Javier Hernández lleva cinco años en un litigio en el que ha gastado mucho dinero y no puede ver a su hijo Iker Javier, quien ni siquiera lo llama papá.
“De la última vez que vi a mi hijo ya van ocho meses. Mi exesposa me lo lleva un fin de semana sí y uno no. Pero a veces dura cuatro meses sin llevármelo y lo más triste de todo esto es que a pesar de que hay reportes en el Centro de Convivencia no les hacen absolutamente nada”, expresa.
Cuestiona que el sistema de justicia no considera algún castigo para las personas que incumplen con los convenios firmados. Cuando Iker Javier tenía un año, en un momento de desesperación él entró a la casa de su expareja para verlo y todo terminó mal.
“Lamentablemente sí me metí sin permiso y me sacaron a golpes, me rompieron toda la ropa, me pusieron una denuncia por agresiones, por meterme a su casa sin permiso y me pusieron una orden de restricción. Desde ahí ya no quise tener ningún contacto con mi exesposa”, explica.
Afirma que ella está enojada con él porque asegura que tuvo una relación extramarital, pero él la niega por completo. Al grado que hoy en día carece de pareja.
Lo que más le pesa a Javier es que su expareja le prohíba a su hijo decirle papá”, y sin tener los recursos económicos que ella sí posee es difícil luchar en un juzgado de lo familiar.
‘Lo que quiero es tiempo’
Emilio Díaz Guadarrama, padre de María José y Emilly Antonella, tiene ocho meses que se separó de su exesposa y no puede ver a sus hijas aunque le quitan casi el 80 por ciento de su sueldo.
“Estamos en un juzgado de lo familiar, es para que tengan mayor sensibilidad, tanto con los hombres como con las mujeres también, o con cualquier persona. Ella (su exesposa) es una servidora pública”, explica Emilio Díaz.
Considera que hizo lo posible por remediar la separación porque no quería estar lejos de sus hijas.
“En mi caso, traté de buscar cinco veces esa comunicación para ver cuál era el problema real de esta ruptura y hasta la fecha te puedo decir que desconozco cuál es el problema.
“Lo más difícil para mí es que con las dos niñas, María José y Emily Antonella, en esta situación de convivencia ya no las tengo en mi día a día, perdí esa parte tan importante”, asegura.
Afirma que hoy en día se compran conciencias en los juzgados de lo familiar y, más allá de la afectación en la baja inconstitucional de su salario, lo que más le afecta es la parte emocional porque todo el tiempo está pensando en que sus hijas estén bien.