Multifamiliar entre carpas y escombros

Los habitantes del nuevo multifamiliar de lonas y casas de campaña se dicen afortunados por no haber perdido a ningún familiar tras el sismo, pero lo que sí van perdiendo conforme pasa el tiempo es igual de valioso: la individualidad, la intimidad y el afecto
Rubén Zermeño Rubén Zermeño Publicado el
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Más de dos semanas han pasado desde que el sismo del 19 de septiembre cimbró las vidas y los corazones de los habitantes del multifamiliar Tlalpan. Los nueve cuerpos encontrados entre los escombros ya fueron despedidos y enterrados, la vida intenta volver a ser lo que fue antes, pero no se puede.

Un niño de 9 años se despierta temprano, para él dormir en las canchas donde antes jugaba es una aventura, lleva puesto un uniforme escolar más pequeño que su talla, alguien se lo donó, brinca sogas y esquiva lonas del Espacio Deportivo Profesor Miguel Sánchez Rodríguez, el nuevo hogar de 30 familias.

Llega al baño improvisado, se enjuaga la cara y de la mano de su padre se va rumbo a la escuela.

Mientras unos salen del refugio para ir a la escuela o al trabajo, otros entran, voluntarios, brigadistas, personas del DIF, gente de la Delegación Coyoacán, del Gobierno federal, fumigadores, curiosos, particulares. La privacidad se ha perdido por completo en el hogar improvisado.

“No hay como tu privacidad, entra la gente, los voluntarios y demás pero a mí no me gusta que estén viendo el lugar donde vivo, si de por sí no me gusta que ni mi familia entre a mi casa, pues menos los extraños, es un ir y venir, todos pasan”, comentó Natalia Berry.

Hace más de 15 días que los habitantes de la Unidad Habitacional Tlalpan no conocen ni techos ni ventanas, viven a la intemperie en una cancha de basquetbol, en donde se edificó el primer refugio, sin pensarlo dijeron que “sí”, ahí estarían cerca de sus pertenencias y de sus familiares que aún no habían sido rescatados.

Con la ayuda de vecinos y de toda la ciudadanía comenzaron a construir su nuevo hogar comunitario, primero llegó la comida y el agua, después ropa limpia, cobijas y casas de campaña.

Al nuevo multifamiliar se entra por la zona de juegos, ahí, cuatro policías de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México, sentados sobre dos toboganes multicolores resguardan la entrada, desde lo alto, una abeja de plástico vigila a todos.

“Siempre tiene que estar uno aquí vigilando, normalmente salimos a dar rondines, pero uno se queda, tenemos que cuidar que ningún extraño se meta, no queremos que vayan a robarse nada, de por sí, ellos perdieron casi todo, que se los quiten sería muy lamentable”, comentó el policía jefe de la cuadrilla.

Ahora, los habitantes están más organizados y más seguros, las lonas fueron cambiadas por toldos y debajo de cada casa de campaña se puso una tarima de madera para evitar que se filtre el agua.

Entrando a la derecha es la alacena y la cocina, después las habitaciones, en medio hay una pequeña área común y al fondo los baños, parece que los inquilinos de la cancha deportiva están cubiertos.

“Tal vez sí tenemos comida y eso pero es que en realidad ahora la carencia es de otro tipo, afectiva, bueno sí, necesitamos unas cajas grandes para guardar nuestra ropa y ya no se moje siempre se nos anda mojando”, dijo una mujer de mediana edad que prefirió la necesidad de ropa limpia sobre el afecto.

“Desafortunadamente en el caso del multifamiliar de Tlalpan es una unidad que ha cumplido ya 60 años de vida y que también de manera natural le ha faltado la atención de un mantenimiento”
José MaldonadoDelegado de Coyoacán

‘No quiero saber nada’

Esa carencia afectiva y el estrés postraumático comienza a convertirse en intolerancia por parte de los vecinos. Ya no hay privacidad, tienen que estar forzosamente compartiendo hogar incluso con quien no se llevaban antes, ya no pueden cerrar la puerta para evitar al vecino latoso.

“La convivencia ha sido cordial, pero llega un momento en el que ya es tanto el desgaste que estás intolerante, yo de por sí soy muy intolerante, por eso mejor me encierro y les digo ‘no quiero saber nada’, de por sí no hablo con nadie y ahora tengo que hablar, tengo que brincar unas casas para ir al baño y cosas así”, dijo Natalia Berry.

Además de la lluvia y las críticas, ahora los habitantes tienen que soportar el olor de los insecticidas, pues personal del gobierno acudió a fumigar para evitar plagas.

Metros adelante, una mujer de mediana edad le decía a un grupo de voluntarios que no había cepillos, champú, ni crema, tampoco un lugar decente para bañarse, solamente un par de cubetas para asearse rápidamente.

Conforme pasa el tiempo los damnificados de Tlalpan van perdiendo la intimidad.

“No hay como tu privacidad, entra la gente, los voluntarios y demás pero a mí no me gusta que estén viendo el lugar donde vivo (…), es un ir y venir, todos pasan”
Natalia BerryDamnificada

Esperan la reconstrucción

El multifamiliar Tlalpan tiene más de 60 años de vida, por él han pasado miles de familias, vivencias, dolores, sueños y poco mantenimiento.

“Desafortunadamente en el caso del multifamiliar de Tlalpan es una unidad que ha cumplido ya 60 años de vida y que también de manera natural le ha faltado la atención de un mantenimiento”, dijo el Delegado de Coyoacán, José Maldonado.

El perredista agregó que después del sismo y del derrumbe aún quedan edificios habitables. Basta con una manita de gato para que sus habitantes puedan regresar en menos de un año.

“En este momento los edificios que se han considerado que no son habitables tendrán que pasar por el responsable de seguridad estructural. Los nueve edificios requieren de atención, de mantenimiento, de rescate y reforzamiento”, explicó el funcionario.

Pero los exhabitantes de estos departamentos, por temor y desconfianza, se niegan a regresar, prefieren seguir durmiendo entre carpas.

Una de las vecinas exigió la presencia de ingenieros capacitados para que revisen a profundidad la construcción, pues hasta el momento solo han revisado las grietas pero no han hecho un estudio estructural más en forma.

“No han hecho un peritaje en forma, sí han entrado pero nada más prenden sus lámparas, para ver si hay grietas, para ver si hay sabe qué, eso no garantiza nada, uno no es ignorante para saber que un peritaje es así, necesitamos saber cómo están las estructuras”, dijo.

El éxodo en el multifamiliar continúa, en todo alrededor se ven mudanzas, maletas y abandono, pero quedan unos pocos, tan solo 30 familias que se aferran a no dejar su historia ni recuerdos pese a que pierdan su intimidad.

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