Simple vista es sólo una muñeca de trapo. No mide más de 15 centímetros y está hecha de manta, con los ojos y cejas bordados, una telita roja le sujeta las trenzas de estambre negro. Este objeto es conocido por los visitantes del Archivo General de la Nación (AGN), como “la muñeca demoniaca”.
La historia de esta muñeca es parte de los relatos del fraile Francisco Xavier Palacios, que se remonta hace 300 años, en un paisaje sepia y lleno de prohibiciones. Él, un joven de tan solo 17 años, locamente enamorado de una mujer de 30, Josefa Sosa. Una relación amorosa envuelta en obsesión, mentiras y erotismo, que la hacen muy especial, y que ocurrió en la época novohispana de México.
“Francisco era un hombre enamorado de una mujer mucho mayor que él, y en aquella época era mal vista esta relación, así que ella le dice: ‘Francisco, para que podamos tener una relación prohibida necesito que ingreses al monasterio, necesito que seas religioso’”, relata Alejandro de Ávila, jefe del Departamento de Educación del AGN, quien ha estudiado este expediente de forma puntual y detallada.
El historiador continúa el relato.
“Francisco, al encontrarse totalmente enamorado de Josefa, ingresa al monasterio de Santo Domingo en Oaxaca, pero al ver de lo que se trataba la vida religiosa suplica a su amada Josefa lo deje salir, pero ella amenaza con dejarlo si se atreve a poner un pie fuera del monasterio”.
Ante la negación de sus súplicas y el rechazo de tener una vida de rezos y abstencionismo, Francisco se acerca a las autoridades eclesiásticas para que dimitan su estancia en aquel lugar de devoción, silencio y sacrificios. Petición rechazada.
El fraile intenta quitarse la vida en dos ocasiones, y al ser también fallida esta salida, eligió una opción poco ortodoxa.
Según se lee en la declaración de Francisco, “él entró en desesperación e invocó al demonio dentro de su aposento y en el locutorio, prometiendo sumisión y obediencia a cambio de que le fueran cumplido sus deseos, así que lo visitó un hombre de ojos azules, vestido de negro, quien se presentó ante el portero como pariente de Francisco”, relata el documento.
“He venido a que cumplas lo que prometiste”, advirtió el extraño visitante, que el fraile supuso era el “Príncipe de las Ti nieblas”.
Durante una segunda visita, ”el Diablo” le pidió que su amada le hiciera una muñeca, ”a la cual adorarás, y la tendrás donde nadie pueda verla”.
Esta muñeca con la que Francisco “adoraba al Príncipe de las Tinieblas”, fue una petición que el propio fraile le hizo a Josefa, la mujer que deseaba, con el argumento de que con ella la sentiría cerca dentro del convento.
Josefa, al enviarle la muñeca, le escribió a Francisco “te mando con lo que has de jugar aunque yo no quisiera que jugaras con eso, sino conmigo cielo de mi vida”. Es decir, la muñeca no tuvo el carácter “demoníaco” que le confirió Francisco, sino uno sentido erótico, explica el historiador.
En una de esas noches que Francisco adoraba a la muñeca, fue expuesto “su pecado” por un compañero de celda, y fue conducido hacia el fiscal del Santo Oficio, Antonio Breñosa y Jordan, quien describió en el juicio “para fomentar su lujuria tenía en su poder, oculta, una muñeca de trapo hecha por la mano de su amasia, la cual usaba deleitándose con ella torpemente con la memoria de sus tratos con dicha mujer, y que le sirviese para los más abominables hechos”
.A por Elí Hernández Cerda El deseo que envolvía a Francisco, la pasión que desbordaba sobre la muñeca, y el pacto demoniaco que unía la vida de este joven fraile a un amor prohibido, fueron elementos suficientes para ser objeto de señalamiento de la época inquisidora de la Nueva España, y los que lo llevaron a su traslado de la provincia de San Hipólito Mártir,al Tribunal del Santo Oficio en Oaxaca, el 11 de noviembre de1784.
Sin embargo, los inquisidores dudaron de la versión de Francisco y consideraron que lo declarado por el joven había sido inventado para librarse de la vida monástica.Simplemente él estaba enamorado.
Después de descubrir la farsa, el fraile fue llevado a lacapital del virreinato y recluído en el convento de Santo Domingo en 1785, y no fue precisamente por su “pacto con el diablo”, sino “porque entre sus alucinaciones dijo cosas como que el infierno era puro cuento y que las almas podían pasar de un cuerpo a otro”, señala el estudioso.
Luego de tres intentos de fuga del convento, medio año después fue condenado a la reclusión dentro de las cárceles secretas de la Inquisición.
Se desconoce el final que tuvo Francisco, si pudo obtener la libertad o si logró amar libremente a Josefa, pero esta historia es parte de las miles que pueden ser localizadas en el volumen 1284, expediente 22, fojas 251-326. Son de esos relatos que forman parte de la vida en la época novohispana, y en sí, de la vida de nuestro país.
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