[kaltura-widget uiconfid=”38045831″ entryid=”0_vwxj5xi7″ responsive=”true” hoveringControls=”true” width=”100%” height=”75%” /] Los productos hechos de plástico invaden la Tierra.
Son una plaga que está creciendo como cucarachas que poco a poco van apoderándose de cada rincón del planeta.
Su presencia tapa coladeras, inunda calles, ocasiona problemas de salud y pone en riesgo la vida de especies animales. La contaminación plástica podría llegar a ser un asunto de seguridad mundial.
De acuerdo con datos de la ONU, el año pasado se produjeron cerca de 300 millones de toneladas de plástico y se estima que para el 2050 la población mundial llegará a los 9 mil 700 millones de personas, lo que aumentaría drásticamente el problema de la contaminación.
Por ello, es necesario que los gobiernos aprueben políticas de reducción de plásticos y urge que las industrias disminuyan los empaques que utilizan este material, pero sobre todo, que la gente cambie sus hábitos.
México es líder en el continente americano en acopio y reciclaje de PET con 50.4% del material reutilizado, revelan datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Sin embargo, esos esfuerzos no son suficientes ya que persisten los malos hábitos de los mexicanos.
En el país el consumo de refresco es elevado; en promedio, cada mexicano ingiere 163 litros de refresco al año, lo que representa la generación de 450 mil toneladas de plástico. También, el uso de agua embotellada representa un problema. En 2014, se consumieron 234 litros por persona, lo que generó 21 millones de botellas de PET al día, de lo cual sólo se recicló 20 por ciento.
Los datos además muestran que cada persona tira a la basura 200 bolsas de plástico al año porque no existe un uso responsable y los consumidores se dejan llevar por sus aparentes ventajas: son ligeras, resistentes, higiénicas y baratas.
Para Gabriela Jiménez Casas, doctora en Biología del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la verdadera solución al problema está en fomentar la educación ambiental porque la gente no está acostumbrada a reciclar y es una cultura que tenemos que ir fomentando.
“Su impacto es terriblemente contaminante porque la mayoría de los plásticos que desechamos no se reciclan como deberían y se van acumulando cada vez más y terminan en los océanos. Ya tenemos noticias de esa gran isla de plástico que existe entre Europa y América del Norte”, comenta Jiménez Casas.
La “isla de plástico del Pacífico Norte” está formada por más de 100 millones de toneladas de desechos, su tamaño es comparable con estados como Chihuahua o Coahuila. Y es que el mar termina siendo el destino de la mayoría de la basura generada por los humanos; si el problema no se detiene es posible que en 2050 haya más plástico que peces en el mar.
Di NO a los popotes
Hay de colores, de figuras, con rayitas o de puntitos. Son accesibles y económicos, muchas personas los usan por considerarlos higiénicos, sin embargo, los popotes son uno de los enemigos más grandes para el medio ambiente.
“¿Cuánto tiempo usamos un popote? ¿10 minutos? Y se tardan en degradar entre 300 y 500 años. No son algo indispensable, yo entiendo que las personas enfermas sí los necesitan, pero si yo voy a tomar un vaso de agua de horchata que me están dando en un restaurante, puedo tomarla directa del vaso. La gente no lo hace porque piensa que es más limpio usar el popote porque el vaso puede estar sucio, pero al momento en que el popote entra al agua se contamina”, explica la investigadora de la UNAM
Para ella es un mito que el uso de popotes represente una acción higiénica porque tienen un diámetro muy pequeño y la luz que les entra es mínima, lo que hace muy fácil que se acumulen las bacterias y se genera una fuente de contaminación.
Jiménez Casas también señala que muchos mexicanos no ven la gravedad de usar popotes porque lo perciben de manera individual y no se dan cuenta de la cantidad de basura que generamos con su uso.
Cada mexicano ingiere 163 litros de refresco al año aproximadamente, lo que representa la generación de 450 mil toneladas de plástico
La bióloga destaca el reciente esfuerzo que hizo Veracruz al avalar reformas para prohibir el uso de popotes en establecimientos mercantiles.
“Será muy útil porque es un estado costero y por lo menos esa área debe volverse limpia de plástico, pero creo que debería existir algo así en todo el país”.
El congreso de Veracruz estableció que deberá haber una transición paulatina al uso de materiales biodegradables, y con esto prohibir gradualmente el uso de bolsas y popotes de plástico en cualquier establecimiento.
Por su parte la Semarnat implementa una campaña a nivel federal con el propósito de reducir su uso llamada “Sin popote está bien”, la cual busca informar a la sociedad sobre el impacto ambiental que causan este tipo de productos.
La campaña difunde frases como: “Un solo ‘NO’ puede salvar millones de especies, di NO al uso del popote”, “En nuestra mesa por 20 minutos, en nuestros mares por 100 años”, para incentivar a que las personas dejen de utilizarlos.
“Es cuestión de educación, de hablar con los chicos, platicarle a la gente de una manera amable para hacerles ver que podemos regresar a ser más limpios sin el uso de popotes de plástico”, reafirma la especialista.
Problemas en la Ciudad de México
La locura con la que viven los capitalinos llega, hasta cierto punto, a ser algo característico de la Ciudad. La gente siempre está corriendo, viviendo de prisa, lo que obliga a buscar soluciones prácticas que se acoplen a ese estilo de vida.
“Muchas veces no nos da tiempo de hacer la comida, ya no nos da tiempo de hacer más cosas, empezamos a comprar y resulta que todo viene en plástico porque es mucho más práctico. La comida está empaquetada en plástico, la crema, los productos higiénicos, la fruta, todo viene en plástico y, encima, nos dan bolsas de plástico para guardarlos. A la larga no es bueno.
Puede ser que en otra época si funcionaba el uso de este material, pero hora que somos tantos, es cuestión de hacer énfasis en una educación de los niños y los jóvenes”, asevera Jiménez Casas.
El exceso de plástico que se genera en la Ciudad hace que los desechos sanitarios estén al borde y que mucha basura se quede al aire libre, lo que contamina aún más. Cuando este material se expone al Sol se degrada lentamente, liberando partículas y nanopartículas de elementos tóxicos.
“Los basureros de plástico al aire libre desprenden un montón de sustancias que se acumulan en la atmósfera, y en algún momento van a empezar a moverse con las corrientes del aire y nos van a volver a caer. Entonces no es que lo veamos de manera independiente porque ya estamos hablando del aire, no de contaminación de la tierra, y ahí sí no hay manera de controlarlo, por eso hay contingencias”, explica la especialista.
Para Miguel Rivas, de Greenpeace México, además del consumidor, las empresas que venden sus productos en plástico deben aceptar su responsabilidad.
“En México ni siquiera existe una ley de responsabilidad extendida que los obligue a recuperar el material contaminante que generan para comercializar sus mercancías”.
Él sugiere que las empresas ofrezcan opciones para adquirir sus productos como: canje de envases, retornabilidad, distribución diferente de los minoristas y, sobre todo, que el plástico deje de verse como una cortesía que los negocios están obligados a dar y se vendan como un producto más.
No todas las generaciones tienen una conciencia ambiental, muchas están demasiado acostumbradas a usar el plástico para todo y es ahí donde tiene que empezar el cambio.
“Tenemos que rechazar plásticos en los establecimientos y los que lleguemos a usar tirarlos donde se deben tirar para que vayan al reciclado. Este tipo de plásticos tardan en degradarse entre 100 y 300 años, el unicel entre 300 y mil años. Y emplear las 5 erres (5R): reducir, reutilizar, reciclar, rechazar y reparar”. Indica la experta.
“De poquito en poquito vamos a ver que sí funciona, que podemos hacer un poquito más, que no nos va a costar gran trabajo, ni tiempo y eso tiene que funcionar”.
Mexicanos verdes
Expertos señalan que las nuevas generaciones ya vienen con una conciencia más verde. Y que realmente les interesa el cuidado del medio ambiente, principalmente porque están viviendo las consecuencias de la contaminación.
Ese es el caso de Ernesto y Giselle, dos jóvenes mexicanos que han sido reconocidos a nivel mundial por sus proyectos que buscan darle solución al problema del uso exacerbado de los plásticos.
Ernesto Alonso López de la Cruz, ingeniero Civil egresado del Instituto Tecnológico de Villa Hermosa, creó Rocopet, un proyecto que disminuye el impacto del PET en el medio ambiente, ya que usan este material para fabricar concreto.
“Lo que nosotros hacemos es quitarle al cemento un porcentaje de grava y sustituirlo con PET. Así atendemos varias problemáticas mundiales, entre ellas las inundaciones que son un producto de la contaminación que hay por los plásticos.
La segunda es el problema de la extracción de arena y grava que es la materia más explotada a nivel mundial, sólo detrás del agua, y se está acabando. Y la tercera es el impacto social porque se podría agregar a los pepenadores a esta cadena y sumarlos al proyecto para realizar una recolección efectiva”, dice López de la Cruz.
El proceso de creación, explica, es muy sencillo porque no reciclan el PET, lo reutilizan, es decir, sólo cambian de manera mecánica su forma.
“El concreto es una mezcla que está hecha por cuatro materias primas: agua, cemento, grava y arena, entonces lo que nosotros estamos haciendo es quitarle un poco de grava y agregar el PET”, cuenta el ingeniero Civil.
Hasta el momento no han construido nada, siguen en fase de desarrollo porque antes el PET que utilizaban era cortado a mano y ahora es triturado, entonces la densidad cambia. También necesitan patentar la idea y buscar una certificación para poder comercializarlo.
Sin embargo, su proyecto ya rebasó fronteras. El año pasado ganó el concurso “¿Qué tan verde es tu sueño”, un desafío juvenil organizado por los líderes de medio ambiente de Canadá, Estados Unidos y México.
Con Rocopet Ernesto Alonso busca cambiar la forma en la que se hace infraestructura en México y para ello quiere convencer al gobierno, mostrarles que la grava y la arena se están acabando y que es necesario darle chance a la Tierra de que se regenere.
“Ahorita somos una alternativa, pero en 10 años nos convertiremos en una necesidad. Me motiva poder cambiar la industria de la construcción, tener un aporte tanto ambiental como social, me motiva poder tener un impacto en otras vidas, creo que no podemos ser ajenos a esta problemática que por muchos años ha sido ignorada. Quiero ser un ejemplo para mi estado”, afirma el ingeniero Civil.
Por su parte, Giselle Mendoza Rocha es creadora de GECO, un material que busca revolucionar la industria del plástico al sustituir los contaminantes derivados del petróleo por un bioplástico elaborado a partir de la cáscara de naranja.
Recuerda que pasaron cuatro años, tiempo que aprovechó para experimentar, hasta que con tan sólo 18 años de edad, mientras estaba en el primer semestre de licenciatura, definió la idea de un bioplástico.
Giselle explica que por cuestiones técnicas y de propiedad intelectual no puede compartir cómo su empresa genera el bioplástico; sin embargo, señala que existe una dinámica de trabajo que se caracteriza por ser multidisciplinario. El equipo está conformado por estudiantes del Tec de Monterrey, una investigadora de la UNAM, otros especialistas en bioplástico de Perú, doctores asesores que guían la parte experimental, más los apoyos de contabilidad y desarrollo sustentable, para en conjunto, generar un bioplástico para diferentes usos.
“Por las características a las que hemos llegado hasta el momento, se diferencia de otros bioplásticos y se acerca a los plásticos comunes en cuanto a su resistencia, transparencia y flexibilidad -que es una de las propiedades que más le ha atraído a la industria-. Aún estamos validando las propiedades pero el desarrollo va muy bien”.
El bioplástico que produce la empresa de Giselle tiene por objetivo reducir la utilización de los plásticos convencionales, que tienen un proceso de desintegración que oscila entre los 400 y los mil años.
“Los plásticos convencionales se desintegran, más nunca se reintegran a la Tierra, es decir, simplemente se descomponen en partículas más pequeñas, siempre están en nuestro ambiente, mientras que el nuestro se puede biodegradar en 90 días”, asegura Mendoza.
A pesar del éxito que han tenido, su invento todavía no se encuentra a la venta.
“Actualmente nuestro bioplástico no se comercializa, estamos en el segmento final de investigación y desarrollo, es decir, aún lo estamos produciendo a nivel laboratorio. Sería viable la comercialización, al menos la tecnología ha funcionado, trabajamos en pulir las propiedades, rendimiento de producción y costos, estamos enfocándonos en estrategias tecnológicas para llegar a un precio competitivo”, finaliza la joven mexicana.
El problema de la contaminación por plástico ya está, estamos viviendo sus consecuencias. La pregunta es ¿qué estamos haciendo para combatirlo? Es responsabilidad de todos tomar acciones para cuidar el medio ambiente y así garantizar nuestra supervivencia en la Tierra.