes que él llegó y se estableció como empleada doméstica en la Ciudad de México.
“Llegué a México muy joven. Mi hermana mayor, quien se había venido antes que yo, me dijo que me ayudaría a conseguir un cuarto para que empezara a trabajar. Recuerdo que llegué descalzo, sin hablar fluido el español y pensando que al bajar del autobús vería los enormes edificios que se ven en las telenovelas. Yo llegué a Ecatepec y ahí no había nada de eso. Sólo había un montón de camiones y no sabía a dónde iban”, recuerda Juan Sant, rapero totonaca.
Juan concluyó sus estudios hasta la secundaria y entró a trabajar, sin embargo, el autor del disco ‘El ego de un indio’ cayó pronto en las adicciones.
“Anduve en malos pasos que evitaron que yo continuara estudiando. Estaba buscando mi identidad porque había olvidado quién era y a qué había venido”, recuerda el rapero originario de Puebla.
Una tarde, sentado al lado de sus amigos, Juan escuchó la canción ‘Stan’ del rapero norteamericano Eminem, enseguida se preguntó qué decía la letra, pues no sabía inglés, pero lo asoció al ritmo con el que algunas personas de su pueblo cantaban o recitaban.
“En cuanto me adentré en la música dejé las adicciones. La música me hizo parte de sí, mientras que la cultura Hip-Hop me hizo parte del movimiento dándome la respuesta a lo que buscaba. Ahora, es este género musical quien me muestra tal cual soy. Un indígena”, describe Sant.
Desde que se adentró en el mundo del rap, Juan comenzó a escribir en totonaco, un hecho que a su madre le parecía extraño, pero que apoyaba, pues era mejor a que estuviera ‘drogándose’.
Juan grabó un casete en 2004 con composiciones suyas al ritmo de rap, el cual, consideró desastroso por su voz.
Ese mismo año dejó el proyecto y seis meses después decidió que debía practicar.
Dos años después, hasta conseguir el ritmo ideal, se compró una computadora para grabar su propio disco.
“Me compré una computadora sin saber nada de nada y sin saber inglés”, cuenta el músico.
“Cuando por fin le agarré compré los programas para grabar mi CD, pero el problema ahora era que todo venía en inglés. Así fue que con la ayuda de tutoriales grabé en 2006 mi primera recopilación a la que llamé ‘El ego de un indio’”.
Posterior a su CD Juan se desilusionó y dejó de escribir.
Después un amigo le propuso ser el tema de su tesis con su música y rap en totonaco, por lo que contó su historia y grabaron un video con una de las canciones de su disco.
Pronto obtuvo miles de vistas y fue tiempo después que el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) lo contactó para que se presentara en uno de sus festivales.
“Había dejado de componer, retomé el canto con mi amigo y con la invitación del INALI comencé a componer más. Ahora me presento en escenarios públicos como el de la Ciudad de México con el gran orgullo de ser un indígena”, presume.
Para Juan Sant es un honor ser ejemplo de su comunidad porque aunque no todos quieren cantar les ha demostrado que ser indígena es un orgullo y que no hay limitantes para soñar.
“A veces cuando voy a mi tierra los jóvenes creen que ando en camioneta, que gano mucho dinero y que tengo chicas a mi alrededor, y no. Quizá eso llegue después…”, bromea el rapero de Puebla.
Actualmente Juan intenta continuar sus estudios y trabaja en una empacadora, cuyo sueldo invierte completamente en la música.
Para el rapero, uno no puede ser su propio freno, pues a veces la batalla más fuerte es la que se libra internamente.
“Todos tenemos esa noción de saber quién somos y de dónde venimos… Hablar una lengua indígena no es menos, es una forma de ver el mundo diferente, por ello, la dificultad de componer en totonaco viene más de traducir todo al castellano, pues en una lengua indígena una palabra no sólo representa un objeto, sino un sentimiento”, explica Sant.
La música para el cantante de Hip-Hop es una voz que te dice ‘sigue luchando’, por lo que pretende que a través de sus letras se deje de sentir lástima y se sienta respeto.
“Siempre viva”
La música en defensa de las mujeres
Rapera, feminista y migrante, Mare Advertencia Lírika es una mujer zapoteca originaria de Oaxaca que le canta a la desigualdad, a la discriminación, al abuso de poder y a las injusticias de un país donde los ricos crecen a costa de los pobres.
“Cuando descubrí el rap venía de una formación dentro de la poesía de protesta, de la danza folklórica, de la interpretación de baladas con música regional oaxaqueña y posteriormente empecé con el rap”, platica la rapera zapoteca.
Al encontrarse con este género en la adolescencia, a Mare le hizo mucho sentido poder reivindicarse y saber quién era ella.
“Vengo de una familia indígena, migrante y con muchas opresiones. Mi mamá era de Neza, entonces es lograr encajar con más de una identidad”, cuenta.
Para Mare, hacer que lo que fue una opresión para ella no lo sea para quien viene camino atrás es transformar.
“Existen un montón de discriminaciones en el camino, pero son justo las opresiones que vivimos las que nos pueden dar un empuje para cambiar”, comenta Mare, feminista y rapera zapoteca.
En todas esas carencias, la cantante de Hip-Hop descubrió primero el ‘ska’, un movimiento que era igual de bueno que la poesía de protesta.
Cuando Mare estudiaba creció en un ambiente a partir del movimiento magisterial donde descubrió la poesía.
“La discriminación que tuvo mi familia a raíz del empobrecimiento de los pueblos fue la misma discriminación lingüística por la cual nosotros ya perdimos la lengua. Por ello a los 16 años decidí comenzar formalmente a ‘rapear’”, explica la cantante.
Para Mare, dentro de la sociedad y de su familia y los medios, existía un prejuicio muy grande respecto al Hip-Hop cuando comenzó a cantar, pues clasificaban al género musical como algo criminal.
“Cuando yo decidí hacer rap fue por mí. Mi suerte fue contar siempre con el apoyo de mi hermana mayor. Ella fue quien me ayudó a lidiar con la familia, sobre todo por los prejuicios, sin embargo, cada que yo necesité de mis padres, siempre estuvieron ahí”.
“Cuando las comunidades se nombran a sí mismas como pueblos originarios es como tener el control de contrarrestar la ideología y prácticas que nos están imponiendo las formas en las que nos criminalizan.
Entonces desde ahí se dan cuenta de que ya hay una resistencia y un sentimiento de que no nos vamos a dejar, de que somos parte de este territorio y de una identidad propia, de que necesitamos cosas específicas y derechos específicos”, expone la autora de ‘Incómoda’.
“A los pueblos originarios se nos ve siempre como lo bonito, lo dócil, el folklore, pero hemos vivido una explotación por siglos.
“No sé por qué ven raro que las comunidades sientan rabia, se enojen, se organicen y se levanten. En ese sentido lo mismo ha pasado con las mujeres”, comenta Mare Advertencia Lírika.
La música para ella es una cuestión muy vivencial, una catarsis con la que ha sanado heridas y conflictos internos.
“El Hip-Hop es una especie de ejercicio de reconciliación y sanación que he vivido. Todo el tiempo intento estar trabajando pero no sólo desde lo que yo hago, sino también dando pláticas y organizando conferencias sobre temas indígenas y de mujeres, eso para mí parte de un proceso de creación”.
Para una de las voces feministas y de los indígenas más representativas, se tiene que reconocer la forma en cómo afecta a los indígenas, las situaciones sociales que los excluyen, los discriminan y los lastiman, pues es a partir de ahí que nace la transformación.
“Sueno maya”
Lenguas indigenas: un motivo de orgullo
Se llama Jesús Pat y es originario de Quintana Roo. Canta y compone en maya, la lengua materna con la que creció.
“Mis canciones hablan de lo que veo que pasa cada día, del cambio de la vida en los pueblos mayas con la tecnología, la contaminación y la transculturización. Hablo sobre la vida del campesino, de cómo sale a buscar otros métodos para vivir porque la tierra ya no da cosechas. De sus jóvenes”, expresa el rapero mejor conocido como “Pat Boy”.
Cuando Jesús comenzó a incursionar en el mundo del rap se rieron de él, pero una de las grandes motivaciones que lo mantuvo de pie y lo animó a no darse por vencido en el género musical fueron los jóvenes y sus amigos más cercanos quienes, cuenta, al salir del pueblo y regresar preferían hablar en español.
“Creo que muchos jóvenes se niegan a ser indígenas por miedo a que los humillen, para conquistar a alguna chava de otro lugar y no ser rechazados cuando deciden salir del pueblo y migrar a la ciudad”, expone uno de los intérpretes de ‘Demente’.
Para “Pat”, cuyo apellido en maya significa ‘crear algo’, es importante transmitir a los jóvenes que pertenecer a una cultura y hablar una lengua indígena específica es por mucho un motivo de orgullo, pues son los demás quienes no comprenden que ser maya también es una forma diferente de ver el mundo a través de las palabras. Es ser privilegiado.
Apertura de espacios públicos
Para instituciones como el INALI es importante que sean los jóvenes indígenas quienes estén tomando la palabra.
“Es importante señalar que los proyectos que recibimos no están siendo institucionales. El INALI sólo está abriendo los espacios para que puedan visibilizarse y se escuchen sus voces”, explica Juan Gregorio Regino, director del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas.
Para este organismo del Gobierno federal, acompañarlos en sus procesos de desarrollo es acompañarlos en el proceso de difusión, por lo que el mérito recae sólo en los jóvenes.
El mensaje significa un reencuentro con la lengua, la identidad, el propio patrimonio lingüístico, visual y sonoro, así como las formas de revitalizar y reivindicar la lengua y la identidad, lo que repercute en la identidad nacional sobre lo que debe suceder.
“Queremos insertar las artes de comunidades indígenas en todos los festivales y en todas las ferias del libro a nivel nacional e internacional. La Secretaría de Cultura nos da esa opción de ampliar la cobertura y abrir espacios, por lo que eso forma parte de nuestra apuesta el siguiente año para lograr visibilizar a las comunidades originarias”, concluye el director del INALI.
Como proyecto, la primer Feria de las Lenguas Indígenas verá su réplica en el estado de Veracruz el siguiente año.
Lenguas indígenas en México
>69 lenguas contando el castellano
>364 variantes de las mismas en todo el país
>Las más habladas son: Náhuatl, Maya y Tzeltal
>Las entidades federativas con mayor población hablante de lenguas indígenas son: Oaxaca, Yucatán y Chiapas
>Las regiones con menos población hablante de lenguas indígenas son: Zacatecas, Aguascalientes, Guanajuato y Coahuila