Son las mujeres las que no se achican ante el escenario de creciente violencia en México. Son una legión a la que ni el miedo ni el dolor la paraliza a pesar de que han probado la angustia y la desesperanza de la impunidad que reina en el país.
A Daniela la asaltaron tres veces el año pasado. Le quitaron su teléfono y su bolsa. Lo peor pasó en diciembre; un hombre intentó abusar de ella cuando salía del Metro Villa de Cortés. La jaloneó y rompió su blusa. El policía de la estación minimizó su caso.
“No me creía porque afuera hay trabajadoras sexuales”, recuerda.
La universitaria de 20 años se encerró en su casa, temía salir a la calle y que la tocaran.
Un análisis de la organización México Evalúa revela que 99.7 por ciento de los delitos de violencia sexual contra las mujeres no se denuncia.
Daniela tardó un par de semanas en salir. Primero, acompañada de su familia; después, de sus amigas, luego sacó a pasear a “Tuna”, su perrita. Ahora ya camina sola cuatro cuadras de su casa al Metro y lleva consigo gas pimienta y un bastón de metal.
Daniela quiere aprender defensa personal para no tener que usar el bastón. “Sé que es arriesgado, pero quiero defenderme y no volver a quedarme en casa”, asegura.
Una madre enfrenta a ‘los zetas’
A María Guadalupe Fernández Martínez la amenazaron integrantes de “Los Zetas” para que ya no denunciara la desaparición de su hijo José Antonio Robledo Fernández, quien fue retenido violentamente por hombres armados el 25 de enero de 2009 en Monclova, Coahuila.
El ingeniero que tenía 32 años cuando fue secuestrado, trabajaba para la Constructora Ica Fluor Daniel.
María Guadalupe Fernández y su esposo José Antonio Robledo viajaron a Coahuila para buscarlo. Dos semanas después, dos integrantes del grupo delictivo, coludidos con Joaquín del Ángel Benito Martínez, entonces jefe de seguridad de ICA, les exigieron que frenaran todo.
Uno de los delincuentes es “El Güero” o “El Plátano”, operador financiero de Omar Treviño Morales, “El Z-42”, ambos detenidos en marzo de 2015.
Las amenazas no detuvieron a María Guadalupe, de 70 años para buscar a su hijo, por lo que se unió al colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fundec).
“Hay una responsabilidad como mamá que yo tengo que cumplir con mi hijo y no descansaré hasta que logre saber su paradero. El amor que siento por mi hijo hace que el dolor aminore y el miedo se controle”, advierte.
“Es por la esperanza que todos los días me levanto y digo ‘hoy lo haré por mi hijo y Dios quiera y lo encuentre’. Hasta mi último suspiro yo lo voy a seguir buscando”, asegura.
Coraje en el corazón de las mujeres
Adriana Bahena Cruz aprendió a usar las varillas para encontrar cuerpos en fosas con la esperanza de hallar el de su esposo, Saulo Rodríguez, desaparecido el 8 de enero de 2011 en Iguala.
Pasó casi cuatro años reclamando a las autoridades guerrerenses que buscaran a su marido. Fue hasta después de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el 26 de septiembre de 2014, que comenzaron los operativos federales.
“Eso hizo que en el lugar de miedo en el corazón hubiera coraje. El coraje te impulsaba a insistir aún sabiendo que probablemente tu vida va a quedar en el camino, pero que estás dispuesta a darla para obtener la respuesta y dejar un camino abierto para los que vienen atrás”, señala.
Junto con otras familias, presionó para iniciar 325 averiguaciones previas federales por las desapariciones y que se les dieran nombre y apellido a esos cuerpos que no eran de los normalistas.
“Cuando empezamos a descubrir que había un olor fétido en la punta y empezamos a escarbar las primeras fosas nos aferrarnos a esas búsquedas”, asegura.
Actualmente han recuperado 200 cuerpos y en coordinación con el Incifo CDMX y ahora con la FGR han entregado 54.
“Si me matan que me maten, pero tengo que buscar la manera de que haya un cambio”, asegura Bahena.
‘Hay que valorar la libertad’
Zundiri Pérez sonríe en esta nueva etapa de su vida en la que disfruta de pequeños gustos como sentir el pasto con sus pies o el sol en su cara.
A sus 27 años es sobreviviente de trata de personas en su modalidad de total esclavitud.
El 27 de abril de 2015 escapó de una tintorería en Tlalpan en la que la encadenaron del cuello para trabajar hasta 16 horas al día sin comer ni beber agua. Le contaron 600 cicatrices en el cuerpo tras estar cinco años y medio esclavizada.
Su caso se viralizó en el mundo y llevó su testimonio contra la trata a otros países. Por este trabajo conoció al papa Francisco.
“Todos tenemos algo que nos duele y nos lastima, ha sido un proceso largo, pero lo he ido superando con psicólogos y personas especializadas”, cuenta.
Su cabello ahora tiene unas luces de color morado.
“Estoy en un proceso, me injertaron pelo, estoy muy contenta con eso, me trato lo de mis várices –por pasar tanto tiempo de pie–, y lo de las cicatrices”, detalla.
Ahora consigue ayuda para los niños y niñas que son víctimas de trata de personas.
La disciplina empodera a las mujeres
Aunque estés contra las cuerdas, es posible salir y defenderte, asegura la boxeadora Mariana “La Barbie” Juárez.
Para la campeona mundial de peso mosca del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) el deporte empodera a la mujer. Y no solo el box, sino cualquier disciplina que otorgue seguridad en la toma de decisiones.
La mujer ya no es la que se quedaba con las manos abajo, que recibía golpes, ahora sí se defiende y ya no es tan fácil. Es seguridad, este tipo de deporte te puede ayudar muchísimo”, comenta.
“La Barbie” Juárez propone crear redes solidarias entre mujeres y educar a los hombres para eliminar el machismo.