Niñas y adolescentes viven con el enemigo en casa
Las niñas y adolescentes de comunidades indígenas están más expuestas a ser víctimas del matrimonio forzado y del abuso sexual, por lo que el gobierno debería de separar los usos y costumbres, ya que los agresores se amparan en esta figura
Laura IslasSi en México ser mujer es un peligro, para las niñas y adolescentes indígenas es el doble de riesgoso.
Los matrimonios forzados de niñas y adolescentes, así como las violaciones sexuales por parte de personas cercanas como familiares y vecinos, son prácticas que se han vuelto frecuentes en comunidades de la Montaña de Guerrero.
Soledad Ureiro, activista por los derechos sexuales y reproductivos, explica que, justificándose con los usos y costumbres, las mismas familias pueden hacer en cualquier momento un contrato con un hombre y entregar a sus hijas contra su voluntad.
Además menciona que las figuras de autoridad como los abuelos suelen abusar de las niñas y los niños y muchas veces son encubiertos por otros familiares, quienes incluso obligan a las víctimas a guardar silencio.
El año pasado, Soledad hizo una campaña que consistió en una serie de fotografías donde aparecían unas niñas de la Montaña de Guerrero sosteniendo unos carteles que tapaban sus caras, en los cuales se narraban las violaciones que vivieron.
“Esos casos yo los atendí y esas fotos yo las tomé, creo que se debe seguir replicando ese mensaje, hay mucho que mencionar al respecto”, dice.
Una de las historias es la de Julia, de 15 años. “Mi papá me violó y mi familia me obligó a perdonarlo”, se lee.
“Me llamo Reyna, tengo 8 años, mi maestro abusó de mí y cuando por fin hablé de ello dijeron que yo mentía. Dejé la escuela, él continúa”, es otro de los testimonios.
Promesas incumplidas
Aunque las autoridades se han comprometido a erradicar el matrimonio forzado de niñas y adolescentes e incluso se han firmaron convenios en las comunidades, solo fue en el papel, pues en la práctica este fenómeno continúa.
“Lo que tienen que hacer es separar los usos y costumbres e implementar estrategias que de verdad puedan funcionar como involucrarse en todos los espacios y de verdad aplicar la ley”, dice Soledad Ureiro.
La activista narra que aunque durante el sexenio pasado hubieron compromisos con representantes locales e incluso invitaron a organizaciones a presenciar los eventos, las mujeres muchas veces no saben lo que éstos dicen y cuáles son sus derechos.
“Tiene que vigilar que los acuerdos se cumplan y que sea algo obligatorio y que alguien esté al tanto de vigilar este proceso o este acuerdo”, señala.