Pobreza y educación, prioridades contra trabajo infantil

Para revertir el aumento del trabajo infantil, es fundamental que se atienda la crisis económica que afecta gravemente los ingresos de la población, así como garantizar cuanto antes un retorno a las aulas seguro y con contenidos de calidad
Ernesto Santillán Ernesto Santillán Publicado el
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El reto que representa el trabajo infantil para los países es multifactorial, sin embargo, hay una serie de elementos que se sabe con claridad que fomentan esta problemática.

Al respecto, en entrevista con Reporte Índigo, Tania Ramírez, directora de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), explica que la pobreza es uno de ellos.

“Es difícil hacer pronósticos en esta materia, pero lo que sí está bien establecido, es que existe una conexión entre el incremento de la pobreza en los países y el aumento del trabajo infantil. La correlación es casi de uno a uno. Por cada punto porcentual que sube la pobreza, el trabajo infantil aumenta 0.7 por ciento”
Tania RamírezDirectora Ejecutiva de REDIM

De acuerdo con cifras del “Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2020”, en el que se dan a conocer los impactos derivados de la reducción de las actividades económicas por la pandemia, publicado por el Coneval, se calculó un aumento de entre 8.9 y 9.8 millones de personas en situación de pobreza por ingresos el año pasado.

Esto quiere decir que México acumuló 70.9 millones de personas pobres por ingreso, el 56.7 por ciento de la población; además se dio un aumento de entre 6.1 y 10.7 millones de personas en pobreza extrema, 31.7 millones de mexicanos, lo que equivale al 25.3  por ciento de sus habitantes.

“México se encontraría ubicado como el cuarto país que vería acrecentar más el porcentaje de personas en situación de pobreza, incluso más que el promedio de la región, y el quinto que más aumentaría en pobreza extrema entre los países latinoamericanos”, advierte el documento.

Esto además hay que asociarlo con los millones de niños que este año no se inscribieron (5.2 millones solo por razones asociadas al COVID-19) a la escuela, de los cuales, la cuarta parte, señala que sus padres se quedaron sin trabajo y el 22 por ciento carece de dispositivos como computadoras o acceso a internet, lo que les impidió mantenerse al corriente con sus estudios, cometa Ramírez.

“Todos estos factores también se deben de leer como parte de la problemática del trabajo infantil en México. Sabemos que la escolaridad no es únicamente un servicio y una forma de garantizar un derecho, sino que implica también un entorno de protección.

“Cuantos más años se logre que un niño permanezca en la escuela, su desarrollo integral, pero también su capacidad para evadir las condiciones estructurales que los podrían arrojar al trabajo infantil disminuyen”, dice la directora de REDIM.

Sin embargo, es raro que los menores que ya dejaron la escuela regresen al salón de clases, lamenta Ramírez, pues en el país las tasas de retorno son muy bajas.

“Es por este motivo que se ponen tantos esfuerzos en que no se dé la deserción escolar. Desafortunadamente las cifras no acompañan en la realidad este esfuerzo”.

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