Peligra maíz mexicano con Ley de Variedades Vegetales
La iniciativa de reforma a Ley Federal de Variedades Vegetales que fue enviada a la Cámara de Diputados pone en riesgo el cultivo y producción de los granos así como de quienes los producen, pues abre la puerta a que las razas nativas pierdan su diversidad genética y sean reemplazadas por transgénicas de empresas muy cuestionadas como Bayer-Monsanto
José Pablo Espíndola y Karina CoronaEn la época prehispánica, el cultivo del maíz fue una de las actividades más importantes de México.
Desde entonces en el país se ha utilizado como parte del consumo diario; no obstante, su cultivo y podría estar bajo amenaza si en la Cámara de Diputados se aprueba la reforma a la Ley Federal de Variedades Vegetales (LFVV), pues expertos indican que sometería al campo mexicano y a los productores a una dinámica grave donde se privatizaría gran parte de las semillas que usan.
El proyecto de reforma a la Ley Federal de Variedades Vegetales limitaría el libre uso e intercambio de semillas por las comunidades campesinas e impulsaría en México la siembra masiva de organismos genéticamente modificados.
De ser aprobada, expertos indican que generaría una dependencia de compra a corporaciones que controlan el mercado mundial de semillas, como Bayer-Monsanto, las cuales dominan casi el 65 por ciento de las ventas de agroquímicos y el 61 por ciento del mercado de semillas.
Al respecto, el presidente de la República Mexicana, Andrés Manuel López Obrador, se ha pronunciado en contra de esta iniciativa y de los transgénicos, en especial del maíz.
‘En México, el maíz no es autosuficiente’
México utiliza su propio maíz blanco para producir tortillas; no obstante, depende de las importaciones de maíz amarillo de Estados Unidos, el cual, en su mayoría, es transgénico.
De acuerdo con la doctora June Simpson, jefa del Departamento de Ingeniería Genética del Cinvestav Irapuato, en el caso del país vecino, no distinguen si es transgénico, o no.
“El problema es que México no es autosuficiente en su producción de maíz y por eso es necesario importarlo del extranjero. La situación es que importamos las mezclas que ellos preparan y mandan, principalmente de Estados Unidos y Argentina”, indica la especialista a Reporte Índigo.
Una de las situaciones que analiza Simpson y le genera temor, es que los materiales transgénicos podrían contaminar y erosionar el germoplasma nacional. Hace ocho años ella, junto con un equipo del Cinvestav, fueron a diferentes regiones del país y encontraron en casi todas las muestras la presencia de transgenes, sobre todo en la frontera norte, que si bien fue en proporciones bajas, a futuro podrían afectar los campos de cultivo.
“Estos transgénicos fueron introducidos por accidente, no es que los agricultores compraran estas semillas, porque en México el maíz tiene sus propias características, están adaptados y crecen bajo ciertas condiciones climatológicas, son seleccionados por diversos propósitos, así que no les interesan las variedades del extranjero”, expresa June.
Además casi no existen estudios avalados sobre las contraindicaciones del maíz transgénico, y en Estados Unidos, en alrededor de 20 años no ha habido efectos negativos sobre la salud de los consumidores.
La doctora observa entre las ventajas de cultivar maíz transgénico un mayor rendimiento, casi de un 30 por ciento, es decir, se puede producir más en menor tiempo y un mayor ahorro en el uso del suelo a diferencia de los maíces criollos, los cuales suelen tener granos más pequeños y tienden a rendir menos.
“Las variedades comerciales industrializadas, producidas por las compañías grandes necesitan regímenes de fertilización, riego, aplicación de pesticidas particulares y solamente se pueden obtener bajo estas condiciones, mientras que las variedades criollas pueden ser mucho más adaptables bajo condiciones de crecimiento y climáticas”, añade.
June Simpson opina que en México hace falta desarrollar variedades transgénicas que realmente sirvan bajo las condiciones climatológicas del país para que los productores puedan aprovecharlas.
Sin embargo, debido a las polémicas que han surgido alrededor de los transgénicos, las instituciones que se dedicaban a su investigación y desarrollo han tenido que parar.
El gran ganador
Para el maestro Luis Andrés Cabrera Mauleón, ingeniero Agrónomo Fitotecnista y profesor de tiempo completo de la UPAEP, la iniciativa de reforma a la Ley Federal de Variedades Vegetales ha caído también en un tema mercantil, pues en lo general beneficiaría más a las grandes empresas que se dedican a la producción de semillas, como Bayer-Monsanto.
“Son empresas con un gran alcance mundial, muy poderosas económicamente, por lo que tienen los recursos para hacer todos estos procesos de investigación y generación de las variedades que ellos registran, patentan y que también les generan un beneficio económico, lo que no está muy bien visto, porque, de alguna forma, es lucrar con la alimentación de la población humana”, explica el ingeniero.
Bayer-Monsanto ha sido señalada por grupos ecologistas de diversas partes del mundo de fomentar la producción de semillas transgénicas. Greenpeace, por ejemplo, ha dicho que la multinacional quiere “convertir la producción agrícola y alimentaria mundial en un gran experimento genético, totalmente dependiente de sus semillas patentadas”.
De acuerdo con Greenpeace, el gigante de la agroindustria tiene más de 10 mil demandas en todo el mundo en contra por los daños que ocasiona el glifosato a la salud de las personas y de los ecosistemas.
En México, Monsanto fue acusada por la Misión de Observación Ciudad de México-Campeche, un grupo de 22 organizaciones de la sociedad civil, de vender semillas de soya genéticamente modificadas en los municipios de Campeche.
Para Cabrera Mauleón, si desde la Secretaría de Agricultura o el Conacyt se destinaran los recursos necesarios para la investigación, se podría apoyar la generación de variedades locales y no serían necesarios los organismos genéticamente modificados del maíz en México.
“Con la investigación y la tecnología necesaria se podría lograr en cinco o 10 años, cuando mucho, un mejoramiento genético de las variedades locales de nuestro país. Lo pueden generar nuestros productores, se podrían registrar las variedades y así las ganancias se quedarían en México. Creo que hay mucho por hacer en ese sentido en vez de estar dando pauta a la importación o a la compra de semillas de empresas transnacionales”, afirma Cabrera.