Al interior del bar El Capitolio ubicado en la Zona Rosa, un hombre bajito se embriagaba y daba órdenes a subalternos. Su desmedida prepotencia provocó el malestar de otros clientes, iniciándose un zafarrancho que movilizó a decenas de patrullas, fotógrafos y reporteros.
Ese escándalo no fue menor, apareció en los medios. El borracho que protagonizó aquella riña era un mando policiaco a quien los uniformados llamaban por la frecuencia policiaca “Jefe Marte”, hoy señalado como uno de los principales informantes del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Manuel Arroyo Hernández, acusado hoy por la Subprocuraduría Especializada de Investigación en Delincuencia Organizada (SEIDO) de la PGR como uno de los funcionarios que se desempeñaba como soplón del capo, era aquel ebrio que escandalizó en el El Capitolio.
Corría el año 2004 y por esas fechas Manuel Arroyo era entonces el temible director de Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF) y su jefe era el hoy jefe de gobierno, Marcelo Ebrard Casaubón, quien al enterarse de aquel escándalo no dudó en cesarlo del cargo.
Hubo golpes, lo que provocó que el propietario del establecimiento llamará a la policía preventiva para que acudirá a restablecer el orden, sin saber que, quien se peleaba adentro era uno de los mandos policiacos de la SSPDF.
Decenas de patrullas de la policía preventiva correspondientes al sector “Samurai”, como se le conocía a la Zona Rosa, fueron movilizadas. Al llegar se encontraron que el responsable de aquel escándalo era el “Jefe Marte”.
No hubo mandos que se solidarizan con Manuel Arroyo, muchos uniformados de la tropa y jefes de sector le tenían coraje pues desde la Dirección de Asuntos Internos “El Jefe Marte” había puesto a disposición del Consejo de Honor y Justicia al menos a 450 policías por casos de extorsión, corrupción y otros abusos.
De estatura baja, mal hablado y con profunda afición por las bebidas alcohólicas, Arroyo Hernández se había ganado el mote en el ambiente policiaco como “El Sargento Tlacoyo”.
Marcelo Ebrard ordenó entonces una investigación para determinar cuántos policías habían protagonizado aquel zafarrancho en el bar El Capitolio de la Zona Rosa, a donde Manuel Arroyo había estado tomando por varias horas, luego de participar en el famoso operativo que se implementaba en aquella época denominado “Frente Comun”.
A finales de noviembre de 2004, Manuel Arroyo y su subdirector, que lo acompañó aquella noche-madrugada de parranda, Ivan Pacheco, tuvieron que abandonar la corporación policíaca. No hubo una segunda oportunidad.
En la averiguación previa FSP/ BT1/2893/04-11 que se inició ante la Fiscalía de Servidores Públicos de la PGJDF, los empleados del bar “El Capitolio” , Édgar Medina Galindo y Miguel Manzo Ordaz, declararon en aquella ocasión que Manuel Arroyo se había acreditado como agente federal durante la borrachera.
Los empleados testificaron también que debido a la prepotencia, ese hombre “chaparrito y moreno” no había permitido que el personal de seguridad del bar lo desarmara.
Por aquellas fechas, Arroyo había sido nombrado por Marcelo Ebrard como titular de la Dirección de Asuntos Internos, área que Gabriel Regino, llamado “Jefe Tigre” dejó para incorporarse como Subsecretario de Prevención del Delito de la SSPDF.
Molesto y enemistado con muchos por no haberle demostrado solidaridad, Manuel Arroyo abandonó la SSPDF y en su lugar fue nombrado Javier González del Villar, quien hoy se desempeña como el Fiscal de Extinción de Dominio de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF).
Quienes lo conocieron de aquella época lo describen como un tipo dicharachero, “queda bien” con los jefes, al grado de llegar a la lambisconería, portaba pulseras de oro y debido a su cargo, vestía de traje sastre.
El problema consistía en que, cuando tomaba alcohol, se tornaba violento, propinando incluso cachetadas y patadas a sus colaboradores.
Dos años después de ese escándalo que propició su salida de la SSPDF, Manuel Arroyo se colocó como director de Inteligencia Antisecuestros de la Policía Federal Preventiva (PFP).
En octubre de 2006 mientras desarrollaba un operativo en Tlalnepantla, Estado de México, en el que investigaba el crimen del coordinador de Inteligencia de la PFP, Miguel Ángel Villanueva, el ahora mando federal, Manuel Arroyo, fue víctima de un atentado del que salió ileso.
Después de varios años de brincar de uno a otro puesto en instituciones federales, el llamado “Sargento Tlacoyo” vuelve a colocarse en el centro de la polémica.
Su nombre aparece en primer lugar de la lista de funcionarios federales acusados por la PGR de brindar información al capo de capos del narcotráfico, Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Es peculiar, pero del listado de funcionarios destaca Manuel Arroyo como el servidor que se ostentaba como cercano a la Procuradora General, Marisela Morales, a fin de ofrecer sus servicios como informante de grupos de la delincuencia organizada.
Según la PGR, Arroyo y otros funcionarios federales recibían dinero de los cárteles del narcotráfico a cambio de informar de las investigaciones que pudieran afectar a las organizaciones criminales. Similar a lo que ocurrió con aquella pesquisa que detonó la llamada “Operación Limpieza” en 2008 que dejó al descubierto la supuesta infiltración de la SIEDO por el narco.
Aunque la red de funcionarios públicos supuestamente al servicio del narco fue expuesta públicamente a los medios en días pasados; ha trascendido que en el caso específico de Arroyo, éste se encuentra arraigado desde hace poco más de dos meses en tanto se profundiza la investigación.
Para algunos de quienes lo conocen estas prácticas no serían nuevas en la trayectoria de Manuel Arroyo, a quien le adjudican inventar y luego vender ciertos expedientes de supuestas investigaciones en curso en contra de policías.
Igual que hace seis años, no hay quien meta las manos al fuego por aquel polémico mando de rostro cacarizo, paradójicamente encargado de perseguir en aquel tiempo a los malos policías de la corporación que encabezó Ebrard.