Nicole, pelea contra el cáncer
Hace apenas ocho meses a Nicole le diagnosticaron cáncer. Es osteosarcoma maligno. Sus probabilidades de vida son reducidas. Ella lo sabe, pero a sus 11 años de edad dice que está más preocupada por la salud y la subsistencia de su abuela y de su madre, la primera con padecimientos post operatorios de una hernia, y la segunda con un grado avanzado de
Alzheimer.
J. Jesús Lemus
Hace apenas ocho meses a Nicole le diagnosticaron cáncer. Es osteosarcoma maligno. Sus probabilidades de vida son reducidas. Ella lo sabe, pero a sus 11 años de edad dice que está más preocupada por la salud y la subsistencia de su abuela y de su madre, la primera con padecimientos post operatorios de una hernia, y la segunda con un grado avanzado de
Alzheimer.
Sumida en la más absoluta de las pobrezas, Nicole –a veces sin posibilidad para tener que comer– se decidió a lanzar un llamado de ayuda a través de las redes sociales; en un video subido a YouTube pide apoyo para hacerse de recursos económicos que le permitan continuar con su tratamiento. Hasta el momento nadie ha atendido su llamado.
Por eso tiene que paliar todos los días con el regateado apoyo que le han ofrecido las autoridades locales del DIF del municipio de Tecamachalco, Puebla, donde se le da una despensa alimentaria al mes, aunque sus requerimientos son mayores: no tiene forma de acceder a la dieta médica recomendada, y le cuesta trabajo el traslado para sus quimioterapias hasta la capital del estado.
Nada la derrota. Se sonríe. Sus ojos brillan. La peluca que le cubre las huellas del tratamiento contra el cáncer luce grotesca. Ella no se afana por las apariencias. El tumor que abulta su pierna derecha la hace renquear. Eso no le preocupa. Su mortificación se centra en la necesidad de solicitar ayuda económica para su madre y su abuela. Ella, como quiera, va a luchar contra el cáncer hasta donde sus fuerzas se lo permitan.
Sabe que va a perder su pierna. Después de cinco quimioterapias a las que se ha sometido, el tumor cancerígeno no ha cedido. Por el contrario, la masa sigue creciendo, y sabe que eso no es una buena noticia. Su deseo más grande, justo en el día de su cumpleaños –el 4 de agosto- es poder bailar por última vez con sus dos piernas completas, confía a Reporte Indigo.
“Estoy muy fuerte”, dice con una voz casi inaudible, cuando reflexiona sobre lo que le depara el destino después del 16 de agosto próximo, cuando los médicos que llevan su tratamiento en el Hospital del Niño Poblano le darán el diagnóstico final. Lo más alentador que espera es la amputación de su pierna, para que el cáncer no se extienda a todo su cuerpo.
Nicole ya está pensando en una prótesis, pero sabe que eso cuesta mucho. Confía en que el llamado que lanzó en las redes sociales pueda tener eco en alguna organización no gubernamental, o en cualquier filántropo de esos que escasean en nuestro país.
Y es que en las instancias del gobierno ella ha comenzado a perder la fe, sobre todo desde que no ha encontrado la forma en que se le ayude para el traslado a sus quimioterapias.
“Porque en el DIF tenemos que andar rogando para que nos ayuden a llevarla al hospital de Puebla. A veces conseguimos un auto, pero no tenemos forma de pagar los gastos”, explica Marilú Muñoz Rodríguez, tía de la menor.
Nada será como antes
Nicole está consciente de su realidad. Sabe que su enfermedad es mortal. Que en el mejor de los casos solo perderá su pierna derecha. Sabe que después nada volverá a ser igual que antes.
Por eso añora la vida que llevaba hasta hace unos meses, cuando, aunque pobre, pero libre y feliz, iba a la escuela primaria “República de Cuba”, de la comunidad de Santa Rosa de Lima.
Allí jugaba al futbol, era buena metiendo goles y haciendo desesperar a sus compañeros de equipo, a veces le gustaba botar el balón para encestarlo desde lejos cuando jugaba al basquetbol. Pero lo que más le agradaba de su vida antes del cáncer, eran las matemáticas; hasta pensó en hacerse maestra para enseñar esa materia que a todos sus compañeros los atormentaba.
No se entristece cuando piensa en la posibilidad de no poder cumplir el sueño de llegar a grande y acudir a la escuela normal para hacerse maestra. El cáncer le ha enseñado a vivir el día a día.
Ha aprendido a agradecer a Dios por cada despertar. Pero la realidad la atormenta. No la realidad de su enfermedad, sino la de su abuela y su madre.
Obdulia Villafán Sánchez, su madre, de apenas 52 años de edad, está confinada en una parte de la casa. Se le mantiene aislada. El avance del Alzheimer ha hecho que se divorcie de la realidad. Ya no reconoce a Nicole. A veces se torna agresiva. Los médicos la han desahuciado, pero Nicole espera juntar dinero para someterla a un tratamiento que le pueda mejorar la condición de vida a su madre.
Nicole habla con tristeza cuando recuerda los días pasados, aun antes de que las dos estuvieran enfermas, cuando se entendían en el perfecto binomio de madre e hija. La ve y se le rasan los ojos. Se nota que la agonía de ausencia de su madre le duele más que el mismo tumor que la acompaña a todos lados. Sabe que nada volverá a ser igual con su madre, pero al menos espera tener recursos para que Obdulia sea internada en un centro médico especializado.
El abandono de la pobreza
A Nicole no solo la abandonó su padre. Está segura que también está olvidada por los programas de gobierno para el combate a la pobreza. Pese a su condición de miseria, a la fecha ninguna instancia la ha incluido en programas asistenciales, el único apoyo que recibe es ser beneficiaria del Seguro Popular.
Por parte del DIF municipal de Tecamachalco, a veces recibe una despensa alimentaria por mes; pero los dos kilos de frijol, la botella de aceite y los dos kilos de arroz, no le alcanzan para alimentarse ella, su madre y su abuela. Por eso Gabina Sánchez González, con sus 71 años de edad, recién operada de una hernia, tiene que salir a trabajar para llevar algo de comer a la casa.
Y es que los requerimientos para las tres enfermas son muchos: simplemente la dieta de Nicole está recomendada médicamente en carne blanca, frutas y verduras, para mitigar los vómitos y las deposiciones que le provocan las quimioterapias. El frijol y el arroz no le caen en el estómago, esa es la razón de su acelerada pérdida de peso de los últimos meses.
Dice que desde el 2014 llegó a su domicilio una brigada de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) para incluirla en un censo, a fin de hacerla beneficiaria de un programa oficial contra el hambre, pero a la fecha no le han dado aviso de algún apoyo. Tampoco se le ha incluido en ninguno de los programas de becas, pese a su buen aprovechamiento académico, el que dejó de manifiesto luego de no asistir a clases en los últimos meses y aun así aprobar su ascenso al sexto año de primaria.
Su madre, por su propia condición de salud, no ha sido tampoco objeto de beneficios por parte de los programa estatales diseñados para madres solteras; igualmente su abuela no ha podido calificar para el programa de apoyo a las personas de la tercera edad. Por eso a Nicole no le ha quedado otra salida que buscar la caridad pública, la que navega en las redes sociales.
Pese a su enfermedad, Nicole se muestra contenta. Ella tiene sus motivos: es el día de su cumpleaños, y aunque no tiene pastel, globos, ni música, sabe que es un día especial. Es un día en que pudo despertar –aunque mareada por sus padecimientos- en su propia cama, es un día que pudo volver a ver a su madre, y es un día en el que por el solo hecho de estar viva, la ilumina la esperanza.