Las prisiones sin guardias, armas, ni violencia, son posibles. Siguiendo el ejemplo brasileño que comenzó en 1972, la Asociación para la Protección y Asistencia de los Condenados (APAC), replica en México un programa piloto para la reinserción humanitaria, en este caso, el objetivo es ayudar a mujeres adolescentes en conflicto con la ley, humanizando la pena pero protegiendo a la sociedad.
El programa, que cuenta con recursos de la Unión Europea y el apoyo de varias organizaciones sociales, se implementa en el Centro de Internamiento para Adolescentes “Quinta del Bosque”, en Zinacantepec, Estado de México.
Los principales obstáculos para aplicar el método APAC en México, relatan especialistas en la materia, son luchar en contra de una legislación que no permite prisiones sin guardias y la falta de voluntad política para extender el programa a prisiones federales.
Una de las historias emblema de la APAC es la de Renato Da Silva Junior, un hombre de mediana edad que por haber asesinado a alguien cumple una condena de 20 años en la prisión de Itaúna, al sureste de Brasil.
Aunque en su prisión no hay guardias ni armas y literalmente él y sus compañeros tienen consigo las llaves del lugar, confiesa que no ha pensado en escapar.
Al contrario, sueña en convertirse en abogado y con que la vida pronto le dará una segunda oportunidad en libertad.
“Mis sueños son más grandes que mis errores. Estoy haciendo todo lo posible para salir de aquí tan pronto como pueda”, confiesa.
Y es que gracias a la APAC, Renato ha reducido dos años de su condena tras dedicar sus días como recluso al trabajo y al estudio que brinda la organización mientras utiliza su propia ropa, prepara su comida e incluso se encarga de la seguridad del lugar.
Renato sabe que si sigue por esa vía pronto se convertirá en un “recuperado” e incluso le podrán dar el permiso para salir y visitar a su familia una vez a la semana.
El origen
La Asociación para la Protección y Asistencia de los Condenados fue fundada en 1972 por cristianos evangélicos que buscaban proporcionar una alternativa humanizadora a las prisiones convencionales de Brasil, el tercer país con mayor población carcelaria del mundo con 811 mil 707 reos.
En el top 10 del ranking de países con mayor población carcelaria se encuentra México en el lugar 9 con 222 mil 369 reos de acuerdo con la base de datos World Prison Brief del Instituto de Investigación de Políticas de Crimen y Justicia, Birkbeck College, de la Universidad de Londres.
En México la ocupación carcelaria es del 102.5 por ciento, por lo que al igual que Brasil, padece de sobrepoblación en las prisiones.
El caso mexicano de las prisiones
Laura Cano, responsable de la metodología APAC en México, revela que en las prisiones en las que se ha utilizado la estrategia de Brasil, Costa Rica, Chile y Ecuador, la tasa de reincidencia nunca rebasa el 15 por ciento e incluso hay centros penitenciarios en donde la cifra es cero.
“Mucha gente no vuelve a delinquir porque se trabaja mucho en la conciencia de la persona. Los tres pilares de la metodología son confianza, disciplina y amor.
Cano señala que también reflexionan y analizan las consecuencias de los actos de los “recuperandos” y se enfocan en sus necesidades.
En México el programa piloto comenzó el 1 de enero con 15 mujeres adolescentes del Centro de Internamiento para adolescentes “Quinta del Bosque”. A tres meses de distancia, la responsable de la estrategia comenta que ya han logrado cambiar varias vidas.
“Las mismas personas del centro y las chicas nos han comentado que se han sentido más comprendidas y con confianza. Nos dicen ‘empiezo a creer en mí misma porque recibo consejos sin juicio’. Las chicas empiezan a notarse como personas valiosas. La confianza rompe todos los esquemas y si se les da, ellas responden”, agrega la entrevistada.
El principal ingrediente de la confianza, relata Cano, es gracias al papel de voluntarios que apoyan a la reinserción social.
“Muchos piensan que se les va a consentir, pero no. El objetivo es que ellos mismos se humanicen y cambien su forma de pensar mediante el involucramiento de sus procesos de reinserción social.
“Implica también mucho trabajo del voluntariado con la creencia de que es importante que se involucre la sociedad porque es la más beneficiada de este proceso. Al involucrarse los voluntarios, la gente que está en internamiento, ven que alguien externo cree en ellos y así pueden creer en ellos mismos”, concluye.